Revista Opinión

Bernie Tiede, nuestro querido asesino

Publicado el 24 abril 2016 por Miguel García Vega @in_albis68
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bernie_cabeceraHe visto en la tele Bernie (Richard Linklater, 2011) y, tras lamentar la imposibilidad física de estar al día de todo lo interesante que se hace en cine y televisión, he corrido aquí a contarla y  recomendarla. En mi defensa he de decir que su estreno en España se demoró cuatro años y, contra lo que pueda parecer, no viajo a Estados Unidos con frecuencia.

Una buena sinopsis sacada de Filmaffinity: “En Carthage, un pueblo de Texas, Bernie Tiede (Jack Black), un enterrador muy querido por toda la gente del pueblo, se hace amigo de una rica y malvada viuda (Shirley McLaine)”. También sale Matthew McConaughey, en su versión nuevo McConaughey: todo el rato vestido y componiendo un personaje magnético al que seguir sin pestañear ni para ir al baño.

También aparecen un montón de deliciosos personajes reales de Carthage imposibles de mejorar en un casting con actores. Porque Linklater cuenta la historia a modo de falso documental lleno de humor negro con toques surrealistas y situaciones al límite de lo creíble. Probablemente la manera más acertada de contar un historia real con toques surrealistas y situaciones al límite de lo creíble. La historia de Bernie Tiede, el tipo que acabó viviendo en el garaje de Richard Linklater y cuya fortuna ha vuelto a cambiar hace apenas un par de días.

Aviso: esto se va a llenar de spoilers. De hecho va a ser un gran spoiler. Yo soy enemigo de los spoilers, una contradicción que saltaré alegremente en consonancia con el espíritu de la historia.

Bernie Tiede tiene 27 años cuando en 1985 llega a Carthage -un pueblo de unos 6.000 habitantes-  para trabajar en una funeraria local. Ama su trabajo de enterrador, es muy cuidadoso arreglando los cadáveres (genial escena inicial de Black presentando al personaje), transmitiendo respeto y cariño por los fallecidos y sus familiares. También canta en los entierros. Es educado y con un carácter afable y expansivo, lo que lleva a ganarse al pueblo en poco tiempo. Linklater/Black nos los presentan como un gay armarizado (en palabras del fiscal interpretado por McConaughey) que destaca por su gusto por los musicales, su exquisito trato a las viudas y, sobre todo, por su falta de malicia y su afán por ayudar a todo el mundo.

Bernie es ya un pilar de la comunidad cuando conoce a Marjorie Nugent en el funeral de su marido Rod. Marjorie es el reverso de Bernie: la rica del pueblo, huraña y de malos modales, no se relaciona con sus vecinos más allá de cuatro gruñidos. Es la bruja malvada a la que nadie soporta. Tal vez como un reto o con otras oscuras intenciones (quién sabe) Bernie decide que Marjorie es rehabilitable y, como hace siempre con sus viudas, la trata con suma amabilidad y cariño.

El agua y el aceite en este caso se mezclan y se inicia una amistad entre ambos, una relación que se va haciendo cada vez más estrecha, para asombro de todo el pueblo. Les une el amor por la ópera y su afición a viajar. Con el dinero de Marjorie recorren medio mundo, ella incluso le regala  una avioneta y le da acceso a parte de sus cuentas bancarias. Se hacen inseparables, en lo que a primera vista puede parecer una relación interesada en la que el joven se acerca a la viuda rica para darse la vida padre con el dinero de ella. Y tal vez era así -esta es una historia repleta de grises– aunque lo que revelaron las declaraciones y documentos judiciales es que aquel abuso iba en la dirección contraria: una historia de excesos verbales y exigencias crecientes de Marjorie hacia Bernie, su chico para todo. La viuda le exigía atención constante, le compró un busca para tenerlo disponible las 24 horas del día. Bernie era solo suyo y lo maltrataba a voluntad.

Photo provided by the Panola County Sheriff's Department of Marjorie Nugent, right, and her former escort Bernie Tiede.
Photo provided by the Panola County Sheriff’s Department of Marjorie Nugent, right, and her former escort Bernie Tiede.

Clímax

Hacia noviembre de 1996 la viuda Nugent dejó de aparecer por el pueblo. Nada raro si se tiene en cuenta que nunca se dejó ver demasiado por sus vecinos, por los que parecía que no sentía sino desprecio. Y los vecinos encantados de no cruzarse con ella. A su vez, Bernie empezó a repartir dinero por el pueblo, ayudando a negocios en apuros que recibían generosos préstamos que todos sabían que no se iban a devolver nunca. Volvía a ser el Bernie de siempre, ayudando al necesitado con una sonrisa y viviendo de manera sencilla.

Pero al contable de la señora Nugent le escamaba que Marjorie no se pusiera en contacto con él y no se tragaba las explicaciones de Bernie. Finalmente, en agosto de 1997 consiguió una orden de registro en casa de la viuda. Y allí estaba Marjorie, en el congelador del garaje. Su cadáver se había pasado 9 meses oculto bajo bolsas de verduras congeladas. Tiede confesó al instante: ante la insoportable presión de Nugent un día explotó y le pegó cuatro tiros por la espalda con una pequeña escopeta para matar a los armadillos que se colaban en el jardín.

Cambio de escenario

Aquello supuso un auténtico shock en Carthage, aunque desde el primer momento la mayoría de vecinos sabía qué había que hacer al respecto. Estamos acostumbrados a ver en las películas como algunos abogados defensores piden el traslado del tribunal para impedir que el acusado sea juzgado en su propio pueblo. Se quieren evitar así los prejuicios: acusados con mala reputación, racismo o crímenes especialmente repugnantes los convierten en culpables antes de empezar.

Aquí pasó lo mismo, pero al contrario. Como muestra la película, la buena gente de Carthage le hizo saber desde el principio al fiscal que si les llamaban como jurado absolverían a Tiede. El sepulturero era el bueno y la vieja cascarrabias la mala, así que en el fondo era un asunto de justicia cósmica. Bernie no era un asesino, ni un peligro para nadie, seguramente le habían llevado al límite y tuvo un mal momento. No podían arruinar la joven vida de su querido vecino por la muerte de una anciana de 81 años a la que nadie tragaba. Todo el mundo pensaba en Bernie, solo el fiscal lo hacía en el señora Nugent. La justicia es bastante vaporosa e imperfecta en manos humanas, como no puede ser de otra forma. Un laberinto del grises del que a veces es muy difícil salir.

Así que fue el fiscal el que pidió que el juicio se celebrara en Henderson, a unos 50 kilómetros de Carthage.  El sentido común se impuso (o no, yo que se) y Bernie Tiede fue declarado culpable y condenado a 99 años de cárcel.

Giro de guión

Pero la historia dará otro giro, precisamente tras el the end de la película de Linklater. En el preestreno, Jodi Cole, una abogada local, quedó fascinada por la historia y decidió ayudar a Tiede. Director y protagonista de la película pusieron dinero y Cole inició una revisión del caso mientras Bernie se hacía querer en prisión, revelándose -cómo no- como un recluso modelo, muy querido como animador de diversos talleres para los presos.

Cole descubrió que Tiede había sufrido abusos sexuales en su adolescencia. Esa revelación, unida al estrés de ocultar su homosexualidad en la Texas rural y a la relación “disfuncional” con la viuda Nugent se convirtieron en atenuantes. Abogados, fiscal y jueza decidieron que con las nuevas revelaciones la condena de Bernie no habría llegado a 20 años. Habían pasado 16, se le concedió la libertad provisional con la condición de trabajar en el bufete de la abogada Cole y vivir con Linklater, que habilitó como vivienda el garaje de su casa.

bernie tiede y richard linklater
Bernie Tiede con Richard Linklater

Nuevo giro

Pero el pasado 6 de abril, empezó una nueva revisión de la sentencia  con un nuevo fiscal, que aportó pruebas de cómo Tiede había usado una gran cantidad de dinero de su víctima para gastarlo y enriquecer a sus amigos. También puso en duda los supuestos abusos sexuales sufridos por Bernie. Convenció al nuevo jurado que ayer, 23 de abril, tras 4 horas y media de deliberación, volvió a condenar a Tiede.

El bueno de Bernie acaba de volver a prisión. ¿Continuará?

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