Hablamos de Tribeca, ese festival neoyorquino auspiciado por Robert De Niro y fundado principalmente para promover la comunidad artística de la capital del mundo. Alabado (como el segundo después de Sundance) y criticado (hay quienes aseguran que es sólo una plataforma de lanzamiento para grandes producciones de Hollywoood) por partes iguales, su indiscutible repercusión resulta clave para la incursión de muchos largometrajes en el circuito comercial norteamericano. Su distinción, los Artist Awards, premios en forma de obras de arte (desde Chuck Close a Alex Katz pasando por Julian Schnabel) entregados a los ganadores en competición. Este año, Mateo Gil y su esperado western optarán a él. "Blackthorn" ha sido incluída en la Sección Oficial a Competición anunciada en el día de ayer
Tras haber huído de los EEUU, el legendario forajido Butch Cassidy murió en Bolivia en 1908, tiroteado junto a su amigo Sundance Kid. Esto es lo que dice la versión oficial. Pero lo cierto es que ha pasado 20 años escondido bajo el nombre de James Blackthorn. Ahora, en 1927, quiere volver a su casa y ver al hijo que nunca conoció. Sin embargo, pronto encontrará en su camino a un joven ingeniero español que acaba de robar la mina en la que trabajaba. Ambos se embarcarán juntos en su última aventura.
Así pinta "Blackthron," el esperado western de Mateo Gil que entre otros alicientes, cuenta con la participación de Sam Shepard, Stephen Rea, Magaly Solier y Eduardo Noriega. Os dejamos con las notas del director.
NOTAS DEL DIRECTOR
Uno de los aspectos que más me atrae del western es que se trata de un género profundamente moral. En él, los personajes se enfrentan a la vida y sus grandes temas (la libertad, el compromiso y la lealtad, el valor, la traición, la propiedad y el dinero, la justicia, la amistad e incluso el amor) en condiciones muy puras, muy simples, por lo que las decisiones a las que deben enfrentarse los personajes resultan no sólo muy dramáticas, sino ejemplarizantes. Y qué más puede pedirse a una película, a cualquier obra dramática, que el poder ayudarnos a mirar hacia nuestra propia vida y la manera de afrontarla.
Blackthorn vuelve sobre esos temas de una manera que parece reivindicar su vigencia, la pertinencia de esa mirada moral precisamente ahora que nuestro mundo, la sociedad que hemos construido, la considera obsoleta o ya superada… Y por el hecho de abordarlos con clara consciencia de nuestro presente (con consciencia de que el legendario bandido americano que es su protagonista acabará no siendo otra cosa que un figurante en westerns de Hollywood), su mirada es claramente nostálgica. En mi opinión, ese carácter melancólico es el principal atractivo de la propuesta e impone en la puesta en escena un acercamiento íntimo a nuestro personaje: ese hombre viejo, cansado, solo, que por un breve momento antes del fin siente volver sus viejas ilusiones y energías, impulsado por quien cree en la reencarnación del pasado, de sus antiguos amigos e ideales, y resulta ser un impostor (el joven personaje del ingeniero de minas que, irónicamente, viene de la vieja Europa), un disfraz que se vuelve clara metáfora de un futuro donde los términos morales se confunden peligrosamente a favor del propio beneficio.
Blackthorn no sería entonces, para mí, una película de imágenes grandilocuentes, de “estética fundacional”, de cámaras lentas o grandes contrapicados, sino de imágenes más íntimas, que observen de cerca a nuestros personajes, que miren al paisaje a través de ellos y revelen el lado más íntimo del viaje dramático: el de los sentimientos profundos que el protagonista guarda hacia la tierra que lo acoge; hacia el pasado perdido y su fugaz reaparición en forma de nuevo compañero de aventuras; hacia la mujer con la que pasa las tardes sin pasión amorosa, pero con enorme respeto, cariño y, por qué no, también carnalidad; hacia ese chico al que no conoce pero que podría ser su hijo y a quien dirige sus cartas y sus últimos esfuerzos; o incluso hacia las pequeñas cosas que lo rodean, su humilde y limpia casa, sus animales, los víveres y útiles que selecciona para llevar consigo en la travesía, la porción de suelo que elige para dormir cada noche de andadura…
Acerquémonos cuanto podamos a los personajes y su historia para, de esta forma, hacer una película lo más universal posible.
Mateo Gil.