[6/10] Son pocos los western que el cine español ha dado, y por eso este “Blackthorn (Sin destino)” de Mateo Gil despertada cierta curiosidad en cuanto al tono y factura. Finalmente el director se decanta por el western clásico y crepuscular, que mira a una época pasada en que las pistolas podían robar y matar si llegaba el caso, pero donde aún se conservaba un sentido de la justicia… algo que ahora parece haber desaparecido. La historia del famoso forajido Butch Cassidy, huido a Bolivia desde Estados Unidos a comienzos del siglo pasado y dado después por muerto, sirve de metáfora de una época romántica perdida, en la que el sentimiento y la amistad imperaban sobre la ambición y la codicia. Tras veinte años de esconderse bajo el nombre de James Blackthorn, quiere volver a casa y conocer a su hijo… pero el destino se interpone cuando un español de nombre Eduardo se cruza en su camino.
Aquí no hay indios masacrados sino bolivianos menospreciados, no hay atracos a bancos sino minas explotadas, no hay luchas entre granjeros y ganaderos sino rivalidades entre nativos y extranjeros. Hace tiempo que el ferrocarril cambió la sociedad americana, y también que la figura del pistolero pasó al mundo de los mitos. Atrás quedan los días de persecución y condenas a la horca, de fortunas buscadas y duelos a muerte… y ahora nuestro héroe de antaño sólo desea la tranquilidad, recuperar sus raíces y reconocer su descendencia. Constante es la mirada al pasado, más eficaz a través del rostro ajado de Cassidy-Blackthorn que de unos cuestionables flash back que nos cuentan su llegada a Sudamérica junto a Sundance y Etta. Sam Shepard sostiene toda la historia desde la perspectiva de toda una vida que ha dejado su poso, y a través de sus gestos entendemos el romanticismo de una juventud un poco loca, de una madurez en el ostracismo y de una vejez empapada de añoranza.
La diferencia entre Shepard y Eduardo Noriega es la misma que entre sus personajes, porque al Eduardo de ficción le falta empaque e historia, fuerza y convicción… lo mismo que al actor cuando trata de dar vida a personajes de época, siendo sin embargo ésta una de sus interpretaciones más correctas. Antológicos son los instantes de Stephen Rea para un personaje crucial en el desenlace de los acontecimientos, aunque desgraciadamente algo inconexo y poco desarrollado para conocer el pasado de Blackthorn, mientras que Magaly Solier vuelve a demostrar lo buena actriz que es. Sin embargo, quienes dan vida a los personajes del pasado apenas tienen caracterización en el guión ni hondura en la interpretación, con lo que resultan prescindibles.
Un personaje con voz propia es el paisaje retratado por una magnífica fotografía de tonos apagados y envuelto por una banda sonora de tintes nostálgicos, que logran levantar una elegía a una época de sentimientos que se mezclaban con bajezas… pero en la que se respiraba amor por la libertad y la amistad. Panorámicas amplias, un ostensible empleo del zoom y de travellings en que la cámara se hace notar y que recuerda al western de los años setenta, con unos inicios de la película en que el ritmo parsimonioso hace que a la historia le cueste avanzar… hasta que las dos mujeres bolivianas toman las armas y casi obligan a nuestro pacífico pistolero a reverdecer viejos días de huida, ahora junto al joven Eduardo… como si el destino le persiguiera y la leyenda no le permitiese descansar.
Narrativamente quedan forzados el primer encuentro de Blackthorn y Eduardo, y también el “casual” del anciano moribundo con su viejo perseguidor Mackinley, puntos de giro necesarios para el desarrollo pero que no terminan de convencer. También resultan demasiado reiterativos los periplos por la altiplanicie y las muchas referencias cinéfilas, mientras que el dibujo del personaje de Eduardo ni persuade ni arrastra entre su ambigüedad y arribismo. Está claro que Mateo Gil ha querido subrayar la mirada moral del cine, aprovechando la figura de este Robin Hood y de las lagunas sobre la muerte de Butch Cassidy: nuevas hazañas para devolver un mito a la vida y descubrir que su mundo se ha desvanecido y que no encaja en las coordenadas de una modernidad sin ética, para después regresar a la tumba con un recuerdo que queda congelado en un plano final y en una memoria de leyenda.
Calificación: 6/10
En las imágenes: Fotogramas de “Blackthorn (Sin destino)”, película distribuida en España por Alta Classics © 2010 Ariane Mararía y Arcadia Motion Pictures. Todos los derechos reservados.