Cuando parecía que este blog se iba a quedar encuadrado en
el presente, metemos un volantazo y nos retrotraemos ni más ni menos que más de
3 décadas para abordar el underground neoyorkino del punk, post-punk y la nueva
ola, y tratar una de sus bandas estandarte. Saben ustedes de mi debilidad por
Talking Heads, grupo que ha pasado por aquí en 3 ocasiones (con su 2º, 3er. y
6º disco de estudio), y que no es nada nuevo que les remarque que son mi grupo
preferido de esa “movida neoyorkina”, pero es hora de ampliar en este blog la
visión de aquellos días de mucho CBGB o mucho Mudd Club.
Y curiosamente, como me ha sucedido con muchos grupos, los
Blondie eran unos “John Boy” particular de mi universo musical; es decir, que
tal como narra la letra de la canción aludida de los Love Of Lesbian, de
primeras no me gustaban nada y el paso del tiempo es el que ha hecho que me
quitara prejuicios estúpidos hacia la banda liderada por la ex-conejita de
Playboy Debbie Harry.
Se reirán ustedes, de acuerdo, pero la manía que tenía a los
Blondie derivaba principalmente de que cuando empecé a ampliar mi conocimiento
musical a comienzos de milenio a través del programa “So 80’s” de la Vh1, uno estaba obsesionado en
esos días por ver videos de Spandau Ballet (la fiebre personal que me dio en
aquellos días, cuando deseaba ver el video de “Gold” una y otra vez). ¿Qué es
lo que pasaba? Pues simple y llanamente que de los Blondie en aquel programa
repetían hasta la saciedad los videos de “Call me” y “Atomic” y en esos días no
me hacía mucha gracia.
A los Blondie les conocía de oídas, ya que es común que
nadie pueda negar haber escuchado alguna vez los ritmos del “Heart of glass” de
su anterior disco al que hoy nos ocupará “Parallel Lines”, una canción que
pensaba que Harry decía en el estribillo algo de “Duran duran” (cosas de los
días en los que aún no eres experto en inglés y te suenan nombres de grupo al
tun tun). Sin embargo, les puse cara a partir de aquí y hasta la simpática y
carismática Debbie me caía gorda en aquellos días. ¡Qué cosas tiene el asunto
cuando se tienen 18-19 años!
Pues lo dicho, que con el paso del tiempo Blondie me han
terminado agradando y gustando. Pasemos a hablar algo de los antecedentes a su
“Eat To The Beat”, 4º disco de estudio de la banda, que es el álbum que hoy nos
atañe. El grupo había conseguido el éxito masivo precisamente gracias a su
tercer y último lp “Parallel Lines”, sobre todo por “Heart of glass”, pero no
estamos ante un disco que sea solamente eso, ya que otras piezas como “Hanging
on the telephone” o “One way or another”, sin ir más a fondo, son tremendas.
Quizás “Eat To The Beat” supone el comienzo del declive de la banda, que
desembocaría en un par de años o 3 después en su disolución durante mucho
tiempo; ¡qué raro que me meta con un disco que se sitúa en ese periodo vital de
un grupo!, ¿eh?
Estamos ante un trabajo que denota posicionamiento de una
banda. Es el disco de afianzamiento de lo conseguido hasta la fecha, y prueba
es de ello que los singles y el disco funcionaron bien en las listas de ventas
(por ejemplo, el lp llegó al nº1 en el Reino Unido al igual que “Parallel
Lines”). Hay hueco en el disco para canciones de muy distinta textura, al igual
que en la anterior obra de Blondie. Será mejor que comencemos con el repaso,
que no sé si iba a apuntar algo más previamente, y como ahora no recuerdo, así
les dejo de contar más rollos.
Emotiva, bonita y sentimental es “Dreaming”. Un temita pop
que con lógica fue single de la obra (nº 2 en el Reino Unido, ahí es nada) y
que tiene una envoltura muy alejada del sonido algo derivado del punk de los
momentos más potentes de Blondie. Y es que “Eat To The Beat”, si le quisiéramos
poner una denominación de género musical, sería la de punk-pop o pop-punk.
“Dreaming” es rítmica, movida y deliciosa. Quizás sea algo ñoña, pero funciona
y es claramente uno de los pasajes más memorables del disco. Un sonido cáustico
y seco es el que ofrece “The hardest part”. Más cercana al rock y al punk, nos
puede recordar a los primeros pasos del grupo y podría ser un ítem que se pudo incluir
en su día en “Plastic Letters” por ejemplo. En la onda de “Dreaming”, pero si
cabe con un par de vueltas de tuerca más en el sentido melancólico de su
sonido, se presenta “Union city blue”. Debbie canta casi desesperanzada y a eso
ayudan esos “¿Qué es lo que voy a hacer?”
de su estribillo. Su melancolía sin embargo tiene momentos de intensidad que
acercan a este tema pop de Blondie a la épica y también hay que destacar que
fue single en el Reino Unido y allí fue moderadamente bien recibida. Quizás sea
la canción que más les llame la atención en la primera escucha, ya que
claramente es la pieza más, digamos, “mainstream” de “Eat to the beat”. A mi me
gusta mucho, a ustedes no sé; ya comentará abajo el que lo desee. “Shayla”
prosigue en el sector más sentimental del disco. Se abandona la épica y la
pompa de “Union city blue” para dar lugar a un tema más íntimo de sonido
baladístico, en el que Debbie Harry nos seduce con unos acertados tarareos. Muy
delicada, no será el único tema de este sonido que nos encontraremos en “Eat To
The Beat”. Sin embargo, acto seguido llega el turno de la canción título. “Eat to the beat” es muy directa. Una
canción pop rock muy sencilla, que quizás no sea la más memorable del disco y
que quizás por ello sorprende que le conceda el título. De esa forma, en parte,
se la pone de relevancia, cosa que no sucedería si al álbum lo hubieran
titulado de otra forma. Tampoco es que suene mal, ni tampoco molesta. Mejor
resulta “Accidents never happen”. La base es latente y tremendamente acelerada,
y si no lo creen, reparen en la percusión y la saltarina línea del bajo. Debbie
aquí se muestra en un registro más bajo y a la par más sensual. El sentido del
ritmo es muy bueno y con el paso del tiempo quizás sea una de mis favoritas de
la obra. Creo que no fue single, pero sí que se grabó de la misma un sencillo
videoclip, con el grupo tocando en una esquelética nave industrial; bueno, esto
es por sí solo poco relevante, ya que el disco dispuso de un videoclip para
cada una de las canciones. El grupo echó el resto en el apartado audiovisual.
No tardará mucho en adularles y gustarles la nihilista (no
en vano es casi una transcripción, reinterpretación o desarrollo del lema punk)
“Die youg, stay pretty”. En lo instrumental es sencilla, una composición pop de
economía de elementos, con un carácter desenfadado y pachanguero muy fresco.
Debbie Harry se muestra desenfada y desentendida en esta pieza que sirve para
afrontar la 2ª parte del disco y que abría su cara “b” en el vinilo. “Slow
motion” suena muy retro. Casi podría ser una canción más del perfil de Olivia
Newton John que de los Blondie. Es realmente luminosa, con Harry en registros
muy altos y agudos. Creo que se llegó a tantear como single. Aunque uno se deje
vencer por el lado más sensiblero del sonido de “Dreaming” o “Union city blue”,
lo que es una verdad como un templo es que a “Eat To The Beat” se le recuerda
por ser la obra donde está “Atomic”; no en vano fue nº 1 en el Reino Unido.
Llega el turno de este clásico del grupo en el disco, y, ¿qué les voy a decir
de ella? Es tremenda. Incluye unos cambios de ritmo que son sinónimo de
genialidad. El caos sonoro y el estruendo inicial cede el testigo a una
lisérgica Deborah Harry ante el micrófono, en otro de sus mejores y más
memorables momentos vocales de su trayectoria como cantante. El tema a medida
que avanza se vuelve hipnótico, sobre todo en su parte final, con ese ir y
venir de los acordes rítmicos de la guitarra. Ahora, otro cambio brutal de
registro y de factura sonora. Ya les dije que quedaría lugar para algún tema
tremendamente delicado al estilo de “Shayla”. Pues aquí llega su turno. Y es
que “Sound-a-sleep” es prácticamente una nana, una canción de cuna. Quizás “Eat
To The Beat” en sus salvajes cambios de humor, como diría Robert Smith de The
Cure, tiene un arma de doble filo, y es que aunque en la variedad está el
gusto, choca realmente que tras un subidón como “Atomic” se te presente esta
pieza, que es muy bonita, pero que te puede suponer una sacudida psicológica
con tanto vaivén. Luego, al final del post, reflexionaré sobre ello. Solamente
por su título, entenderán que “Victor” la vea con buenos ojos o escuche con
buenos oidos. Es el tema más punk del disco, más desaforado y ejemplo o
paradigma de ese pop-punk que creo que Blondie supieron ejecutar realmente bien
en su día. Debbie está desaforada (como coloquial y privadamente suelo decir en
tertulias musicales, parece que está cagándose en Dios), casi poseída en las
voces y las notas tan marcadas de teclado y el ritmo marcial de la batería, dan
lugar a una especie de revisión de “Atomic”, pero completamente anárquica. Para
no terminar con una sacudida muy fuerte, se termina con un tema neutro. “Living
in the real world” no es ni del sector emotivo o sentimental, ni de la parte
más agitada. Es una canción pop rock, algo repetitiva, que cumple su papel para
cerrar “Eat To The Beat”, sin llamar mucho la atención, básicamente porque lo
más destacable ya hemos tenido ocasión de escucharlo antes. En parte, esta
“Living in the real world” podría ser la canción hermana de “Accidents never
happen”, que además se encargaba de cerrar la cara “a” del vinilo (¡qué
coincidencias!).
Según pude leer en su día, y en propias declaraciones de
Deborah Harry, el disco salió poco menos que “por cojones” (algo así como lo
que dijo Loquillo de su disco “Hombres” de 1991 junto a Trogloditas). Parece
ser que las relaciones entre los 6 miembros oficiales del grupo en aquellos
días (véanse junto a Debbie a Chris Stein en la guitarra, Clem Burke a la
batería, Jimmy Destri en teclados, Nigel Harrison en el bajo y Frank Infante
como guitarrista), no estaban en su mejor momento.
Por ello, “Eat To The Beat” es el comienzo del camino hacia
la disolución del grupo en los primeros 80. Aún les quedaría algún disco más
antes de su separación hasta finales de los 90, pero no llegarían al nivel de
este “Eat To The Beat”, al cual se puede criticar todo lo que ustedes quieran,
pero que mantuvo dignamente el nivel que marcó el predecesor “Parallel Lines”.
Incluso en aquellos días “Call me”, como single compuesto para la banda sonora
de la película “American Gigolo”, tuvo un éxito y aceptación tan grande como la
que por ejemplo tuvo “Atomic”; sí, también fue nº 1 en el Reino Unido.
He advertido que hablaría de ello al final, pues bien, vamos
con ello. Quizás el orden de canciones invita a crear una sensación de desorden,
que si queremos no verlo como imperfección, sería un retazo de la anarquía punk
de donde proviene la banda. Individualmente las canciones son todas salvables,
algunas menos que otras eso sí, pero no hay casos de flagrante sonrojo. Lo que
pasa es que el disco, por la variedad de estilos que soporta, peca de
inconsistencia y para haber ensamblado bien el conjunto habría que haber hilado
muy fino en cómo colocar las canciones en fila. La tarea no era fácil y de
hecho creo que ahí se erró, ya que pasar de escuchar de un tema al siguiente, a
veces resulta muy abrupto.
No obstante, no seré yo quien critique a este disco con
Debbie en el plano central de la foto de la portada y solamente acompañada de 2
de los otros componentes de Blondie. Está bastante bien. No tiene la frescura y
soltura de “Plastic Letters”, ni tampoco es tan perfecto como “Parallel Lines”,
pero es que “Eat To The Beat” tiene su propio estatus: el de un disco variado,
algo anárquico y desordenado en su concepto global, que no en vano como ya he
comentado antes, podría reflejar el espíritu punk del que proviene el grupo.
Como a muchos familiares y amigos, hay que quererlo con sus virtudes y sus
defectos, siendo más las primeras que los segundos.
Esta tarde en la sintonía de RUAH y de &radio a las
16.00h podrán escuchar en riguroso directo el 3er. programa de la temporada que
versará sobre el disco “Duke” de Genesis. El miércoles podrán escuchar el
primer programa entrevista de la temporada, cuyo contenido podrán conocer en
los próximos días. Estén atentos.