Y después de nuestra parada en el Pozo Claro para reponer energías positivas, llegamos a Bocairent a través de la carretera nacional. No ocurría así en la época del Al-Andalus cuando a Bekirent solo se podía acceder por una puerta. Aunque no resultaba nada fácil entrar porque, al vigilante de guardia, había que convencerle de que al pueblo llegabas con intención de comprar o vender productos y… de forma pacífica. Dicho de otro modo: que no ibas a provocar altercados ni ibas a ser ninguna amenaza para la población. Y si al guardián no le convencías, entonces, te tocaba dormir fuera de la muralla y, nunca mejor dicho, a la luna de Valencia…
Pero esta situación cambió con la Reconquista porque Jaime I ordenó colocar en la puerta de entrada la imagen de la Virgen de Agosto. El honor de esa imagen protegía a todo aquel que se aventurara a entrar en Bocairent. Gracias a la Carta Puebla, treinta y dos familias repoblaron Bocairent y Agres. Aquí construyeron un molino y explotaron las salinas. Una villa que se convirtió en una de las más florecientes del Reino de Valencia y de las más laboriosas gracias a la industria lanar que se desarrolló entre los siglos XIV al XIX.Aunque antes que musulmanes y cristianos, los hombres del neolítico ya caminaban hacia estas tierras desde la costa mediterránea para practicar el trueque con su sal y llevarse a cambio el sílex tan abundante en estas montañas.Y entramos al entramado laberíntico forzando nuestros pasos por las pendientes que la van elevando. Recodos de callejones y rincones que, según cuentan leyendas, recuerdan a diferentes profecías de Mahoma. Y que nos agradecen haber elegido calzado cómodo. Callejones de piedra entre las fachadas blancas de este pueblo medieval. Algunas de sus ventanas se visten de colores al seguir las tradiciones de antaño. Ramilletes de verduras y hortalizas secándose al sol. Rojos pimientos que secan para luego asarlos con brasas y mezclarlos con bacalao seco y aceite de oliva. Apetecible alimento que dicen, debe digerirse junto a un licor de hierbas recogidas en la Sierra Mariola antes que florezcan: menta, tomillo, salvia, hinojo, marialuisa… maceradas en anís. Uno de los primeros rincones medievales que nos vamos a encontrar es la Calzada Excusada. Una puerta da paso a un pasadizo y sus escaleras para salvar el desnivel entre una calle y otra. Accedemos desde la ciudad amurallada al puro barrio medieval que nos va a obligar a ascender en un fuerte ziz-zag. No importa. Las vistas lo merecen. Callejones con escaleras, con pendientes pronunciadas, con recovecos intrincados donde la piedra se ha ido desgastando a lo largo de los siglos. Pero luce bella en una fusión perfecta junto al verde de las plantas y los vivos colores de sus flores que las mujeres cuidan con mimo.Junto a las viviendas con poca altura, aparecen otras elevándose hacia el cielo, en un alarde de equilibrio sobre el desnivel de la montaña. Casas muy estrechas donde nos da la impresión que solo cabe una habitación. Y aunque sea bastante desconocido, Bocairent cuida hasta el más pequeño de sus detalles. Por eso, las campanas de su iglesia tienen nombre propio. Allí, en lo alto, aparecen Blas, José, María y Bárbara. Una iglesia de esas típicas que ya se levantó sobre los restos de un templo derribado por un terremoto que, a su vez, se edificó sobre las ruinas de un castillo árabe. En su interior existe una pila bautismal que fue esculpida por canteros que también trabajaron en la Lonja de la Seda de Valencia y en el Miguelete.La Cueva de la Prensa es uno de los lugares donde se trabajó la lana. Ya en el siglo IX los musulmanes se dedicaban a la elaboración de paños. Una artesanía que estaba favorecida por la abundancia de agua en la población. Alrededor de 1587, el pueblo ya contaba con doscientos telares creando hasta veinticuatro paños diferentes. Bocairent también tiene sus retazos cristianos y leyendas que aún te puede relatar algún vecino que te encuentres sentado en su puerta. Porque nos cuenta el bocairentino bien orgulloso que San Vicente Ferrer también visitó aquellas tierras una noche de una terrible tormenta. Buscó refugio en una de las cuevas. Tras la lluvia, el monje escurrió su manto al sol. Y allí nació un manantial con aguas curativas.Y al lado de la vivienda de este amable vecino se encuentra la Plaza de la Prisión, rincón entrañable donde predicó el propio San Vicente Ferrer y desde donde salieron las autoridades para vitorear a Fernando VII. Un balcón de forja valenciana nos señala el edificio donde se estaban los calabozos de la ciudad que se encontraban en los subterráneos.Dicen que la ventana esquinera que vemos enfrente de la prisión es la única en su forma de la Comunidad Valenciana. Desde esta pequeña plazoleta vamos descendiendo y paseando por las calles con mayor esencia de Bocairent. Esas que nos envuelven en el pueblo, ese pueblo viejo y auténtico. Entradas diferentes para cada vivienda. Fachadas ancladas en el pasado que sus habitantes han querido mantener como herencia. En uno de los tramos nos encontramos en otra plazoleta y con la casa de uno de los poetas musulmanes nacidos aquí, Ibn Ruhaim. Su hogar se encuentra al lado de otra ermita. Descendemos hasta llegar al mirador salvando el fuerte desnivel de la montaña. Un rincón que nos permite ver las casas colgadas hacia el barranco y enclavadas en la roca y, allí, en el fondo un puente, el más antiguo de Bocairent.Aquí podemos visitar los restos de las casa medievales. Restos arqueológicos que fueron descubiertos recientemente y que nos muestran las casas donde se trabajaba la lana. Viviendas de tamaños diferentes en las que existían aljibes y canalizaciones para su trabajo artesano, cuidar del huerto y de sus animales. Algunas tenían varias alturas y dependencias.No podemos dejar atrás Bocairent sin conocer Les Covetes dels Moros aunque tendremos que tener muy en cuenta el horario de visitas de estas cuevas que se encuentran fuera del casco urbano. Covetes que están declaradas Monumento Histórico-Artístico. Más de cincuenta cuevas que están excavadas en la propia roca por el hombre y en las que abrieron unas oquedades utilizadas como ventanas. Como un laberinto. Comunicadas unas con otras gracias a galerías dentro de la montaña. Origen de cuevas bastante incierto porque unos aseguran que las excavaron los propios agricultores como refugio en la época musulmana. Otros comentan que fueron utilizadas como guarida fortificada. Tampoco hay que dejar de ver la Cava de San Blas, una nevera que abastecía de agua al pueblo donde se almacenaba la nieve entre capas de paja para luego venderse a otros pueblos de los alrededores.
Y nos alejamos de Bocairent volviendo la mirada hacia ese pueblo blanco apiñado entre la sierra, frontera natural entre Valencia y Alicante. Bocairent sabe que volveremos. Y allí nos espera resistiendo los embates del tiempo…
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