Bolero de Ravel, dirigido por Christoph Eschenbach con la “Orchestre de Paris” (part 1)

Es una espiral creciente que acaba en una explosión de vida…

Van entrando los instrumentos, uno tras otro, desde el pianíssimo inicial hasta un final que vale la pena escuchar con los altavoces bien fuertes. Los vientos primero, de uno en uno, de dos en dos… cuando entran los violines ya es una celebración comunitaria… todos sostenidos por la caja, que en el centro de todo marca incansable e impecable el ritmo que permite que lo demás suba y suba… y suba… y nos podamos estirar y estirar hacia arriba… gracias a que ella toma tierra y nos mantiene anclados al suelo. Es cómo la sensación que lo sostiene todo: la emoción, lo mental… y que permite que se de esta apertura hacia el cielo, desde el centro de nuestro cuerpo. Eléctrica. Enorme. Abierta. Celebrativa.

Es un regalo. Es un regalo la pieza (gracias Ravel). Es un regalo la interpretación (gracias al director y a la orquesta). Y es un regalo poderla escuchar así (gracias Claudio).