Colaboración de Ebags.
¿Puede más la costumbre que el valor?
Con mayor frecuencia observamos en la calle personas utilizando bolsas de tela, bien sea para ir de compras o para trasladar objetos de un lugar a otro. Esto nos lleva a pensar que existe algún factor que está promoviendo su uso.
¿Podría ser una “moda verde”, simple comodidad o existe alguna causa más profunda o emocional que está cambiando el comportamiento ciudadano en Venezuela?
Desde hace algunos años se escucha en nuestro país con más cuidado a las organizaciones ecologistas, movimientos ambientalistas, colectivos de arte reciclado; al menos una vez a la semana podemos escuchar, leer o hablar sobre caminatas, batidos verdes, comida sana, “fitness” o recolección de tapas, esto es un claro reflejo de que nuestra sociedad se está uniendo a la tendencia global de los llamados “Consumidores Verdes” y que está despertando la conciencia ecológica y la preocupación por el ambiente.
Nuestro planeta a nivel general tiene graves índices de deterioro, el efecto invernadero, la polución, fuertes sequías y más. La contaminación generalizada es un tema principal en muchos países, uno de los puntos más discutidos es la problemática generada por el uso indiscriminado de bolsas plásticas. Estas se han prohibido en algunos países, existen impuestos de uso en otros; en Venezuela ya vemos ordenanzas como la del Municipio Carirubana (Estado Falcón) y Municipio Chacao (Estado Miranda) que regulan el uso de las bolsas plásticas. Son pequeñas luces que hacen pensar que Venezuela se unirá dentro de poco a lo que el planeta necesita: menos basura y menos bolsas plásticas.
La naturaleza no puede degradar millones de toneladas de desechos plásticos que la población mundial genera pues tardan entre 100 a 500 años para descomponerse en pequeñas partículas tóxicas que son ingeridas por animales marinos y jamás vuelven a formar parte del ecosistema, contaminando en su proceso degenerativo el aire, los suelos, el agua y causando miles de muertes de animales.
Muestra de ello es el llamado “Nuevo Continente” isla de desechos que comienza a unas 500 millas náuticas de la costa de California y cruza el Pacífico norte, llegando más allá de Hawái e incluso hasta cerca de la costa de Japón.
Su extensión es realmente impresionante: dos veces el tamaño de la parte continental de Estados Unidos. Es el vertedero de basura más grande del mundo, esta isla se mantiene en su lugar girando debido a las corrientes submarinas, en la zona del Pacífico Norte las aguas giran lentamente en el sentido de las agujas del reloj dando lugar a esta acumulación. Esta gigantesca masa permanece flotando como una isla de basura, está compuesta de residuos y pesa más de 4 millones de toneladas -el 80% de plástico-. La densidad de los restos flotantes aumenta dramáticamente año tras año. ¡Increíble! ¿Cierto?
Curtis Ebbesmeyer, un prestigioso oceanógrafo, compara el vórtice de basura como a un ser vivo, es –según explica- como un gran animal sin correa. Cuando el animal se acerca a la tierra (como lo hace en el archipiélago de Hawái) los resultados son dramáticos, puesto que deja las playas totalmente cubiertas de este “confeti” de plástico. Alrededor del 70% de la basura acaba contaminando el fondo de los océanos.
Otro grave problema es que los plásticos actúan como una especie de “esponja química”, concentrando la mayor parte de los contaminantes tóxicos en los océanos. Los animales que consumen estos materiales contaminados los transfieren a lo largo de la cadena alimentaria, con los riesgos que ello implica.
Los activistas que luchan por la protección del medio ambiente advierten que a menos que los consumidores reduzcan el uso de plásticos desechables, la sopa de plástico se duplicaría en su tamaño durante la próxima década.