'Boy eating the bird's food'

Hay un tipo de gritos que pasan desapercibidos para mucha gente. Son gritos de socorro que brotan de una situación desesperada. Son chillidos que mucha gente ve, aunque son pocas las personas que se hacen eco. Nadie los oye, son gritos que salen del alma pero que han sido silenciados, no han cogido una forma musical y por ello han quedado relegados a un segundo plano. Ese proceso fallido de sonorización puede tener muchas causas, aunque es el orgullo quien suele conducir a esa situación límite.

Boy Eating the Bird's Food es un grito mudo, como prácticamente muda es la película. Es el retrato de una generación perdida con un personaje digno de manicomio. Minimalismo, pesimismo, transgresión e incluso nihilismo acompañan a esta desoladora llamada de emergencia.

¿De qué va?

Es el seguimiento constante de la decadencia de un joven contratenor griego que deambula por la vida en condiciones infames. En la película se muestra ese afán por sobrevivir en la miseria, y en como a causa del orgullo este joven se condena a vivir en la penuria. Perversa película en las que no faltarán momentos de lo más controvertido que se recuerde en el cine.

¿Quién está detrás?

La crisis griega avanza paralelamente al nacimiento de una nueva generación de cineastas con muchas historias que contar. El autor de esta película es un hombre de teatro, Ektoras Lygizos quien se sitúa al lado de nombres como Samuel Beckett, Henrik Ibsen, Anton Chekhov o Alfred Jarry. Esta es su Ópera Prima presentada en Toronto la cual no ha dejado a nadie indiferente.

¿Quién sale? 

Yannis Papadopoulos es quien interpreta al joven de forma magistral. Compleja actuación que hace sin vergüenza ni tabúes, ya sea ingiriendo comida de pájaro como haciendo una de las masturbaciones más célebres de la historia del cine. Consigue en su actuación expresar sentimientos contradictorios como repulsión, compasión o, sobretodo, pena. A tener en cuenta.

¿Qué es? 

Un reallity show que bien podría haber sido rodado por un Haneke con cámara en mano. O un alter ego del personaje repugnante que secuestra a la gran Eva Mendes en Holly Motors.

¿Qué ofrece?

Es una perfecta fotografía de los daños ocultos que hay latentes en nuestro mundo occidental. Ese mundo que nos hacen creer perfecto pero en el que como todos los mundos acaba teniendo víctimas. Se trata de un joven que vive una situación social terrible, pero no es solo eso lo que su director quiere expresar; vemos de forma implícita a un joven que huye, que no consigue vivir de forma estable. ¿Por qué? Eso lo deja Lygizos oculto, para que sea el espectador quien lo construya. No se limita a decirte que 2 + 2 = 4, sino que cambia ese resultado por un interrogante para que sea el público el que se aventure a adivinar por qué ese joven ha acabado viviendo en condiciones infrahumanas de las que se resiste a salir pidiendo ayuda. Un paseo por la compleja mente del hombre posmoderno hundido y abatido por la propia sociedad en la que lo único que no es hostil es un canario que el joven cuidará hasta las últimas consecuencias.