No estamos en el circo pero
tú danzas sobre el cable con vehemente equilibrio.Una suave brisa, la misma que hace avanzar las noticias, nos aleja
del wi-fi y los servicios de emergencia.A tus pies solo vacío, medio centenar
de metros sin pausa ni mesura.La belleza es tan inútil en algunas ocasiones.
El miedo se adivina en tu cara y en los tópicos
cuando el puente que atraviesas se somete al tiempo,al abandono, al cliché obsoleto de la ingeniería
o al Tratado de Maastricht y otros convenios comunitarios.
Nadie ha caído rendido en esta sima, sólo mi miedo,
esa soga semielástica que me lanza a intentarlo y a rendirme.Sin muertos no hay batalla, digo, pero yo no quiero ser el cadáver
de este banquete dominguero y vegetal.Admiro tu valor. Imagino tu cuerpo desprendiéndose raudo
hacia ninguna parte y el arroyo del final del mapano servirá de colchón para follarte ni salvarte la vida.
El crash sería irreversible, como si algún crash no lo fuera siempre.
La voluntad lo puede todo y pienso en Hitler y en los tanques,
en cómo escapar del laberinto de vías, piedras y paisajes idílicosdel infierno.
Yo regreso por la senda de los cobardes, agazapado, arrodillado
entre los charcos y la maleza.Tu mano es mi aliento. Tu mano todo lo puede.
Abandonas porque sabes que tu sitio está aquí, en este lado,
porque peligro ya no es tu segundo nombrey sabes -y yo también- que podrías haber cruzado este puente
y todos los puentes hasta las puertas doradas de la ciudad de Seúl
de habértelo planteado.
Pero no lo hiciste. No.
A cambio hablamos de las consecuencias. De las compañías de seguros
y de renfe o el gobiernoSe aproximan elecciones. No es tiempo de heroicidades.