Revista Cultura y Ocio
El comisario Brunetti vuelve de la mano de Donna Leon a emprender su cruzada contra la delincuencia, la burocracia y la desidia en su divina Venecia. En esta cita, que ya es la 23 de los lectores con este peculiar héroe de andar por casa, la indignación ante el espolio real de la biblioteca Girolamini de Napoles, ocurrido en el 2011, y en el que, según la policía, el director de la institución, junto a un comisario y cuatro empleados robaron impunemente miles de libros antiguos, ha sido la inspiración para que Donna Leon construya Muerte entre líneas. La gran dama de la novela negra, siempre atenta a denunciar los atentados contra la cultura, incide una vez más en la crítica a la corrupción en Italia. Traslada el escenario de los hechos ocurrido en Nápoles a la biblioteca veneciana Merula y teje una historia en la que el amor a los libros y el desprecio de la cultura propia se ven las caras. No hay piedad ni para los que participan en los robos, ni para los que compran los libros y se presentan como bibliofilos. Tampoco hay perdón para los que desde dentro se comportan como traidores. La trama va más allá del crimen intelectual e incluye un asesinato cruel, cuya víctima es un exsacerdote lector compulsivo de
Tertuliano y los santos padres.
Sin duda, el relato hará temblar de emoción e ira a los que ven en los libros algo más que objetos de compraventa, ya que su proximidad a la realidad, y su exquisitez en las descripciones de los volúmenes y las bibliotecas, pone los pelos de punta al mismo tiempo que fascina.
Brunetti se vuelve a rodear de sus personajes más afines para llevarnos hasta su mundo: su esposa Paola, se dice que es el alter ego de Donna Léon, una mujer cultivada, profesora de literatura inglesa en la Universidad y apasionada de los libros y la cocina; su compañero Vinaello, el policía inteligente; la signorina Elettra la elegante y sagaz ayudante siempre vestida a la ultima moda; el circunspecto piloto de la motora Foa y el exasperante Patta, un jefe que responde al perfil del perfecto inútil vestido con camisas compradas en Londres. Tampoco faltan su suegros, el conte y la contessa Falier, cultos, ricos, frívolos y exquisitos y su palazzo veneciano, que un día Brunetti heredará.
Por supuesto, la ciudad de Venecia, sus restaurantes, su café Florian, sus costumbres y gastronomía, también juega un papel protagonista a la hora de explicar una época y una sociedad. Donna león aprovecha una vez más el relato para por por boca de Brunetti dejar patente su preocupación por el deteriro de la ciudad de la los canales. En este ocasión su batalla es contra el paso de los grandes cruceros por el Gran canal, hasta la misma puerta del la plaza de San Marcos. "Desde donde le miraban, aquel gigante tapaba la vista de la ciudad, la luz del sol y cualquier sentido de percepción, sentido o propiedad de las cosas. ¿Qué efecto podía tener el buque sobre la piedra de la riva y sobre el material de cientos de años de antigüedad?", relata ante el paso de uno de sus mamotretos flotantes. Una pregunta inquietante.
Publicado en La Voz de Galicia