Revista Expatriados

Budismo y nacionalismo en Sri Lanka (2)

Por Tiburciosamsa

El “Mahavamsa” cuenta que el propio Buda se preocupó de preparar el terreno para la futura conversión de la isla y la visitó nueve meses después de haber alcanzado la iluminación. Posteriormente describe la conversión de Sri Lanka al budismo por Mahinda con tonos grandilocuentes, así como la llegada de las reliquias de Buda y de un retoño del árbol boddhi bajo el que Buda alcanzó la iluminación. Desde el comienzo el “Mahavamsa” deja clara la vinculación entre la isla y el budismo, así como entre realeza y budismo. La vara de medir la virtud de un rey determinado es su devoción al budismo theravada.

La parte que chirría más en el “Mahavamsa” es la que relata la historia del Rey Dhuttagamani. Dhuttagamani reinó entre el 161 y el 137 a.n.e. y lo más significativo de su reinado es que derrotó una invasión procedente del sur de la India y conquistó los pequeños reinos que los tamiles habían establecido en el norte de la isla, siendo el primer monarca que reinó sobre toda su extensión. Si la conversión de Sri Lanka al budismo es el gran tema del “Mahavamsa”, la historia de Dhuttagamani es el segundo gran tema. El poema le dedica 863 versos, mientras que a los reyes que le sucedieron durante los 500 años siguientes, los despacha en 507 versos.Existe un episodio en la historia de Dhuttagamani que causa incomodo a cualquiera que lo lea sin ojos de nacionalista irredento. Se trata de la batalla contra los invasores tamiles, narrada en el capítulo 25. Antes de la batalla el rey pide a la comunidad monástica que le den “bhikkus” que le acompañen “ya que la visión de los bhikkus es una bendición y una protección para nosotros”. El episodio puede verse como un ejemplo de la devoción real. Pero también puede verse como una suerte de cruzada budista contra los invasores, en la que los bhikkus proporcionan la justificación ideológica para la campaña que va a emprender el rey.Dhuttagamani vence en la batalla, pero, al igual que le ocurriera al Emperador Asoka doscientos años antes tras la conquista de Kalinga, la visión de todos los que han muerto en la batalla le entristece y no le deja gozar de su triunfo. Menos mal que siempre hay un turiferario cerca de los poderosos para recordarles que son la mamá de Tarzán. En este caso, no uno sino ocho; ocho arhats van a consolar al rey y le comunican que tampoco es para tanto, que en realidad en la batalla sólo murió un hombre y medio: “El uno se habia acogido a los tres refugios, el otro había adoptado los cinco preceptos. Descreidos y hombres de mala vida eran el resto, no más valiosos que las bestias. En cuanto a ti, traerás gloria a la doctrina de Buda de muchas maneras. Por tanto aparta las preocupaciones de tu corazón.”
Este episodio no hay por dónde cogerlo, pero lo cierto es que al “Mahavamsa”, si se quiere, se le pueden dar lecturas menos excluyentes y más amables, lecturas que no suelen practicar los nacionalistas al uso. Así, por ejemplo, al Rey Vijaya no le importó demasiado refocilarse con las nativas de la isla y tener hijos con ellas ni casarse más tarde con una princesa tamil shaivaita. Otro ejemplo: cuando llega el retoño del árbol bodhi, uno de los primeros que lo venera es un brahmán hinduísta, que recibe uno de los 32 retoños que le brotan milagrosamente. El “Mahavamsa” fue continuado por el “Chulavamsa”, que fue escrito por varios autores a lo largo de varios siglos y continúa las crónicas de la isla hasta 1815. Ideológicamente el “Chulavamsa” retoma el leit-motiv de que el budismo es clave para la identidad srilankesa. En él adquieren un papel especial las reliquias de Buda (un diente y su cuenco de limosna). Su posesión legitima a los reyes e incluso ayuda en las batallas. Si Dhuttagamani era el gran héroe del “Mahavamsa”, en el “Chulavamsa” el rey más ensalzado es Parakramabahu I, que reinó entre el 1123 y el 1186. Parakramabahu I reunificó la isla y fue uno de los pocos monarcas srilankeses que se embarcó en campañas de expansión, en su caso en el sur de la India y en Birmania. Además de sus conquistas militares y la reunificación de la isla, Parakramabahu hizo algo muy importante: unificó la sangha, poniéndola bajo la égida theravada. Sí, como suena, porque el relato nacionalista se olvida a menudo de que durante muchos siglos en Sri Lanka coexistieron el budismo theravada, el mahayana y hasta el tántrico y que sólo con Parakramabahu se produjo la victoria definitiva del budismo theravada y la erradicación de sus rivales.Así pues, el nacionalismo budista srilankés posee textos de una antigüedad considerable que, interpretados correctamente, sirven para sostener sus tesis. Pero este nacionalismo también cuenta con algo indispensable para todos los nacionalismos: una buena dosis de victimismo. A este respecto quiero hacer un inciso: que los nacionalistas vayan de víctimas no significa que nunca tengan motivos para sentirse como tales. En ocasiones realmente fueron objeto de agravios en el pasado y parte de sus actitudes son comprensibles. En el caso de los nacionalistas budistas srilankeses, hay que reconocerse que tienen de qué quejarse. Quitando el Tibet, no creo que ninguna otra nación budista haya sufrido tantos atropellos a su religión.



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