Creo que es importante conocer la historia que se oculta detrás del nombre de la calle en la que vivimos. Saber por qué razón se llama así y no de otra manera. Obran en mi poder, por ejemplo, un tocho considerable con la historia de los nombres de las calles de París, en francés claro. Tengo otro, más fino, con la historia de los nombres de las calles de Cimavilla, mi barrio. Y el pasado viernes me hice con otro tocho con la historia de los nombres de las calles de la ciudad que habito: Gijón. El caso es que en la librería me regalaron otro librito: Mujeres en el callejero de Gijón, de Carmen Gómez Ojea, escritoria gijonesa de pro. Y por este último, que es más bien un artefacto literario, empiezo. Carmen Gómez Ojea le añade su toque feminista y social a cada entrada de este callejero. Por ejemplo:
Calle ESTHER SASTRE
Bonaerense llegada a Gijón de corta edad. En 1930 fue la primera mujer que, en menos de dos horas, hizo a nado la travesía de El Musel-Gijón. Por entonces había en Gijón muchas mujeres que, en la vida y haciendo deporte, no se quedaban a la orilla, sino que se mojaban y avanzaban. Y ni siquiera la guerra y la posguerra las ahogaron.
Sin embargo, en mi opinión, lo mismo que en unas entradas la aportación literaria de Carmen Gómez Ojea es magnífica, como en el ejemplo anterior, hay otras entradas, como la dedicada a la hija del poeta inglés Lord Byron, en que esta aportación resulta, a mi juicio, excesiva, de una pedantería, erudita, insultante:
Calle ADA BYRON
En el Parque Científico y Tecnológico hay una calle con el nombre de la hija de ese poeta inglés que parecía estar poseído por el espíritu inquieto de Ashaverus, el Judío Errante, porque pocos lugares existen en Europa que no haya pisado este viajero, cojo igual que Jacob después de luchar con el mismo Dios, o a semejanza de algunos dioses, como el Hefesto griego o el Vulcano romano, o al modo de algunos colegas suyos, escritores como Quevedo o Walter Scott. Pero la calle gijonesa dedicada a Ada Byron no tiene nada que ver con su padre, sino con sus propios merecimientos, como su voluntad de luchar contra la cojera y llegar a prescindir de las muletas, defender el derecho a darle de comer a su cerebro, siempre ávido de saber, y no limitarse a ser simplemente lady Lovelace por su matrimonio, sino, junto con Charles Baggage, la pionera de la informática y de las máquinas computadoras, por lo que un lenguaje de programación universal lleva hoy su nombre.
Y también tiene su punto leer lo que escribe Carmen sobre aquellas calles de las que desconoce la historia de las mujeres que les dan nombre:
Calle DOLORES
Seguro que su nombre se debe a una muy mujer popular por su trabajo de chalequera, sombrerera, comadrona o por algún motivo singular, que allí vivía y no precisaba de apellido ni más señas para ser identificada.
Carmen Gómez Ojea en Mujeres en el callejero de Gijón (Ayuntamiento de Gijón, 2010).