En consecuencia, mientras vas leyendo las experiencias íntimas y personales de profesoras, amas de casa, médicos, madres primerizas, jóvenes enamoradas, escépticas del amor, mujeres ambiciosas o conformistas y un sin fin de etcéteras, obtienes la sensación de que todas ellas tienen algo en común. A pesar de las diferencias sociales, generacionales y de caracteres que cada una defiende a su manera, es fácil darse cuenta de que todas ellas llevaban demasiado tiempo reprimiendo un fuerte deseo de hablar. Sí, de hablar. Porque Buenos días, guapa es una pequeña muestra de un momento de convulsión, de destape femenino (figurado y literal) en el que, por primera vez, son ellas las que tienen la palabra.
Así que tal vez Maxie Wander vio en aquel momento de transición una oportunidad ideal para dejar constancia de esos nuevos gritos que sonaban cada vez más fuertes y que exigían el derecho a hablar, decir y opinar de los 19 nombres impresos en las páginas de este libro. ¿Quiere decir esto que todas estas mujeres pugnaban por una libertad colectiva? ¿Que todas ellas se mostraban rebeldes y subversivas? ¿Que el mensaje último de la obra es puramente feminista? No, no necesariamente, pues, insisto, lo que buscaban a través de su testimonio era ofrecer su yo, su mirada particular sobre el sexo, la maternidad, la vida laboral, el matrimonio y la política, aunque se contradijesen unas a otras. En definitiva, tan solo querían deshacer el silencio.
Es verdad que mucho se ha escrito sobre nosotras. Que dijimos, decimos y aún tenemos mucho que decir. Este libro, escuchado y escrito por Wander en la RDA de los 70, es solo una prueba más, puede que no la mejor ni la más sorprendente, pero no por ello carente de importancia. Al fin y al cabo, es bueno recordar que despertar con un "buenos días, guapa" de poco nos sirve si el resto del día no nos quieren -ni nos saben- escuchar.