Se inauguró la temporada de festivales con todas nuestras expectativas depositadas en el Bull Music Festival. Hambrientos de música nos fuimos pa’ Graná. De repente llegó la lluvia, el cartel peligraba y se produjeron las primeras cancelaciones: Inés y los Inesperados y Carlota. Pero la lluvia, que si mirabas al suelo te hacía recordar al mismísimo Glastonbury, rápidamente dejó paso al buen tiempo, salpicado solo a veces de llovizna ligera. A eso de las 19h se iniciaba el viernes. El recinto, este año en el Cortijo del Duque, se alejaba de Granada centro, pero el servicio de autobuses funcionaba sin descanso durante tarde y noche y un flujo constante de personas (30.000) pasaron por el festival. Tres escenarios acogieron hasta a 46 artistas. La programación laxa y bien estructurada te permitía saltar con rapidez de un escenario a otro y poder disfrutar un tiempo considerable de cada concierto.
Grupos como Pangloss, Varry Brava, Fusto Taranto y Antílopez abrieron las tardes en un panorama inigualable: Sierra Nevada vestida de nieve y temperatura otoñal. Lástima que cuando los granaínos Arco subieron al escenario, la mayor parte de los festivaleros aún no habían llegado. Antonio y su banda traían a su ciudad natal su nuevo álbum Abril, y con la sensibilidad que le caracteriza regaló a los nostálgicos la belleza de algunos textos y canciones inolvidables de la vieja formación.
No faltaron bandas como los jovensísimos Polock, con su aire disco-pop americano, o los amantes del directo y festivaleros por excelencia Juanito Makandé, El canijo de Jerez o Kase.O.
La diversión llegó con Trashtukada y O’funk’illo. Frescos y espontáneos como solo ellos pueden serlo sobre el escenario, hicieron despertar al público recién llegado que acabó bailando enloquecido, animados por un “Funk with me?” de las camisetas de las coristas y la explosión de energía que ambos grupos derrochaban en el escenario.
Por otro lado, The New Raemon, con su estilo minimalista-indie, cantaba para un público selecto. Íntimos y suaves, era un placer para los oídos dejarse arrastrar por su poesía y melodías melancólicas que nos devolvieron un poco de calma en mitad de la tempestad musical.
A continuar La fiesta nos fuimos hasta el escenario Bull Graná. Nos dimos cuenta de que había llegado la noche cuando Macaco irrumpió en el escenario español con un espectáculo de luces, animación, juegos visuales y mensajes pacifistas. El recinto se llenaba para dar la bienvenida a una banda (o más bien una familia) plural y cercana, que no dejó de sorprender con canciones sinceras que acabaron ganándose nuestra simpatía y admiración.
Pero la estrella de estos dos días de conciertos fue sin duda Izal. El calificativo de fenómeno de masas les venía como anillo al dedo. La acogida fue masiva y llegaron con la fuerza de quien es aclamado por miles de fans llegadas de toda España. Autoterapia para las grupis incondicionales que desde Murcia llenaron las primeras filas y a mi espalda un chico joven lloraba cuando partieron los primeros acordes de Pausa. Por encima de nuestras cabezas lleno total. Por primera vez no conseguíamos ver el final de un público que se extendía hasta los límites del recinto.
Pero fue Rosendo quien nos enamoró. Llegó con su rock puro y la historia de toda una generación entre sus dedos. Un público fiel y nostálgico se aglutinaba para cantar los viejos himnos que nunca pasarían de moda y empaparse de un show con tintes de despedida. No pude ver un virtuosismo igual a la guitarra en dos días de festival, ni una voz más auténtica sin indicio alguno del paso del tiempo. Su sola presencia elegante sobre el escenario era un ejemplo de profesionalidad y saber estar.
Nos quedamos un rato con Grises y su indie-popero buen rollo. Pero no pudimos resistirnos e hicimos una escapada hasta la zona electrónica y su Undergroud Tent para conocer del vivo al polifacético y exitoso Dj holandés Joris Voorn.
Intenso fue el concierto de los sevillanos SFDK. El grupo, que iniciaba sus andaduras musicales a principios de los 90, se rodeaba de un público jovensísimo y comprometido que manos en alto animaron a ritmo hiphopero durante hora y media de espectáculo sin descanso. Tras su concierto muchos se fueron a casa.
Pero para nosotros continuaba la noche y no queríamos irnos sin escuchar El columpio asesino. Sintetizadores y música experimental, la originalidad se posaba por fin en el Bull. Albaro Arizaleta a la voz y batería, y la magnética y electrizante Cristina Martínez ragalándonos un show de gran calidad que para entonces congregaba a pocos. Por suerte se llevaron el mal sabor de boca de Zazo y gxurmet, que ofrecieron el espectáculo más humillante de mi historia musical.
Antes de decir adiós y aun con la música del columpio resonando en los oídos volvimos al Underground. Dj Popof amenizaba una noche que prometía entonces interminable mientras que los technócratas-nocturnos bailaban entregados, recibiendo con entusiasmo a los nuevos visitantes.
En el Bull Festival la fiesta continuaría durante el resto de la noche, pero nosotros nos despedíamos hasta el próximo año.
Si te perdiste éste, vete preparando para el próximo 31 de mayo y 1 de junio. ¡Desenfreno de música y buen rollito te esperan en su tercera edición!
Bull Music Festival
La entrada Bull Music Festival: que nos quiten lo nublao se publicó primero en 8pistas.