Revista Sociedad

Burhanuddin Rabbani y sus tiempos (I)

Publicado el 20 octubre 2011 por Tiburciosamsa

Burhanuddin Rabbani y sus tiempos (1)
Tiene algo de irónico haber sobrevivido a la policía del régimen pro-soviético, a la invasión soviética, a los misiles de Hekmatyar y a los talibanes para que te acabe matando un tipo que tenía el turbante repleto de bombas, en un atentado que parecería ideado por Gila. Igualmente tiene algo de irónico que después de haber sido uno de los señores de la guerra que se disputaron el país en los noventa acabes encabezando las negociaciones de paz por el lado del Gobierno. Pero esas son las ironías de Afghanistán.
Burhanuddin Rabbani había nacido en 1940 y pertenecía a la minoría tadjika. Estudió en la Darul-uloom-e-Sharia (Abu-Hanifa), una escuela religiosa de Kabul que seguía las doctrinas deobandíes. La escuela deobandi fue creada en la India en respuesta al colonialismo británico; tiene bastantes puntos en común con el wahhabismo en su anti-occidentalismo, en su deseo de purificar al Islam de adherencias extrañas y en su adhesión a la sharya. Tras su paso por Abu-Hanifa, estudió Ley Islámica y Teología en la Universidad de Kabul. Destacó tanto que al graduarse en 1963 la universidad le contrató como profesor. En 1966 viajó a Egipto para ampliar su formación en Filosofía del Islam en la Universidad Al-Azhar.
Su estancia en Egipto resultó clave. Allí trabó contacto con los líderes de los Hermanos Musulmanes, que buscan el establecimiento por medios no violentos de una sociedad basada en los principios del Corán y la Sunna. Allí también estableció contacto con otros estudiantes afghanos, gente como Musa Shafiq, Ustad Tavana, Abdul Rahin Niazi y Abdur Rab Rasul Sayyaf, que también se imbuyeron del ideario de los Hermanos Musulmanes. En Egipto fue, finalmente, donde Rabbani se politizó.
En los años sesenta Afghanistán tenía un régimen autoritario que buscaba abrirse con bastante torpeza. En esa sociedad que se estaba modernizando y trataba de romper con las estructuras del pasado, varias fuerzas pugnaban para convertirse en las guías del Afghanistán del futuro: los demócratas, los marxistas, los comunistas pro-soviéticos, los nacionalistas y los islamistas. Los afghanos que habían estudiado en Egipto volvieron con ganas de trabajarse un lugar bajo el sol y difundir las ideas de los Hermanos Musulmanes. El primer lugar en el que pusieron en práctica su recién adquirido activismo fue en la Universidad de Kabul. Su mentor fue Ghulam Muhammad Niyazi, que después sería Decano de la facultad de Sharya de la Universidad. Rabbani, además de sus labores como profesor, se convirtió en el secretario de Niyazi.
En 1972 los profesores simpatizantes con los Hermanos Musulmanes constituyeron una organización secreta, la Jami’at-e Islami Afghanistan (Asociación Islámica de Afghanistán), cuyo líder oficioso era Niazi y de la cual Rabbani era el “emir”. La Jami’at abogaba por un orden político basado en los principios del Islam y era enemiga irreductible del comunismo, el ateísmo, la corrupción y el dominio extranjero. Su método de acción era gradualista y pacífico.
En esos años Rabbani trabó contacto con dos miembros de la Jami’at que jugarían un papel esencial en la subsiguiente Historia de Afghanistán: Ahmed Shah Mansour y Gulbuddin Hekmatyar. La inquina entre Rabbani y Hekmatyar data de aquellos años. Mientras que el primero defendía el enfoque reformista del movimiento, el irascible Hekmatyar abogaba por la revolución y la violencia.
En julio de 1973 Mohammed Daoud Khan dio un golpe deestado, derribó la Monarquía e instauró una República de tendencia progresista. Muy pronto decepcionó a una buena parte de la opinión islámica y un partido de esa tendencia, el Hizb-e Tauhid, trató de montar un golpe de estado con cierta impericia. Daoud lo desbarató, persiguió al Hizb-e Tauhid y, ya puestos, también arrambló con los islamistas agazapados en la Universidad de Kabul. Ghulam Muhammad Niazi y 180 profesores y estudiantes más fueron detenidos en abril de 1974. Rabbani parece que recibió un soplo y logró salir por piernas. Para su desgracia, otro que también logró escapar fue Gulbuddin Hekmatyar.
Rabbani, Hekmatyar y otros afghanos encontraron cobijo en la ciudad pakistaní de Peshawar, donde tenía sus oficinas el Jami’at-e Islami de Pakistán. Desde el inicio, los servicios de inteligencia pakistaníes, el ISI, ofrecieron asistencia a los refugiados afghanos. Pakistán recordaba con amargura lo mal que se lo había hecho pasar Daoud cuando fue Primer Ministro en los 50 con su idea de crear un gran Pashtunistán y quería tener un palito para ponerle en las ruedas si volvía a ponerse muy pesado.
Todo lo referente a Afghanistán es siempre muy complicado. Entre las fuentes que he leído hay ciertas contradicciones sobre lo que Rabbani y Hekmatyar hicieron en Peshawar entre 1974 y 1979 y, sobre todo, cuál fue su papel en la insurrección islámica de 1975.
Parece que Rabbani pensaba que Daoud era básicamente un musulmán y que el problema eran los comunistas que le rodeaban. Por consiguiente, eliminados esos comunistas, se terminaría el problema. Para Hekmatyar realizar unos pocos asesinatos era demasiado poco. ¡Había que poner el país en llamas! Mientras que no hay ninguna duda de que Hekmatyar alentó los levantamientos islámicos del verano de 1975 contra el régimen de Daoud, la postura de Rabbani no la tengo tan clara. Es posible que simpatizase con sus objetivos y que supiese aproximadamente lo que se preparaba, pero dudo que controlase los acontecimientos tanto como Hekmatyar.
El 22 de julio de 1975, grupos islamistas atacaron las oficinas del gobierno en Badakshan, Laghman, Logar y Panjsher. Sólo triunfaron brevemente en Panjsher. En los demás sitios fracasaron calamitosamente y no recibieron ninguna ayuda de la población local. Peor todavía, el incidente proporcionó al régimen de Daoud una buena excusa para darles una vuelta de tuerca a los islamistas.
Nada divide más que no tocar poder y encima haberte llevado un revolcón. Para finales de 1975 los islamistas afghanos exiliados en Peshawar habían aumentado en número por los que tenían que haber salido por piernas tras el fracaso de ese verano y se estaban dando patadas los unos a los otros. Las diferencias estratégicas entre Rabbani y Hekmatyar llevaron en 1976 a la escisión del Jami’at-e Islami. Hekmatyar formó el Hizb-e Islami Afganistán, más violento y radical. En su ruptura también jugó el componente étnico: Hekmatyar pertenecía a la mayoría pashtún, mientras que Rabbani era de la minoría tadjika. Tras esta ruptura el ISI pakistaní pasó a apoyar preferentemente al nuevo partido. Les agradaba más la beligerancia de Hekmatyar y el hecho de que fuera pashtún le hacía más atractivo a sus ojos.
Los grupos de exiliados afghanos en Peshawar habrían seguido siendo un mero peón en manos del ISI para ponerle palos en las ruedas al régimen pro-soviético de Kabul, si no fuera porque la invasión soviética de Afghanistán en diciembre de 1979 cambió el escenario. De pronto Afghanistán se había convertido en un punto caliente de la Guerra Fría y los exiliados afghanos adquirieron un papel de baza geoestratégica que no habían tenido hasta entonces. Ahora la CIA, Arabia Saudí y el ISI se daban de tortas por proporcionarles ayuda.Rabbani, que hasta entonces había defendido la moderación y había estado abierto a alcanzar algún tipo de entendimiento con el régimen de Kabul, se unió al campo muyaidín y el Jami’at-e Islami pasó a la lucha armada contra el nuevo régimen. En el viraje de Rabbani posiblemente jugasen tres componentes: 1) La idea de que con el nuevo régimen mucho más estrechamente ligado a Moscú no habría compromiso posible; 2) El saber que ahora los guerreros anticomunistas se cotizaban bien en el mercado (Rabbani, además de saber mucho de religión, tenía un olfato muy fino para percibir las realidades del poder); 3) Es posible que sus amigos saudíes (gracias a su formación y a su conocimiento de idiomas, era el líder afghano más viajado y durante sus años Peshawar viajó a Arabia Saudí en varias ocasiones) le indicaran que ése era el camino a tomar ahora.
Rabbani tuvo la suerte de que contó con dos grandes comandantes militares, los también tadjikos Ahmed Shah Massud e Ismail Khan. Mientras Massud se batía el cobre con distinción en el norte de Afghanistán e Ismail lo hacía en Herat, Rabbani maniobraba desde Peshawar y se convertía en uno de los interlocutores y receptores de la ayuda de la CIA, el ISI y los saudíes. Aunque posiblemente la suya fuera la guerrilla más eficaz militarmente, Rabbani siempre tuvo que lidiar con su condición de miembro de una minoría étnica y la abierta preferencia del ISI por Hekmatyar, cuyo Hizb-e Islami fue durante esos años el principal receptor de las ayudas.


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