Revista Cultura y Ocio
Llego tarde. Hoy cubro el estreno de Puccini en el Real. Una acomodadora me acompaña hasta mi butaca. Buena fila y bien centrada. ¡Qué silencio! A mi izquierda, una localidad libre y, a mi derecha, un caballero. Huele a jazmines. Me da las buenas noches. Es mi primera ópera, le digo, a lo que me responde que la disfrute. Comienzan los primeros sonidos de la orquesta. Acerca sus labios a mi oído y, en voz muy baja, me pide que deje a mis sentidos empaparse de la música. ¡Qué buenas palabras para comenzar mi crónica!
Finaliza el primer acto. Estoy emocionada. “No ha sido más que el comienzo —continúa—. Ahora, consiente que la música te envuelva; déjate besar por las notas; permite que el calor y el amor te abracen; abandónate y siéntete acariciada por cada instrumento… Estás sola y desnuda, a punto de ser poseída”. Cierro los
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