Revista Coaching

C de CAMBIO

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

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En mi tercer día del abecedario, confieso que iba a escribir sobre otros temas. La C da para mucho: cultura, confianza, crisis, confort… eran mis otras opciones. Pero ya que quiero afrontar mi blog de manera mucho más positiva, creo que CAMBIO podría ser una buena opción, ya que engloba todas las anteriores.

Todos esperamos cambios (a mejor por supuesto), pero los cambios al mismo nos dan miedo. Y lo que nos da miedo es precisamente eso: salirnos de nuestra zona de confort como ya dije en uno de mis anteriores artículos.

Sin embargo es la propia vida la que nos empuja muchas veces sin remedio a que estos cambios se produzcan. Véase crisis. Por mal que suene (especialmente ahora, cuando rozamos cifras tan alarmantes de parados en nuestro país) las crisis son necesarias, pues son un motor efectivo para el crecimiento (otra C) en todos los sentidos.

La inercia, la rutina, la comodidad tienen el efecto negativo de crearnos una coraza de aparente seguridad en la que nadie -en apariencia- puede amenazarnos. Es una trampa peligrosa que nos atrapa, porque es invisible muchas veces y porque nuestro enemigo es el más poderoso: nosotros mismos.

Cuando la crisis sucede, en el ámbito que sea: salud, relaciones, trabajo, amistad, hijos… algo o alguien nos está diciendo que es hora de que cambiemos, de que las reglas que han venido funcionando hasta ahora ya no sirven y de que es hora de valorar de nuevo nuestra situación.

También es verdad que la cultura del cambio es algo que está siendo cada vez más integrado en la sociedad consumista, ya escribí sobre esta moda en uno de mis artículos de Brand of the Art. Pero cuando me refiero al cambio, no quiero decir cambios superficiales: cambios de look, de coche, de hobby… El cambio que aplaudo es un cambio profundo, un análisis interior sin el cual nada puede cambiar realmente.

Se habla hoy también de la crisis de valores. Los valores que antes tenían raíces y que la sociedad de hoy ha olvidado, vendiéndonos diversiones superfluas y proponiéndonos entretenimiento sin fin para alejarnos de nuestro mundo interior. Y como lo dije ya en la B de Bondad, dependemos muchísimo del entorno en que vivimos, es muy difícil no contagiarse de aquello y aquellos con los que interactuamos. La moda de lo rápido no nos deja tiempo para pensar. El trabajo estable que nos permite disfrutar de esta industria del entretenimiento exprime nuestro tiempo más preciado. Muchos padres apenas tienen tiempo para sus hijos y les compran con regalos y cacharros tecnológicos para que éstos se entretengan a su manera.

Sí, las crisis son necesarias. Como leí hace poco en un blog sobre literatura que sigo: “pierdes el miedo cuando ya no te queda nada que perder”. Cuando algo gordo nos ha pasado: la pérdida de un trabajo, una relación que ha terminado, una crisis existencial… ahí es donde de pronto sacamos las fuerzas de donde creíamos no las había. Bueno, en realidad solo tenemos dos opciones: hundirnos o avanzar. Espero que todos, si llega el caso, hagamos lo segundo.

La vida es cambio, es movimiento. Es avanzar, es descubrir, es indagar, es equivocarnos y es buscar soluciones. Según las leyes kármicas, todo ocurre por alguna razón (lo malo y lo bueno). Son lecciones que nos enseñan algo, que nos muestran nuestros errores y miedos y nos dan siempre una segunda oportunidad. La vida es aprendizaje y no hay aprendizaje sin error. Lo importante es darnos cuenta de ello, vencer el miedo y seguir avanzando.


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