
El diccionario es una cosa divertídísima, dependiendo de cómo se use. Entre otros simpáticos menesteres sirve para los divertidos 'juegos en el cementerio' que bien explicaba Cortázar en su Rayuela y que nunca he jugado sino solitariamente, como tantos otros quehaceres.
Todos al escuchar el vocablo euforia imaginamos un estado anímico óptimo, exaltado, pleno de alegría y satisfacción. Tal es la acepción más frecuente en psiquiatría y hasta en el lenguaje corriente. Sin embargo, etimológicamente el prefijo 'eu' significa 'bueno, correcto, normal' y la raíz griega 'foria' [φορος] significa discretamente 'llevar': euforia sería entonces una especie de eutonía anímica, de bienestar medianero nomás, y de hecho, ésta es la segunda acepción que recoge el Diccionario de la Real Academia. La del bombástico estado de ánimo que planteábamos al principio viene a ser sólo la tercera acepción, arrinconadita ahí, que aparece en el DRAE.
Todos sabemos, por otro lado, que cacofonía es la cualidad malsonante de ciertas combinaciones de sílabas o palabras. Viene del prefijo griego 'kakós' [Κακός] que significa 'malo' y 'phoné' [φωνή] : voz, sonido. El griego 'kakós' devino en el latín 'cacus' y la acepción fue variando y adoptando significados que incluían la ruindad y maldad pero a su vez el de la tan familiar palabreja que hoy nos hace arrugar la nariz.
Cacoforia no es un estado de ánimo maloliente -aunque la imagen sugerente es- sino un humor abatido, hundido, atrapado en el sótano, extremo en su flexión y descaecimiento. El vocablo no es frecuente y lo recogen pocos textos de psicopatología -Vallejo Nájera ubica a la cacoforia como un desánimo más grave que la misma melancolía-, pero el término es eufónico, vívido y acabala aquella dicotomía en el extremo opuesto a la euforia: Cacoforia.
Por cierto, Caco fue un personaje mitológico que, mitad hombre y mitad sátiro, acabó convertido en arquetipo de los ladrones y del hurto. No lo olvidó Dante en el infierno. Y tenía una hermana de eufónico nombre que tal vez por discriminación de su lindo apelativo fue relegada de diosa del hogar a personaje secundario -ni siquiera la dejaron de diosa del baño a la pobre-. Habrá que investigar porqué retorcidos y peculiares caminos lingüísticos, Caco ha llegado a significar también, cumple el DRAE con informarnos: 'Hombre muy tímido, cobarde y de poca resolución.' Imagínense, ahora los tímidos y cobardes somos también cacos. No hay derecho.
Afortunadamente, el DRAE se resarce y anota un gol de media cancha gambeteando al animus prevalente en el mundo de hoy, tan hedonista él; es así que la primera acepción de euforia en el real diccionario es nada menos que ésta: 'Capacidad para soportar el dolor y las adversidades.'
Qué cacoforia ni niño muerto. Bienvenida, εὐφορία, Euforia.