Un “cálculo electoral” debe ser para Rajoy algo así como una piedra en su riñón, aunque realmente todo él es una piedra. Es un ejemplo de mal compañero de viaje y mal amigo, así lo veo. En ambos casos se palpa la sensación de estar vendido. Hasta que pasa de sensación a constatación. Su camarilla es carne de cañón, sus escudos humanos. Si no fuera por el tic del ojo (el “ojo polígrafo”, como lo bautizó Wyoming), que lo debe estar tratando con alguna curandera porque hace tiempo que no le “salta” ni en plasma ni en directo, parecería un robot (diseñado por un becario resentido, posible fan de las pelis de Chucky). Me pasma ese aire marcial que se marca al caminar, braceando enérgicamente como si fuera a cuadrarse ante el primero que ve, aunque solo sea para avanzar un metro en medio de la muchedumbre.
Lo único bueno que hizo Ana Botella por el PP es renunciar a presentarse como alcaldesa de Madrid para 2015 (“Siempre ha hecho lo mejor para el PP”, dice Esperanza Aguirre, esa candidata “a la fuga”). Además de bueno fue de lo más serio que dijo, porque el resto de sus comunicados fueron un mix entre partirse el culo de risa y llorar de vergüenza ajena, tan inseparable lo uno de lo otro. Y lo único bueno que hizo Gallardón por España – y por las españolas – es dimitir (digo yo). “Hice lo que tenía que hacer y, honestamente, que se me había encargado”, comentó en su despedida, para que quedara claro que su ley bien podía ser la del aborto de Rajoy. Y es que por “hacer lo que hay que hacer”, frase tan Mariana y profunda “como no podría ser de otra manera”, el premio es el cese o la dimisión. Sale mucho más rentable hacerlo mal a conciencia y tener bien marcada (y no pisar) la frontera de la imputación, con estas dos cositas se puede vivir eterna y plácidamente.
El anteproyecto de la ley del aborto de Gallardón fue aprobado en consejo de ministros en diciembre de 2013, mientras Mariano estaba fuera, que es donde le encanta estar cuando hay un marrón que huele, con perdón, y que suelen ser todos los que fabrica él, es el sello de Don Valiente. Justificar ahora la retirada de un proyecto de ley “por falta de consenso” es uno de los colmos del cinismo. Todos los ministros dispusieron del borrador antes de aprobarlo. Con la LOMCE hicieron lo contrario de lo que predican ahora, hubo “cero” consenso e inacabable agitación social, pero tiraron “palante”, entonces, ¿de qué vamos, Mariano?, pues de lo de siempre, de estafadores. Espero, por lo menos, que busquen ese consenso en el tema de Cataluña.
Antes de unas elecciones generales todo el monte es orégano: en el programa electoral se promete a tutiplén y se pretende contentar a un espectro que aglutina desde católicos inquisidores de muy señor Rouco hasta obreros desmemoriados, ancha es Castilla. Una vez en el poder solo es cuestión de cuantificar cuantos componen cada colectivo y traicionar al que aporte menos votos, porque no se puede contentar a todos. Para eso están las encuestas. En las europeas el PP se la pegó (aunque ganó). Las alarmas saltaron y los “cálculos de Rajoy” – apuntados por Arriola – comenzaron a provocarle cólicos, dolencia habitual cuando se cita con una decisión, para él todas son feas y el hombre se nos agarrota. Le pide a Gallardón que aguante, lo mismo que se lo pide a Bárcenas o a Camps; ánimo, paciencia, yo estaré siempre delante, a tu lado o detrás de ti (posición ideal para las puñaladas traperas)
Conste que estoy encantado con esta traición, nunca imaginé que me pudiera gustar alguna, pero leo ahora que no hay tantos inquisidores en mi patria como temía, si al PP no le preocupa a mi menos, me deja bastante tranquilo. Por otro lado el PP habrá pensado que el único lugar político en el que se pueden refugiar los defensores de una vida “malformada” es, precisamente, en Pepelandia, en casa, ¿adónde van a ir? Y en caso de que se escindan o se vayan a un VOX destartalado no representarían un problema real si llegado el caso fuera necesario un frente común para detener a las hordas insanas que contaminan la democracia. Al PP le preocupa el centro, que pilla más cerca electoralmente, que no ideológicamente. El centro está más concurrido (gracias a dios). En el centro está la virtud, se dice, y a mucha gente le gusta ser virtuosa (de intención).
Hace unos cuatro años el PP presentó un recurso de inconstitucionalidad contra la ley del aborto del PSOE y no quiso esperar a que el TC se pronunciara, como habría sido lo lógico y sensato antes de acometer el proyecto de reformarla de arriba abajo por un camino ya marcado por la sentencia. El trabajo hubiese estado medio hecho. Prefirió contentar de urgencia a la Conferencia Episcopal, a la espera de otras reacciones, y se encontró con el rechazo del 40% de sus votantes. Hasta los barones del PP aprovecharon para sacar la patita tan oportunamente, no porque estén en contra de la ley, si no porque les viene de perlas aprovechar cualquier descontento provocado por sus jefes y canalizarlo hacia sus elecciones autonómicas, quedando como unos malos buenos, sueltan la palabra consenso y fetén, por palabras que no sea. Habría que verlos si ocuparan un sillón entre los escaños azules del Parlamento nacional; Feijóo, el presidente gallego, es un especialista en ríos revueltos (ganancia de pescadores), no le gustan otros.
“No vamos a retirar la ley, estamos dispuestos a hablar pero no vamos a retirarla”, es la última mentira (conocida) de Rajoy, maestro indiscutible en estas mañas. Es posible que ahora que ha dejado de tramitarse esta polémica ley, del aborto de Gallardón, entienda el Tribunal Constitucional que le toca mover ficha, y como está presidido por un ex militante del PP – anti abortista – y cuenta con mayoría conservadora sentencie contra la ley de plazos y volvamos a empezar, pero con otro ministro de Justicia. El integrismo católico puede estar tranquilo.
Un cuarto de hora después de la dimisión de Gallardón la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha ensalzado la profesionalidad de su ex ministro de Justicia y ha admitido haber aprendido mucho de él porque es, a su juicio, una persona “con una gran visión política”. ¿Visión política?, menuda indirecta, de esta sí que conviene aprender.