Revista Diario

Camaradería Masculina en Ultra Bar

Por Julianotal @mundopario
Camaradería Masculina en Ultra Bar
Anoche arrancó la camaradería masculina en Ultra Bar. Alrededor de las 21 hs ya se empezaba a colmar la heterogeneidad hambrienta de buena música. Esa palabra mayor del arte que muchas veces es bastardeada en las radios y en los megafestivales, esos que tienen todos los chiches mientras descuidan lo esencial.
Claro, la ley de la oferta y la demanda también es fija en la música y hay un ejercito musical que no es de reserva, es genuino, que está dispuesto a darle un cachetazo de guapo nomás a tanta letra huerfana de artistas.
Se apagaron las luces, y entra apresurado Martín Elizalde, se sienta en el piano. El público guarda silencio expectante. Arranca, solo, con "Nubes de semilla", aquel temón que grabó con Falsos Profetas junto con el cantante de Estelares. Martín no te deja un segundo ni para que aplaudas como se debe. Mira al público, atina a decir algo, pero no "mejor no hablar de ciertas cosas" dice y continúa con la magia.
"¿Cómo se llama este muchacho?", pregunta una coqueta veterana que estaba al lado nuestro deslumbrada por el profeta. "Martín Elizalde, señora" le contesta casi indignado mi amigo porque le interrumpe con una pregunta impertinente con unas ganas genuinas de saber mientras Martín arremete con un tema de su último disco. Estaba bien, la clave del ciclo es eso, quizás la mujer vino por Birabent o por Acho Estol o por Baiardi pero no los conoce a todos. La camaradería masculina era la instancia de la socialización músical, el encuentro de cuatro poetas malditos alternando entre acto y acto.
El desarrollo fue así: una primera tanda donde hacían dos temas cada uno y el tercero se hacía en colaboración de un camarada, y así fue continuando la velada hasta que se cruzaron todos con todos. Acho Estol descocía la guitarra, Baiardi reventaba todo con su voz de tanguero de arrabal (gran interpretación que se mandó del tangazo "Qué me van a hablar de amor"), Birabent se manejaba con soltura y manejaba los tonos a la perfección mientras Martín sacudía las teclas del piano y cantaba con esa maestría artística que tanto halagamos desde este blog.
Ninguno se quería ir. Calculo que ellos tampoco. Uno lo describe y parecería un despelote pero era como si hubieran tocado juntos toda la vida. Demostraron ser los fabulosos 4 de la canción rioplatense, que con chuza y  lanza, con pose de compadrito, te despide con un cross mandibular y te espera que regreses el proximo miercoles. Oportunidades como estas se dan pocas en la vida che, y las tenés todos los miércoles de febrero en Ultra Bar, San Martín 678.

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