¿Su éxito fue casualidad o producto de una campaña de marketing muy bien orquestada?
¿Quién lo sabe? Algunos no dudaron en acusarle de plagio. Muchos otros de oportunista. Pero el caso es que su estrategia tuvo éxito durante unos cuantos años, en los que no dejó de publicar nuevos libros, ni de asistir a entrevistas en distintas televisiones, ni de organizar talleres de trabajo sobre sus cuatro primeros libros, los referentes a los cuatro caminos que, según Bucay, podemos elegir las personas para transitar por la vida.El primero de ellos, titulado “El camino de la autodependencia” nos enseña que nadie puede aspirar a ser del todo independiente, puesto que todos necesitamos de todos para funcionar como individuos y como sociedad. De la manera que tenemos organizada nuestra vida cotidiana actual, sería impensable sobrevivir si nos negásemos a depender de alguien más. Si empezamos por nuestras necesidades más básicas, seríamos incapaces de conseguir alimentarnos si renunciásemos a ir a comprar lo que necesitamos a las tiendas que frecuentamos habitualmente o a otras en las que pudiésemos hacerlo, porque no sabríamos cómo sembrar nuestros propios campos de cereal, moler el trigo, hacernos el pan; cultivar y cosechar nuestras propias hortalizas y frutas; criar nuestros pollos, vacas o corderos para sacrificarlos después u obtener su leche, sus huevos o su lana. Tampoco podríamos hacernos la ropa que vestimos si renunciásemos a comprar las telas ya tejidas. Nos tocaría adentrarnos en el cultivo del algodón o del lino y aprender a convertirlos primero en hilo y luego en telas. Lo mismo nos pasaría con el calzado, con los productos de aseo personal o con los muebles que necesitásemos para hacer de nuestras casas hogares confortables. Si no dependiésemos de nadie más, tampoco pisaríamos las escuelas, ni las iglesias, ni los centros de salud.¿Qué clase de mundo estaríamos construyendo?Si todas nuestras necesidades tuviésemos que cubrirlas sin contar absolutamente con nadie más, no sobreviviríamos mucho tiempo y las sociedades como tales desaparecerían para convertirse en miles de millones de islas con forma humana que reclamarían absurdamente su caótica soberanía. ¿Tiene sentido querer ser el rey de un territorio en el que no habita nadie más que tú?Cualquier otra especie animal, por simple que sea, sabe de antemano que lo que la hace fuerte frente a las demás es la unión de sus ejemplares. Si las hormigas consiguen reservas de comida para todo el invierno no es, precisamente, proclamando independencias, sino colaborando entre ellas a la hora de cargar con los hallazgos más preciados. Algo parecido observamos cuando los bancos de peces se las ingenian para escapar de las fauces de los tiburones, organizándose y adoptando formas que se le antojen monstruosas a sus depredadores y los hagan desistir de sus ataques.Aunque los humanos siempre hemos intentado ir por libre, creyéndonos autosuficientes y sintiéndonos muy por encima del bien y del mal.A diferencia de la independencia estricta, la autodependenciano nos obliga a distanciarnos de los demás ni a cumplir el imposible cometido de convertirnos en autosuficientes. Podemos seguir dependiendo de mucha gente, al tiempo que mucha otra dependerá también de nosotros. Pero haciéndolo de una forma consciente y madura. Sin crearnos obligaciones ni creándoselas a los demás. Gestionando correctamente nuestras emociones y estableciendo relaciones más sanas con quienes nos importen de verdad.Una persona puede considerarse autodependiente cuando es capaz de responsabilizarse de sus propios pensamientos y actos; cuando no necesita buscar excusas convincentes para justificarse ante los demás; cuando asume su propia carga y sus propias culpas sin intentar hacerlas extensivas a sus familiares, a sus compañeros o a sus amigos. Pero, al tiempo, también sabe negarse convenientemente a cargar con pesos y culpas que no le correspondan.Hay personas cuyos pies parecen pesarles como el plomo cada vez que intentan caminar hacia adelante. Por eso tratan de hacerlo hacia atrás o incluso de lado, entorpeciendo los pasos de quienes caminan por delante, por detrás o junto a ellos. Una persona autodependiente caminará ligera y satisfecha de sí misma y de quienes la acompañen. Se mostrará empática, estará siempre dispuesta a prestar su ayuda, pero en ningún momento permitirá que nadie la manipule ni trate de hacerla cambiar contra su voluntad.Las personas autodependientespueden ser tan frágiles o tan fuertes como las dependientes o las que se creen autosuficientes. Les duelen las mismas cosas, sufren por las mismas pérdidas y se lamentan de los mismos errores. Pero, a diferencia de las dependientes, no hacen de sus puntos débiles su baza para que les sigan queriendo, aunque sea por lástima y, a diferencia de las autosuficientes, no muestran una actitud altiva ante la vida ni desprecian las buenas intenciones de los demás. Viven sus vidas como retos personales que comportan la toma de una sucesión de decisiones que nadie puede tomar por ellos y asumen estoicamente las consecuencias que se puedan derivar de cada una de ellas. No pierden el tiempo lamiéndose las heridas ni haciendo más dramática de lo estrictamente necesario ninguna de las situaciones complicadas con las que se tropiecen. Por supuesto, tampoco culpan a nadie de sus circunstancias, por penosas que sean. Simplemente, aprenden a valerse por sí mismas hasta donde se sienten capaces de hacerlo y se dejan ayudar cuando son conscientes de sus límites.Los padres que educan a sus hijos con el propósito de verles convertidos en autodependientes, no diferencian en función de primogénitos o benjamines, ni utilizan diferentes baras de medir en función del género de sus vástagos. Simplemente, asumen la responsabilidad de guiarles por el camino que les lleve a descubrirse a sí mismos. Un camino en el que se sientan arropados y queridos no por el parentesco, sino por cómo son y por quienes son de verdad. Un camino que no estará exento de piedras con las que tropezarán ni de socavones en los que caerán sin remedio, pero en el que los padres siempre estarán pendientes de los avances de sus hijos, aunque sin agobiarles, sin exigirles más ni menos de lo que serán capaces de lograr por sí mismos o en colaboración con sus iguales. No les educan para depender de los demás, ni tampoco para que sean otros los que dependan de ellos. Les educan para que sean capaces de cooperar con los otros en beneficio de todos.Les enseñan desde la cuna a existir como seres completos que no necesitan encontrar ninguna media naranja para sentirse plenamente realizados. Pero también procuran mostrarles con su propio ejemplo la importancia de la convivencia, del respeto mutuo, de los espacios de libertad a los que tiene derecho cada uno, de la cooperación para afrontar retos más grandes, del descubrimiento en los otros de esas otras miradas capaces de mostrarnos nuevos mundos sin alejarnos de éste.Educar para la Autodependencia es apostar por pulir nuestras aristas y por mostrarnos libremente tal como somos, pero sin dejar de respetar que los demás sean como son o como quieran que les veamos y les entendamos.
Estrella PisaPsicóloga col. 13749