La primera vez que estuve en Canfranc fue en el siglo pasado. Ni de lejos podía imaginar todas las historias que allí habían acontecido. Simplemente me encontré una preciosa estación que me recordaba a las parisinas, cerrada y medio abandonada.
Por eso cuando este otoño en nuestra escapada senderista por el Valle de Tena reservamos un día para visitas culturales y nos acercamos de nuevo a Canfranc y decidimos hacer la visita guiada a la estación, no pude quedar más sorprendida con la Historia de Espías, Nazis y Oro de la que la Estación de Canfranc había sido su principal escenario.
Una historia de película, si todavía no la conocéis, seguid leyendo.
Canfranc está situada muy cerca de Francia, en un estrecho valle y rodeada de grandes picos y barrancos. Ubicación ideal para convertirla en paso fronterizo a través de los Pirineos, entre España y Francia.
La estación se concibió como una estación internacional y se comenzó a construir tras la I Guerra Mundial. Y como el edificio de la estación era la primera imagen que los visitantes extranjeros iban a tener de España, se apostó por un edificio de gran apariencia construido con las influencias arquitéctonicas de la época, especialmente el Art Nouveau, en España conocido como Modernismo, y en el que se utilizaba como principales elementos hierro, cemento y cristal.
Durante la visita nos comentaron que fue la primera estación española que dispuso de corriente eléctrica y que el gran tamaño del edificio y su longitud, se debe a que todo estaba por duplicado.
Duplicado por que partiendo de un vestíbulo que se encontraba en la parte central y dónde se ubicaban las taquillas, la parte derecha, al sur del edificio, era española y la parte izquierda, era francesa. En ellas se repartían los puestos aduaneros de ambos países, las respectivas comisarías de policía, correos, oficinas administrativas y hasta había un hotel internacional. Todo ello distribuido en sus tres plantas. También disponía de dos pasos subterráneos, que nos recuerdan a las estaciones de principios de siglo XX del metro de París, a través de las cuáles se salvaba el paso exterior a través de las vías y que desembocaban en el magnífico vestíbulo de la estación. Ya sé, todo esto es muy interesante, pero ¿por qué he comenzado hablando de espías, nazis y oro? Ahora os lo desvelo.
La estación sólo se puede visitar a través de las visitas guiadas, cosa que os recomiendo encarecidamente, por que aunque yo os vaya revelando algún secreto, os quedaréis ojipláticos con lo que allí os cuenten. Aprovecho para indicar que las entradas se pueden comprar en la oficina de turismo que está justo enfrente de la estación.
El gran secreto comenzó a ver la luz en el 2001, cuando a raíz del rodaje del anuncio de la Lotería de Navidad, la del "calvo", se descubrieron unos papeles en los que figuraba palabras en alemán como nazis, oro y algo más. A partir de ahí, se fue tirando del hilo y hasta se escribió un libro, Canfranc. El oro y los nazis. Tres siglos de historia de Ramón J. Campo. En él, se contaba como la Estación de Canfranc había jugado un papel estratégico durante la II Guerra Mundial. Historias de cómo el Jefe de Aduanas de la estación, Albert Le Lay, y otros exiliados, pusieron su granito de arena para derrotar a los nazis. Así muchos de los trenes que por allí pasaban ayudaron a escapar a los judíos del genocidio nazi, y todo mientras Hitler utilizaba la estación en beneficio propio para pasar wolframio y oro.
Como podéis imaginar, los 45 minutos de duración de la visita dieron de sí para conocer curiosas y rocambolescas historias que piden a gritos una correcta y detallada adaptación cinematográfica, por que a veces la realidad supera la ficción, y lo que acontenció en Canfranc es buena prueba de ello. Y si no prestar atención a la historia de las hermanas Pardo, Lola y Pilar.
En una de las presentaciones que Ramón J. Campo hizo de su libro, Lola Pardo insistió mucho en asistir con su hija y una vez finalizada la presentación, se levantó de su asiento y dirigiéndose al escritor le indicó que ella todavía podía continuar con la historia por que había colaborado como espía de los aliados de la II Guerra Mundial.
Como podréis imaginar los allí presentes no daban crédito a lo que estaban escuchando, incluida la hija de Lola que jamás había sospechado nada y conocía por primera vez, la noticia. Allí relató como ella y su hermana viajaban cada quince días de Canfranc a Zaragoza y viceversa, portando secretos militares escondidos en su faja, sin levantar ninguna sospecha. Y si nadie sospechaba de ellas, cuerpo de policía incluido, era por que eran hijas del vigilante del túnel y además, una de ellas, Lola, entabló tal amistad con uno de los guardia civiles que viajaba en los trenes vigilando que no se colara ningún espía, que hasta se casó con él. ¡Sí! Contrajeron matrimonio, tuvieron una hija y vivieron felizmente juntos hasta que el marido de Lola falleció.
Cuando en la rueda de prensa a Lola Pardo le preguntaron cómo había tardado tanto en revelar el secreto, Lola comentó que no podía hacerlo mientras viviera su marido por que ¿quien iba a querer compartir lecho con una espía? Ya véis, para que digan luego que las mujeres no sabemos guardar secretos.
¡No me digáis que esta historia no reúne todos los ingredientes de una buena película! Etapas de este escapada:
Otras rutas por la zona:
- Lanuza, su Embalse y Hotel La Casueña
- Del Embalse de La Sarra al Ibón de Respomuso, en el Valle de Tena
- Descubriendo el Pirineo Bearnés, el Valle de Ossau
Bon Voyage!