La épica, ya lo hemos dicho, son narraciones que se centran en contar las hazañas de un pueblo o los héroes de esos pueblos. Estas narraciones pueden presentarse en prosa o en verso, pero en el caso de la épica medieval, casi todas se presentan versificadas.
Precisamente por ello, al ser composiciones relativamente cortas –el Cantar de Mío Cid tiene 4000 versos- en comparación, por ejemplo, con una novela, es muy difícil estar atento al detalle y definir en profundidad a los personajes y suelen ser personajes planos.
El Cantar de Mío Cid, no obstante, consigue imprimir cierta profundidad psicológica al esquema que suponen sus personajes de esta manera: a cada uno de ellos da un rasgo de personalidad que lo diferencia de sus compañeros y domina no solo su forma de moverse, sino también de hablar, actuar en la narración o pensar. Esto es importante puesto que, en otras narrativas, los personajes “buenos” siguen el patrón de “héroe” o el patrón de “villano” simplemente y todos actúan de la misma manera.
Igualmente, hemos de destacar que en el Cantar de Mío Cid aparecen gran cantidad de personajes históricos, como son el propio Cid, Alfonso VI, los infantes de Carrión, el conde García Ordóñez que intentan ser caracterizados de igual manera y que responde al intento de verismo por parte del poeta. Estos se combinan con otros ficticios, como pueden ser las hijas del Cid, el abad de San Pedro de Cardeña o el rey Búcar.
El héroe
Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, es el personaje central de la obra y en torno al cual giran no solo el resto de los personajes, sino los acontecimientos que ocurren en el poema. Ante su figura de protagonista, es el personaje en el que más se centra la atención del poeta y el que se caracteriza en mayor manera.Hay que decir respecto a ello que la caracterización del Cid no es física en ningún momento. Su parecido se deja atrás y solo se destaca su barba, que es símbolo de honor y prestigio en la época. Lo que se destaca en mayor medida son sus cualidades y virtudes cristianas y caballerescas, como son la fortaleza, la generosidad, la piedad, la fidelidad y su ternura.
Sin embargo, la mesura es el rasgo que más determina al Cid y es lo que le diferencia de todo el resto del elenco de héroes medievales. Esta mesura puede definirse como “serenidad” o la “contención”. Esto hace que el Cid sea un hombre que planea sus movimientos y sus jugadas, que considera sus acciones bélicas con cabeza, que emplea la razón en la aplicación de la justicia y que aplica la prudencia y el sentido común como modo de vida.
La mesnada
Sus compañeros y oficiales son también retratados con prolijidad en el poema y estos le acompañan en virtudes. Todos forman piña, no se ve desunión entre ellos y se dejan guiar por la persona y héroe superior que es Rodrigo Díaz de Vivar, al que todos quieren y honran.Álvar Fáñez es su lugarteniente y es el más parecido en caracterización al Cid, aunque le gana en diplomacia y en el saber hacer en las negociaciones y la política, lo que le hace ser el elegido para las embajadas.
Martín Antolinez destaca por sus “chanchullos” y su capacidad para idear planes-
Pedro Bermúdez aparece caracterizado como mudo y como impaciente, fogoso y temerario. De hecho, en batalla entra en primero aunque los capitanes suelen tener preferencia en hacer la primera sangre.
Así, estos pequeños detalles que guían a los personajes constantemente en las acciones salpican la obra entera y el poeta intenta que todos y cada uno de los que aparecen tengan el suyo propio.
Los infantes
Caso distinto es el de los infantes de Carrión, que encarnan la más pura maldad y vileza. Aunque son dos, actúan siempre como una unidad y sus acciones las guían la codicia, la envidia y el egoísmo de ganar una honra, riqueza y prestigios aprovechándose de la de los demás.Son los “villanos” por excelencia del poema al llegar al extremo de azotar a sus mujeres casi buscando el placer y haciendo de la tortura y el maltrato un juego, puesto que compiten en dar los mejores golpes.