Entre todas las características quiero resaltar las siguientes:
- Las sesiones suelen ser de corta duración.
- La terapia no es buscada por el paciente. Los familiares, que la mayoría de las veces viven la experiencia de forma aún más traumática que el propio doliente, son los que buscan la ayuda con la finalidad de aprovechar todos los recursos para aliviar el sufrimiento del enfermo.
- El curso de la terapia es llevado a cabo por enfermo. Esto quiere decir, que se hablan de los temas que el paciente quiera puesto que su estado físico condiciona la frecuencia y duración de la intervención.
- Las sesiones consisten fundamentalmente en desahogo emocional.
- Repercusión en el terapeuta. Este tipo de terapia provoca en el profesional una agotamiento emocional. Las situaciones vividas son más estresantes, tanto por el ambiente donde se desarrolla, como por el objetivo de la intervención. La muerte es un tema siempre presente y el terapeuta debe tener las ideas claras sobre este asunto, una preparación suficiente y una fuerza emocional para hacer frente a esto y no caer en el desgaste emocional.
- El objetivo final de la intervención es diferente. Este consiste en conseguir la máxima tranquilidad y sosiego del enfermo.
- También quiero resaltar, que es fundamental hacer terapia simultánea con algunos familiares, en especial, con aquellos para quienes la muerte les provoque un trastorno emocional significativo. Como he comentado anteriormente, muchas veces los familiares viven la experiencia de forma más traumática que el propio paciente. Por ello, es necesario la intervención con ellos, no sólo para que mejore su estado mental sino para que sepan cómo dirigirse al enfermo.
Fuente: "Enfermedades crónicas y psicología", Vicente Pelechano.