Revista Ilustración
Estimados señores: Me pongo en contacto con ustedes a título individual, como cliente de su entidad bancaria que soy. Hace cuatro años abrí mi cuenta corriente en Caja Madrid, cuando todavía existían cajas de ahorros que invertían sus beneficios, o una parte de ellos, en obras sociales. Entre las muchas causas que su entidad apoyaba estaban la cultura, los discapacitados y algunos eventos deportivos. Me pareció una buena idea pertenecer al club de los ahorradores con sede en Madrid. Siempre confié en su publicidad, tuve la suerte de diseñar algunos de sus carteles y puse mi escaso talento al servicio de su marca cuando trabajaba para Leo Burnett Iberia. Siempre me creí sus cartas anunciando avances, crecimientos, repartos de dividendos... cuando Caja Madrid éramos todos y, además, formábamos parte de una familia solvente, trabajadora y con grandes expectativas de futuro. Poco después llegó la crisis, esta palabra que define perfectamente cómo agrupar la riqueza de muchos en manos de unos pocos y cómo pasar la riqueza de estos pocos a manos de un grupo aún más reducido de personas: empresarios, banqueros, políticos y familiares de éstos. A pesar de las noticias poco edificantes acerca de la viabilidad de Bankia, ustedes siempre me dijeron que no tenía nada que temer, que las cosas seguían siendo buenas, que seguiríamos siendo líderes del sector y bla bla bla. Hoy me despierto con la noticia de que el Gobierno de España, el del amigo Rajoy, el hombre que no iba a inyectar dinero público en banca privada, anuncia una inversión-ayuda de unos 7000 millones de euros para salvar el inmenso agujero que nuestra antigua Caja de Ahorros tiene. Un agujero forjado en base a los ahorros de millones de españoles que depositamos nuestros ingresos en sus cajas fuertes (o no tan fuertes). Me gustaría pedirles valentía. Si su negocio privado pasa momentos críticos, es nuestro problema: propietarios, accionistas y clientes. Somos 10 millones de irresponsables que confiamos nuestro capital, mucho o poco, a personas sin la suficiente capacidad para gestionarlo, así que debemos asumir nuestro error y no obligar al resto del país a solucionar lo que nosotros hemos estropeado. Lo normal sería que perdiéramos nuestros ingresos. Sí, es verdad, jamás he invertido mi dinero en hipotecas basura, ni en fondos de inversión de cierto riesgo, ni en empresas de armamento... O tal vez sí, aunque no lo supiera. Por eso, exijo correr con mi responsabilidad y, a pesar de haber mirado hacia otro lado porque nos iba bien con ustedes, no quiero que el Gobierno destine el dinero de todos, el que debería acabar educando a nuestros hijos o curándonos el cáncer en un hospital público, para sanear las cuentas privadas de todos nosotros. Del mismo modo que no se establecen ayudas para el bar de la esquina, la librería de viejo del casco histórico ni la asociación de víctimas de la bicicleta, tampoco deberíamos exigir que el gobierno nos devuelva ahora lo que entregamos, sin pensarlo, a gestores poco hábiles. En todo caso, deberían ser esos mismos gestores quienes asumieran sus errores y pagaran religiosamente el dinero que nos han robado, que no existe, que no pueden garantizarnos. Como última petición, se me ocurre que la ayuda del Gobierno, en caso de ser inevitable, se destine directamente a los interesados. 7000 millones de euros de ayuda, repartidos entre los 10 millones de clientes de Bankia, resultan 700 millones para cada uno de nosotros, víctimas de nuestro propio egoísmo. Sólo de esta manera ayudarían a los clientes, a los ahorradores, a quienes confiamos ciegamente en una marca líder de la banca española. De lo contrario, y es lo que me temo, no querrán ayudar a las personas, sino a quienes nos han conducido a esta situación sin retorno que se resumen en una palabra: quiebra. Por eso, me gustaría solicitar prisión preventiva para los autores materiales e intelectuales de dicho robo y a mi gobierno, el de mi país, que no ceda ante el chantaje de unos tiburones sin escrúpulos. Los clientes del resto de bancos y los ciudadanos que no depositan sus dineros en esta entidad se merecen mayor respeto y atención que nosotros, que apostamos a caballo perdedor y, como tal, deberíamos apechugar. Ciao Bankia. Ciao Rodrigo. Fue un placer creerme el 3% de felicidad que prometías. Reciban un saludo afectuoso. David Refoyo.