Si señores estoy ya en casi los 40. Si me hubieran dado un euro por cada vez que alguien no se creyó mi edad cuando me la han preguntado, ahora no sería millonaria, porque a ver, no han sido tantas las personas interesadas por esta cuestión pero Déu ni do.
El sábado a la noche, mientras hacíamos la cola para el guardarropía, un chico muy simpaticoide, nos preguntó por nuestra edad. Dónde quedó esa norma no escrita que eso a una señorita de bien no se le debe preguntar. En fin, que el muchacho flipó cuando yo le dije que estaba en los casi 40. El inocente o el tonto del culo, no te sabría yo decir, se pensaba que tenía su misma edad. Nada más, ni nada menos que 26 añitos. ¡angelito!
Entonces, empezamos lo que viene a ser habitual cuando me pasa esto. Yo, que si. El otro, que no, que no lo parece, ¿si? Yo, que si, de verdad (paciencia infinita que tengo porque en el fondo me gusta y me adula). Es que no puede ser. ¡¿lo sabré yo?! El chico del sábado, supongo que debido a su clara ingesta masiva de alcohol, no salía de su estupor. Venga a darle golpecitos y codazos a su amigo. Mira tiene casi 40, ¿a que no lo parece? Yo, ya no sabía dónde ponerme ni qué cara poner. ¡si podría ser mi madre, tío! Dijo a grito pelao. Ahí la adulación se fue al garete pero el chaval erre que erre. A todo el mundo que pasaba se lo decía. Hasta, incluso cuando llegamos a que nos recogieran nuestros ropajes, se lo dijo a las señoritas que nos atendían. Como ellas no iban cocidas como el zagal, lo ignoraron. Pero eso él se lo tomó como un están sordas y no me oyen, así que lo empezó a gritar a pleno pulmón. ¡que esta tía tiene casi 40! Gracias a Dios las señoritas dirigentes, nos dieron los tiquets y salimos de allí cagando leches.
Y es que desde siempre me ha pasado lo mismo. Que no me viene de ahora. Cuando era adolescente y quería entrar en la discoteque tenía que pintarme como una puerta, fumar uno o dos pitillos, dependiendo de la multitud que esperase para entrar y poner cara de Sarita Montiel guarrona para parecer mínimamente adulta. Que del cuello me colgaran chupetes sólo fue una moda absurda e incoherente para este tipo de asuntos.
Y es que ya sé que lo normal es estar más ajada pero de verdad que no tengo ningún truco. No me trago nada que no me tenga que tragar. No me unto la cara con cosas raras, ni me embadurno con baba de caracol, ni con veneno de serpiente, ni sémen de ballena ni de ningún otro animal cuadrúpedo o bípedo. Que a mi las cremitas me dan una manía... Tampoco tengo mi cuerpo atrapado en un cuadro terrorífico aparcado en el trastero, ni tengo firmado ningún pacto con el diablo. Simplemente, creo que al ser mofletuda me da un aspecto más infantiloide. Alguna ventaja había que tener ser una bolita llena de inocencia... (Poner risas maléficas dentro de vuestras cabezas)