Nuestra escapada por la Costa Brava, el Baix Empordà y la Garrotxa finalizaba en Girona, una deliciosa ciudad, agradable de vivir, de pasear y de degustar, y donde conocimos la famosa leyenda de Sant Narcís y las moscas. ¿No la conocéis? Pues para desvelarla váis a tener que leer el post.
Aunque antes de llegar a Girona íbamos a hacer dos altos en el camino, visitaríamos Castellfollit de la Roca y Besalú, dos de los pueblos con más encanto de la Garrotxa.
Castellfollit de la Roca es pequeño, un conjunto de calles estrechas encaramadas en la cima de una gran roca de origen basáltico. Desde abajo, junto al río, es como mejor se contempla. Sus casas parecen estar literalmente colgadas del risco, caprichos de la naturaleza que los río Fluvià y Toronell han ido formando poco a poco. Nosotros aprovechamos para dar un paseo bajando hacia el río. Pero antes, tuvimos ocasión de visitar a la iglesia, y desde allí acceder al campanario que hace de mirador y desde donde se observan unas fabulosas vistas de los valles de los dos ríos y de la distribución de las casas del pueblo.
Proseguimos nuestro camino hacia Besalú, una población de origen medieval con mucha historia. Basta dar un paseo por sus calles para darse cuenta de que debió ser un importante núcleo comercial en la Edad Media.
Esta población está construida en un cerro como una fortaleza entre dos ríos y rodeada por una muralla con varias puertas que permiten el acceso al casco antiguo y a su castillo, que fue el origen del pueblo.
Paseando por sus calles todavía podemos apreciar la impronta que dejó la comunidad judía. La judería con sus estrechas calles es, quizás, junto con los baños judíos, su mayor tesoro.
Pero si hay algo que la distingue es su puente de origen románico, con siete arcadas que cruzan el río y nos introducen en el corazón de Besalú.
Casonas y palacetes salen a nuestro encuentro en nuestro paseo sin rumbo por Besalú, en el que nos cruzamos con visitantes y alguna excursión. Poco a poco tomamos conciencia de por qué es una de las poblaciones más visitadas de Girona.
En la plaza del Prat, el Monasterio de Sant Pere de Besalú y muy cerca, la Iglesia de Sant Julià, antigua Iglesia del hospital.
Ya era casi mediodía y decidimos ir a comer a Girona. Estuvimos dudando dónde hacerlo, pero finalmente apostamos por lo tradicional y reservamos en Casa Marieta, un restaurante de los de toda la vida en pleno centro de Girona, en la plaza de la Independencia.
Nosotros comimos muy bien, cocina catalana en un ambiente agradable y con una buena relación calidad/precio.
Después de comer cruzamos el puente de les Peixateries Velles, desde donde se obtienen unas bonitas vistas de las casas del río y de la Catedral. Comenzamos a pasear tranquilamente por las ramblas y el casco viejo en el que casi todas sus calles llevan nombre de gremios y profesiones. Se agradece que sean peatonales, así el paseo se hace con más calma.
El centro está repleto de edificios con encanto, todos guardan algún detalle especial en su fachada o un precioso patio. Nosotros nos dirigimos hacia los Baños Árabes y la catedral, aunque antes preferimos perdernos por el laberinto de callejuelas de la Judería. Así es como llegamos a la Subida de Santo Domingo, uno de los rincones de Girona con más encanto.
Seguimos atravesando el barrio judío, bajando y subiendo escaleras, bordeamos la Catedral de Santa María que hemos decidido visitarla al final de la tarde y ahora sí, pasamos por los baños árabes, aunque no entramos, nos adentramos en unos jardines que hay justo enfrente y descansamos un rato. Se está genial, es un remanso de paz y desde aquí se obtienen una bonita panorámica del Monasterio de Sant Pere de Galligants.
Un buen rato después, deshacemos nuestros pasos y nos dirigimos hacia la Catedral. Volvemos a subir su interminable escalinata y la visitamos. Su interior es precioso, de estilo gótico.
Allí se encuentra Sant Narcís. Cuenta la leyenda que fue el protector de Girona en tiempos de la invasión francesa y es de esta época de donde viene la expresión por si las moscas, que viene a ser lo mismo que por si acaso.
Resulta que en aquellos tiempos el rey francés abrió la tumba de Sant Narcís, saliendo un tropel de moscas del interior. Fueron tantas que acabaron con la vida del rey y se acabó por responsabilizar de este suceso al santo.
En aquellos tiempos estaban tan convencidos que en Barcelona se decreto borrar y eliminar cualquier referencia al pobre Sant Narcí, está claro que por si las moscas. Aunque probablemente lo que mató al rey francés no fueron aquellas moscas sino la malaria que le transmitiría otro insecto. En cualquier caso, curiosidades viajeras.
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Bon Voyage!