La bruja de Toledo
Aquella tarde era fría y gris, el aire arremetía con violencia por los estrechos callejones de la ciudad imperial, centenares de personas se agolpaban a las puertas donde ese mismo día se reunía el Tribunal de Toledo.
Los guardias atravesaban a duras penas la muchedumbre, en el centro de la comitiva una anciana caminaba torpemente tropezando a cada paso con las cadenas que prendían de sus tobillos, mientras recibía toda clase de insultos de los congregados, algunos incluso intentaban arrancarle algún mechón de su cabello y otros simplemente la escupían a la cara.
La rea fue llevada frente al tribunal, compuesto por varios sacerdotes y un inquisidor, que mandó callar a todos los que con impaciencia intentaban atisbar algo de lo que allí ocurría; tras golpear con violencia varias veces su mesa, el silencio se apoderó de la sala.
El inquisidor pidió a la acusada que se acercará hasta el estrado, allí con viva voz la preguntó: La anciana movió la cabeza con un gesto de aceptación mientras de sus labios temblorosos salía un tímido ¡sí!
Si es cierto que es usted Catalina Sánchez sepa que este Santo Tribunal le acusa de brujería, de utilizar artes oscuras y de realizar pactos con el demonio.
La lista de Catalina
Catalina escuchaba atentamente al tribunal con gesto descarado, sabedora de que finalmente el tribunal no se atrevería a imputarle ninguna pena importante, eran muchos y muy nobles los señores que se encontraban entre su lista de clientes.
El inquisidor dio paso al primer testigo, que arrodillado juró ante el crucifijo decir toda la verdad.
Don Francisco Salvatierra, relate a este tribunal todo lo que sepa sobre las oscuras artes de esta mujer!, -le gritó desde el estrado uno de los sacerdotes.
Catalina El testigo relató cómo la acusada acudía cada tarde a la iglesia de San Andrés aparentemente a escuchar la misa de las siete, aunque todos sabían que a lo que verdaderamente iba era a robar agua bendita que después utilizaría para extraños rituales.
Otros testigos relataron cómo Catalina era contratada por muchos señores toledanos para que interrogara a seres infernales por sus familiares fallecidos.
Desfilaron más de 250 testigos ratificando las oscuras artes de la bruja Catalina. Una anciana de su misma edad y al parecer amiga de ella relató cómo era uno de aquellos rituales...
Cuando comenzaba a anochecer Catalina se acercaba hasta los alrededores de la iglesia de San Andrés y comenzaba a dejar ochavos o monedas por las esquinas de la iglesia, y cuando ya había oscurecido con el agua bendita que robaba hacía un círculo y se introducía en él, a continuación lo rodeaba de velas negras y repetía varias oraciones a Santa Marta.
Según relataba la anciana, a continuación comenzaban a acercarse hasta el círculo iluminado a veces lobos, otras cerdos o incluso perros que portaban en sus babeantes bocas la moneda, el pago a su información.
Las bestias no podían atravesar el círculo de agua bendita y se dejaban interrogar por la bruja, que se sentía protegida por aquel cerco santificado. Cuando había arrebatado la información que necesitaba se despedía de las bestias infernales rezando nuevamente a Santa Marta.
Cien azotes
Aunque habían transcurrido varias horas no se movía ni una sola alma de aquel tribunal, todos esperaban expectantes la resolución al juicio que seguramente llevaría a Catalina hasta la hoguera.
Para sorpresa de todos los presentes, el inquisidor, con gesto serio, relató la pena a la que sería condenada la rea.
Catalina Sánchez, muchos han sido los testimonios que la acusan de brujería, de malas artes e incluso de pactos con el mismísimo demonio, por lo que este tribunal le aplica una pena de cien azotes y tres años de destierro. ¡Pido a Dios que así se cumpla!
En contra de lo que se cree. era el pueblo. más que la Inquisición, el más obsesionado en la quema de brujas.
Los alguaciles ataron a Catalina a un poste y comenzaron a cumplir la sentencia, cada latigazo era vitoreado por el público asistente, que gritaba a los verdugos que la azotaran con más fuerza, para todos la pena era insignificante.
Tras los azotes la tuvieron que transportar sobre una mula al ser incapaz de dar un solo paso por sí misma, varios soldados la acompañaron hasta las afueras de Toledo, adonde no podría regresar hasta que hubiera cumplido la pena de destierro.
Catalina Sánchez no volvió a ser juzgada y se rumoreó que sólo abandonó Toledo hasta que se recuperó de sus heridas, se decía que escondida en el bosque seguía realizando sus oscuros pactos para los nobles toledanos.
http://maestroviejo.wordpress.com/2014/01/03/domi-la-bruja-de-toledo/
Revista Cultura y Ocio
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