Desde que las leyes relativas al aborto se liberalizaron en los países occidentales, la jerarquía de la Iglesia católica empezó a impulsar los llamados comités "pro-vida", en un intento de frenar la tendencia a la legalización de esa práctica. La oposición de la Iglesia católica a todo aquello que suponga una intervención en los procesos de la vida nace del dogma religioso de que la mujer y el hombre no dan la vida, sino que son depositarios de la voluntad divina. De ahí que la religión católica considere que desde el momento de la fecundación, el ser humano en formación tiene plena autonomía de la mujer, cuyo cuerpo es un "mero instrumento divino"; y por eso cree también que, desde ese mismo momento, el producto en formación es alguien absolutamente equiparable al ser humano nacido, pues desde el primer instante tiene "alma". Convencido de que hay que prohibir los abortos, El Vaticano ha emprendido una especie de "cruzada" para "salvar" a "almas inocentes" (aunque después se desentienda del sostenimiento material y emocional de esas vidas). Esta "guerra santa" ha derivado en acciones terroristas (como matar a médicos y bombardear clínicas que practican abortos legales) y ante tal horror un número creciente de católicos practicantes, inclusive monjas, teólogos y sacerdotes, está manifestando públicamente su discrepancia con la jerarquía católica.[ Leer más... ]
