Revista Cocina
Casi cada día camino junto a la mar, una hora en la que mis ojos no pueden dejar de mirar hacia la playa; el paisaje que en invierno aún deja divisar la orilla y el romper de las olas, conforme se va acercando el verano, al entrar la primavera se vuelve para mi monótono y aburrido, en gran medida me da tristeza el contemplar filas y filas de hamacas, lonas cubriéndolas intentando proteger de los vientos y miradas indiscretas a los posibles clientes.
Chiringuitos (que ya no son merenderos) alineados, unos tras otros y entre ellos, el poco espacio libre ocupados por islas de palmeras ¿quien de mi edad recuerda palmeras en la orilla del mar?, como si de un oasis en pleno desierto se tratara o viejos hidropedales de plástico descoloridos por los rayos del sol.
Conforme voy andando a paso ligero, raro es el día que me pregunto ¿Dónde quedó aquella estampa malagueña? ¿Qué fue de los tornos que ayudaban a los marengos a sacar las barcas de la mar alineados con el mismísimo rebalaje? ¿Y las jábegas y los elegantes a la vez que estilizados sardinales?....quedan en la memoria, en el recuerdo, en el corazón de los marengos que como yo, aún hoy en día añoramos las costumbres y las estampas marineras perdidas en el tiempo.
Tengo sin embargo impregnado el sentido de ésos aromas marengos, marineros de mi gente, de mi familia, de mis mayores desde mi lejana infancia, cuando a mi olfato llegan el olor del mar, del salitre, de brea, de maderas mojadas, de los espetos de sardinas de las playas del Palo, de las cazuelas aderezadas con hierbabuena por mi madre….ésa marenga que freía el pescado como nadie, que preparaba las anchoas y las arencas con manos expertas.
Manos que aún puedo ver observando las mías mientras limpio el pescado…..como puedo ver las barcas y las artes de pesca símbolos olvidados de nuestra evaporada cultura marinera malagueña, delegada al recuerdo en pro de las nuevas industrias: el ladrillo y el turismo.
Respiro hondo, cierro los ojos mientras paseo por la orilla de la mar imaginando divisar las airosas velas latinas, en las caídas de los mástiles a proa, inmortalizadas como en mi memoria, en blanco y negro en las antiguas fotos marineras o en los coloridos cuadros costumbristas que adornan museos y algunas paredes de mi casa, gracias a mi suegro (gran pintor malagueño que aún hoy en día a pesar de sus 83 años sigue dando vida y recordando los maravillosos cuadros costumbristas malagueños).
Los malagueños "sardinales", que hasta mediados del siglo pasado se contaban por docenas, alegraban y daban vida a nuestra bahía se han ido perdiendo en el rebalaje….navegando en el ocaso hasta su desaparición en paralelo junto con las jábegas.
Esas barcas malagueñas que compartieron temporales, marejales, pesqueras…unas empujadas por el viento gracias a la vela, la otra a remos, ayudando al sustento de la gente unida a la mar y que con el paso del tiempo, los propios malagueños las abandonaron, las dejaron morir.
Ya las playas malagueñas no huelen a la mar, a los aparejos, ya no se ven redes, ya no hay barcas en el horizonte, ya sólo queda algún que otro torno olvidado con las maderas podridas……..ya no hay marengos en las playas malagueñas.
Pero aún en mis paredes cuelgan los cuadros que me pinta mi suegro con motivos de la mar, de pescadores, de barcas, de jábegas como la de mi abuelo, la Maria del Carmen...
Mis paredes huelen a boquerones frescos, a cazuela de fideos o arroz con almejas, a sardinas o jureles asados como antaño, a hierbabuena…. respiro profundamente y huele a mar, a la mar de mis mayores….de las playas y de la Málaga de mis recuerdos, fluyen en mí una vez más nostalgia y añoranza de mi niñez.
¿Y cómo no va a oler mi cocina a la cocina de antaño cuando cocino como mis mayores? En ésta ocasión, una cazuela de arroz caldoso con boquerones y chicharos…¿gustan?
¿Cómo la hago?
Ingredientes para dos personas:
Unos doce boquerones de tamaño grande, un tomate mediano maduro, un pimiento verde, media cebolla blanca, cuatro dientes de ajo, medio vaso de aceite de oliva virgen extra (a ser posible malagueño), un puñadito de arroz por comensal, chicharos (a ser posible de temporada, en su defecto pueden servir congelados, la cantidad al gusto, aunque debo indicar que suelo poner un puñadito por comensal), una rama de hierbabuena por plato, una cucharada pequeña de colorante alimentario, media cucharada pequeña de pimentón (pimiento molido dulce), una patata mediana y sal.
Los pasos a seguir:
Limpiar los boquerones, quitándoles la espina (la raspa, como dirían antiguamente), enjuagarlos bien y reservarlos.
Lavar y picar el pimiento y el tomate en trozos pequeños. Trocear igualmente la cebolla y los ajos.
En una sartén echar el aceite y a fuego lento pochar la verdura, salando previamente, removiendo de vez en cuando, procurando que no se queme.
Cuando esté listo el refrito, apartar del fuego y agregar el pimentón.
En una cacerolita echar agua (aquí mi hija me diría…¿qué cantidad?); más o menos media cacerola (siendo ésta de un tamaño mediano), pueden ser unos dos litros….
Añadir el refrito y el colorante alimentario, llevar a ebullición, dejando cocer unos quince minutos.
Mientras pelar la patata y cortar en rodajas (de un dedo de grosor aproximadamente), añadiéndolas a la cacerola junto con el arroz.
Cocer unos diez minutos incorporando seguidamente los chicharos, dejando hervir otros cinco minutos más o menos.
Apartar del fuego añadiendo los boquerones abiertos a la cazuela, tapando a fin de que se cueza el pescado con el calor residual del caldo y repose el arroz.
Servir junto con una ramita de hierbabuena en el plato…..
El mar…..siempre la mar en mi vida. En memoria y en honor de mi familia materna, gente de la mar, marengos del Palo.