Normalmente cuando uno sabe que la batalla está desequilibrada se pertrecha con las mejores armas que tiene y tras invocarse a Dios espera que su magnanimidad y misericordia se apiade de uno y consiga salir indemne de tal refriega.
La historia, la leyenda y la mitología están plagadas de heroicidades en franca desventaja donde la valentía equipara fuerzas muy distantes. El fútbol no deja de ser una manifestación más de la cotidianeidad y de las epopeyas.
El paso de las Termópilas es Ipurua. El antihéroe disfrazado de Real Madrid o Barcelona sabe que va a sufrir una encerrona, sin embargo los persas no pueden elegir otro camino y saben que los espartanos son inferiores. El campo estará mal, respiras el aliento de tus aficionados rivales en cada córner, desde que sales a calentar sientes que el escenario no es en el que tú te sientes cómodo, tú estás acostumbrado al Teatro Real y ahora estás en una plaza de toros portátil de tercera, de esas que pasan los veranos de pueblo en pueblo, sin ninguna gloria. Tú has nacido para pisar moqueta y que admiren tu belleza, no para pelear sobre tu barro, sin pasarela en la que vanagloriarte.
De David se disfraza el Atlético de Madrid para rivalizar a sus Goliats merengues o azulgranas. David dispone de su arma, pequeña, para luchar contra el poderoso despliegue de su ogro particular. Sus medios, armas herramientas son muy inferiores, pero David tiene fe. Él cree en su particular lema: “honda a honda”. Es su mantra, que repiten hasta la saciedad, y acaban por creérselo y son capaces de tumbar al rival con sus ojos inyectados en sangre creyendo que su arma es perfectamente válida.
Después hay un tercer tipo de combatiente, el niño feucho y apocado acosado por los matones de clase, al que le piden dinero y chulean constantemente. Su acosador es el que se lleva las chicas que le gustan al niño y es el que tiene la admiración y respeto de todos. Un buen día este niño, harto del bullyng, decide que no les va a dar un céntimo más al repetidor cachas y ligón, y le reta a unas hostias al salir de clase. Él sabe que está perdido, y que todo el colegio está citado para ver la paliza que le va a dar el cachas y triunfador de turno. El acosado podría armarse con una honda o retarle en un callejón que conozca perfectamente para sorprender al acosador. Pero el niño quiere luz y taquígrafos y quiere que la pelea sea a calzón quitado, en igualdad de condiciones. Éste es el Celta.
El Celta no quiere excusas ni armas de medio pelo. El Celta va a la guerra con marcajes por todo el campo, con presión desde portería contraria, con infinidad de duelos individuales por todo el rectángulo de juego. Si fuese un tapete de billar, la bola blanca siempre estaría ahogada por una bola celeste, o tal vez dos. No hay una patada a destiempo, no existe una pérdida de tiempo, no hay un cambio en el minuto 90, no hay unos calambres sospechosos en el minuto 89. No hay una protesta airada al árbitro. Solo hay honor y coraje.
Directos al mentón, golpes y más golpes, siempre descuidando la guardia, exponiendo, para que el rival también golpee. Lo fácil es golpear y cubrirse, también lo inteligente, pero no queremos protegernos, solo queremos golpear y golpear y golpear. Y que nos golpeen.
El matón golpea y el abusado recibe, nunca escatima esfuerzos, siempre busca el contacto, con valentía, con desprecio por la teórica superioridad de su contrincante. Sabe que por mucho que golpee, un solo puñetazo de su rival lo puede mandar a la lona pero no le importa. Sabe que su rival necesita de muy poco para dejarle K.O. pero él no pelea con miedo. Sabe que cualquier desajuste puede ser mortal de necesidad, pero le da igual. Si tiene que perder será luchando como un valiente, y que cuando bese el suelo sabe que todos esos que están viendo la pelea y que ni siquiera le conocen le admirarán por su temeridad y arrojo. Sabe que la hora de ser tenaz es esta. Y se defiende como mejor sabe, atacando la yugular de su rival con frenesí, una y otra vez, hasta que uno de los dos caiga destrozado.
Todos dirán que esta no es la mejor forma de derrotar al enemigo superior, pero es la forma de la que sabemos. Y quizá la única. Y ganemos o perdamos, seremos recordados por caer con honores o vencer con cojones.
Y recordad señores, nuestro lema es noble juego, valentía y corazón. Y eso hacemos, honrar nuestro himno cada semana.