Aprendiendo a querer me iré un día de éstos, y no vendré, lo sé, de los álamos, madre, ni habrá pájaros, huerto, pozo blanco ni árbol que me hagan volver, que me iré para siempre. Por altos pensamientos me iré, de vuelo arriba hasta donde me lleven estas alas de hombre. Todo será sencillo, ni un poema siquiera, ni una flor que arrojarme, ni nadie a despedirme, tan sólo los amigos notarán que les falto. Y cuando esto suceda, ni yo mismo sabré que me he ido, estará mi vida como ahora, con esta sensación del que empieza otra vez e intenta no caer en los mismos errores. Carmelo Guillén Acosta
Cercar el silencio, Ignacio Llamas, 2010. (Arco 2013).
Ahí estabas cuando abrí
los ojos aquella madrugada,
tanto tiempo dentro de ti,
tanto tiempo tú esperando fuera.
Cuánta noche entre tanto,
cuánta luz cegadora.
Desde entonces
(a veces renegando)
no he dejado de quererte.
Y, aunque te alejes y te calles,
aunque pretenda olvidarte,
hay amores que vencen
la tentación de la muerte.