Comparto fragmentos de esta interesante nota de Francisco Mendez para El Dínamo de Chile:
La derrota de la derecha este domingo no fue cualquier derrota. Si bien hace meses-incluso años- sabíamos que la próxima presidenta de Chile sería nuevamente Michelle Bachelet, lo del domingo fue más que una pelea de caras, de sensibilidades y lindas sonrisas: fue algo de proyectos, de esperanzas y de visiones de un futuro que, según se espera, debe ser más claro y palpable que en años anteriores.En esta elección la derecha fue minoría en todo momento. Su visión de sociedad y su concepción de lo que está bien o mal visto no predominó como en otras elecciones. El domingo no estaba en juego simplemente un cambio de coaliciones, sino ansias de cambio de algo que estaba presente en todo momento pero que lo dábamos por olvidado: Pinochet y su legado.En esta oportunidad, de manera real y concisa, decidimos cuestionar lo que el dictador había dejado bajo la alfombra. Algo que ya estaba expeliendo un olor bastante fuerte y casi inaguantable. Chile se dio cuenta de que no era natural lo que nos habían enseñado que sí lo era. Y junto con nosotros, los de a pie, también se dieron cuenta los políticos progresistas que habían dejado de serlo hacía muchos años. Unos progresistas que creían que estaban viviendo en una socialdemocracia que sólo existía en sus cabezas, pero que en la realidad era- y es aún – el paraíso de la desregulación y el campeo libre del poco escrúpulo.Chile, a pesar de ser gobernado por una coalición de centroizquierda por veinte años, recién hoy se atrevió a levantar esas ideas en voz alta, tratando así de poner de manifiesto la necesidad de que, debido al éxito económico, de una vez por todas se pueda implementar también el éxito social, en donde los derechos sean respetados y no tranzados.Tal vez Bachelet no represente nada de lo que se pide y no cumpla las expectativas. A lo mejor sea otro gobierno concertacionista sin ningún avance en materia estatal. Quizás el Estado siga brillando por su ausencia y no sea capaz de dar ni siquiera las mínimas garantías a sus ciudadanos. Pero la idea está presente y más que antes existe la pretensión de que esta sociedad avance hacia una justicia, hacia una regulación de la inmoral brecha de desigualdad, pero de manera democrática, reformista y prudente. Porque nos dimos cuenta de que la única imprudencia y la violencia “revolucionaria”-y reaccionaria a la vez- que se ha ejercido en los últimos cuarenta años en Chile no fue llevada a cabo por quienes representan a la izquierda, sino por quienes detentan el poder económico y político. Nos dimos cuenta de que un proyecto de sociedad no se hace de manera poco razonable, porque el poco razonamiento al momento de hacer política impide que la sociedad continúe, fluya. Y nos deja pegados en el miedo, en el terror que mucho tiempo le tuvimos a las armas de unos militares que sirvieron para que los poderes de facto pudieran implementar de manera despiadada algo con lo que tuvimos que crecer porque nunca nos preguntaron si nos gustaba o no.Leer la nota completa acá!