Revista Sociedad

China en África: ¿Es oro todo lo que reluce?

Por Tiburciosamsa

Todo depende de con quién hable uno. Para unos, China es el nuevo salvador de África, cuya acción benéfica viene a ofrecer a las naciones africanas una alternativa al perverso neocolonialismo occidental. Para otros, China es un expoliador sin escrúpulos de recursos naturales, al que el bienestar de las poblaciones africanas le importa una higa. Cuando las opiniones son tan extremadas, la verdad seguramente esté en algún lugar intermedio.
Dos de los mejores libros sobre la presencia de China en África, “The Dragon’s Gift: the Real Story of China in Africa” de Deborah Brautigam y “China’s African Challenges” de Sarah Raine, no ofrecen una visión demasiado negativa.
Brautigam comienza señalando que muchas de las críticas que se formulan a la acción de China en África provienen de la falta de información, cuando no de la información. Resulta clave entender que China está aplicando a África su propia experiencia de desarrollo cuando pide que las infraestructuras que realiza le sean pagadas en materias primas. Es cierto que así sacia su hambre de materias primas, pero también lo es que con este sistema resulta más difícil el desvío de fondos hacia cuentas en Suiza.
Existe la idea en Occidente de que la ayuda china en África está exenta de condicionamientos políticos y que por eso gusta más a los líderes africanos. Esto no es completamente cierto. China también usa su ayuda para promover sus objetivos políticos. La diferencia es que éstos no son la defensa de los derechos humanos o el buen gobierno, sino otros más descarnados como que los regímenes ayudados no reconozcan a Taiwán, que no reciban al Dalai Lama (incluso un país tan importante como Sudáfrica se avino el pasado octubre a denegarle visado por recomendación china) o que en determinadas votaciones en NNUU se alineen con China.
Pero una visión de la política china en África como cínica, brutal y descarnada, tampoco le haría justicia. En los últimos cinco años China ha comprendido que no todo vale y como gran potencia que es, no puede desentenderse completamente de ciertas realidades. Así, China tiene una implicación creciente en las operaciones de mantenimiento de la paz de NNUU. En la actualidad tiene 1.925 participantes en ellas (decimoquinto a nivel mundial por número de participantes) y ha tomado parte en las siguientes ocurridas en África: MINURSO (Sáhara Occidental), UNMIL (Liberia), UNOCI (Costa de Marfil), MONUC (República Democrática del Congo), UNAMID (Darfur, Sudán) y UNMIS (Sudán). Su papel en la crisis de Darfur no siempre fue tan negativo como se señaló. En noviembre de 2006 el Presidente chino Hu Jintao instó al Presidente sudanés a que cooperase con Naciones Unidas y permitiese el establecimiento de una fuerza de mantenimiento de la paz en la región. Para 2007 hasta los chinos se habían dado cuenta de que Mugabe es un cabrón con pintas y cuando el Presidente Hu Jintao visitó varios países del África Austral, Zimbabwe no fue incluido en el recorrido. China coadyuvó más tarde a los esfuerzos del entonces presidente de Sudáfrica Mbeki para lograr un acuerdo de reparto de poder entre Mugabe y el líder de la oposición, Tsvangirai. E incluso en diciembre de 2008, cuando una epidemia de cólera azotó Zimbabwe, China aportó ayuda humanitaria y emitió un comunicado en el que señalaba “su preocupación con el actual deterioro constante de la situación política y económica de Zimbabwe”.
¿Significa esto que China está adoptando una posición más ética en sus relaciones con África? Tampoco exageremos. Los intereses mandan y por mucho que le incomode Robert Mugabe, tampoco se trata de echar por la borda todos los jugosos contratos concluidos en todos estos años. En noviembre del año pasado, Mugabe visitó Pekín y fue saludado como un “viejo amigo”. ¿Suena cínico? Pues sí, pero no más que la actitud de muchísimos otros países. No caigamos en el error de aplicarle a la política africana de China raseros éticos que muchos países no aplican a sus propias políticas.
Algo que China ya ha advertido es que mientras el Estado chino hace un esfuerzo por mantener buenas relaciones con los países africanos, sus empresas se comportan como toro en cacharrería y arruinan todo el capital de buena voluntad generado. Esto se revela en las encuestas que consistentemente muestran que, mientras las élites tienen muy buen concepto de China, la opinión de las sociedades africanas es bastante más crítica. Las acusaciones más extendidas contra las empresas chinas son:
+ Emplean mayoritariamente a chinos y apenas dan trabajo a africanos. Brautigam señala que esta acusación no es del todo cierta, que la contratación de africanos por las empresas chinas depende de la cualificación de la mano de obra en cada país concreto y que cuanto más tiempo una empresa china está en África, mayor es su propensión a contratar africanos.
+ Las condiciones laborales de los trabajadores africanos en las empresas chinas son durísimas. Cierto en muchos casos, pero no es por racismo: las empresas chinas tratan igual de mal a sus trabajadores en China.
+ Las empresas chinas no tienen ninguna preocupación por el medio ambiente. Cierto que son bastante depredadoras del medio ambiente, pero no se comportan de manera diferente en China.
+ Los chinos son unos negociadores implacables y cuando hace falta se escudan en su incomprensión del inglés para salirse con la suya. Quien piense que las empresas chinas han ido a África a hacer caridad y no a enriquecerse, se va a llevar un chasco muy duro. Sí, los chinos abordan los negocios con un a mentalidad similar a la del Bounderby dickensiano de “Tiempos difíciles”, pero, insisto, estamos hablando de hombres de negocios que se han tenido que ganar las habichuelas en el ambiente chino, no de alegres oenegeros.
+ China en general deja tras de sí infraestructuras flamantes, a veces de calidad dudosa, pero poco sostenibles. Además, en el proceso de su construcción, al emplear poca mano de obra africana, no forma los recursos humanos de los países en los que trabaja. Esta crítica tiene bastante de cierto.
+ Los trabajadores chinos viven en sus guetos y no se mezclan con las poblaciones africanas.
+ Tal vez la acusación más jodida: las empresas chinas al inundar África con artículos baratos y de baja calidad están haciendo una competencia durísima a las pequeñas empresas y al pequeño comercio africano. Bueno, esto no sólo ha ocurrido en África y entra dentro de la lógica de la globalización: si no puedes competir con mis productos en precios, ve pensándote en ganarte la vida de otra manera. Si la experiencia de otros países sirve de algo, que los africanos vayan preparándose para ver cómo los equivalentes al “Todo a cien” de nuestros lares pasan a ser todos propiedad de chinos.
Resumamos: China va entendiendo que ser gran potencia acarrea también ciertas responsabilidades, pero la “realpolitik” es la “realpolitik”. Sus empresas a menudo se dejan la ética en el perchero cuando salen de viaje para África y una vez allí, forrarse es lo único que cuenta. Yo me sitúo a mitad de camino entre los defensores y los detractores de la presencia africana de China a los que aludía al comienzo. China se comportará en el continente africano igual de bien y de mal que las potencias que le han precedido. Sería ingenuo esperar otra cosa.


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