Hoy le pido al maestro Kubrick que me eche un cable para preparar este delicioso plato de chuletas aromatizadas con naranjas y acompañadas de un maravilloso puré de boniatos. Vamos a darle una vuelta a este producto y a sacarle partido en sartén, sin complicarnos la vida. Dulzor, amargor, crujiente... aquí se dan cita todo tipo de fragancias y texturas, como en la película. Una receta psicodélica y contundente musicalizada por Beethoven. El mecanismo de la naranja se pone en marcha y nosotros... ¡Mandiles arriba!
Ingredientes (2 personas)
- 12 chuletas de lechal
- 100 ml de zumo de naranja
- 1 chorrito de Brandy
- 10 nueces de California
- 2-3 cdas de azúcar moreno
- Comino en polvo
- Sal, pimienta negra y aceite de oliva
- 2 boniatos
- 1 chalota (o 1 diente de ajo y una cebolla pequeña en mi caso)
- Caldo de pollo o de verduras (para la cocción)
- Cilantro y salvia
- Sal, pimienta y aceite de oliva
- 30 minutos
- "La naranja mecánica" (Stanley Kubrick - 1971) --- Tras receta
El puré de boniato
Pelamos los boniatos y lo troceamos en cuadraditos. Lo ponemos a cocer en caldo de pollo o de verduras hasta que esté muy tierno. Colamos.
Picamos la cebolla y el ajo y los ponemos a rehogar en la misma cazuela con un poco de aceite.
Agregamos el boniato cocido y lo salteamos. Vamos aplastando el boniato con ayuda de la cuchara de madera o de un "potato smasher" (machaca-patatas) hasta obtener un puré. Añadimos las hierbas picadas y ponemos a punto de sal. Listo.
NOTA: Si quieres aprender más técnicas y trucos para purés te dejo un muy buen post de Lazy Blog sobre el tema.
La salsa y las chuletas
En un bol mezclamos el zumo de naranja - mejor si es recién exprimido -, el Brandy - o el Coñac -, el azúcar moreno y el comino en polvo. Removemos bien.
Salpimentamos las chuletas de cordero por ambas caras y las ponemos a freír en una sartén con aceite. Dejamos que se doren bien.
Incorporamos la mezcla del bol (yo añadí a última hora un poco más de azúcar moreno) y dejamos que reduzca y se caramelice. Vamos removiendo suavemente la sartén o el rondón para que las chuletas se impregnen bien.
Añadimos las nueces y damos un último hervor mezclando todo. Emplatamos las chuletas y moldeamos el puré con ayuda de dos cucharas grandes (como para las croquetas) Regamos con la salsa y disponemos las nueces por encima. El olor ya es una delicia, ¿verdad? Pues no perdáis tiempo y a mancharse. ¡Que aproveche, hitchcookian@s!
Película ideal para degustar este platoA CLOCKWORK ORANGE("La naranja mecánica" de Stanley Kubrick - 1971)
Naranja. Color e ingrediente predominante de la receta gracias a la salsa y al puré. Esa salsa que baña o tiñe las chuletas se convierte a nuestros ojos - siempre alocados - en el hilo conductor de la receta. Todo se amalgama gracias a ella. Cobra sentido. Potencia el sabor. Nos conduce inexorablemente hacia ese Londres futurista que ideó primero Anthony Burguess en tinta, y luego Kubrick en pantalla. Nos lleva al universo violento, multicolorido, psicotrópico e implacable que supone "La naranja mecánica". Una obra tan arrolladora como compleja. E indudablemente maestra.
En el año 71 el maestro Kubick ya había consagrado su visión del cine. Había canalizado géneros de lo más variopintos y les había dotado de su particular concepción. Trabajó con la guerra ("Senderos de gloria"), con la ciencia-ficción ("2001, una odisea en el espacio"), con la comedia bélica ("Teléfono rojo, volamos hacia Moscú"), el film-noir ("Atraco perfecto") y la epopeya ("Espartaco"), y en la década entrante tenía la mirada puesta en adaptar un libro estremecedor, complicado, inusual, polémico, devastador... Y lo hizo de una manera descarnada. Pocas veces se han conjugado de manera tan brillante elementos como la música clásica, la dirección artística, la interpretación y la historia. Kubrick plasmó un mundo lleno de detalles y los hizo bailar ante nuestros ojos de forma maravillosa. Todo encajaba. Ningún plano era al azar. Todo nos generaba una sensación de desahogo.
"La naranja mecánica" supuso un latigazo visual y narrativo en la sociedad, que vieron una apología en carne viva de la violencia desatada. El personaje central, Álex (el papel de su vida para Malcolm McDowell) simboliza un mundo decadente, vacío de moral, donde predomina la anarquía individual y la maldad humana. Alex y sus "drugos" se dedican a saborear la crueldad que supone atemorizar y castigar a todo el que se ponga por delante. Baste como muestra la paliza al vagabundo o el asalto y la violación a la mujer en la casa (Home) mientras tararea insolente y amenazante Singing in the rain. Conductas atroces, crudas, sin responder a un criterio claro y que, por consiguiente, aterraron aún más a los espectadores de la época. Todo era demasiado real...
Nuestra receta nos muestra cuatro chuletas de lechal expuestas sobre el plato. La mente chiflada nos lleva a convertirlas en ese grupo ultra-violento liderado por el irónico y letal Álex. Un elenco de monstruos, ataviados con bastones - o huesos - y que se nos muestran crudos, crueles, sangrientos, salvajes, la imagen de la virulencia. Una actitud en el plato que lleva a someter al protagonista a una ejemplar re-educación para destruir de su mente todo atisbo antisocial.
Su presencia no es otra que la de un ser no-cocinado, que necesita un lento proceso de adaptación a la sociedad - o a nuestro paladar - para ser apto y comestible. Tal proceso corre a cargo de esa salsa de naranja, brandy, azúcar, que poco a poco va transformando los toscos trozos de cordero en seres idóneos para convivir en nuestra comunidad, o en nuestra mesa. Cuando por fin logramos ese toque anaranjado y caramelizado en la piel, sabemos que nuestra misión ha tenido éxito.
Nuestros ojos - abiertos de par en par, como los de Álex durante su tratamiento - presencian esa fantasía psicodélica de colores que van tiñendo la sartén y el puré. El diablo se va ablandando, cocinando, sometiendo a la voluntad de la sociedad. Su carne se desgarra con facilidad por fin del palo y sus ansias de locura criminal se disipan al tiempo que la salsa social baña su comportamiento y le vuelve dócil y maleable.
"La naranja mecánica" es una pieza inclasificable, brutal, demoledora, y que consigue generarnos sensaciones contradictorias. Kubrick es un artesano-cocinero de la imagen y supo como nunca extraer del espectador sus temores más ocultos. Se amalgaman emociones como el miedo, la compasión, la rabia, el asco, la frustración, la esperanza, la venganza... Ante nosotros tenemos un grupo de chuletas con sabores variopintos. Cada bocado es una mezcla de aromas y texturas: la acidez de la naranja, el dulzor del azúcar, el crocante de la nuez, la melosidad del puré... Cuando lo combinamos todo obtenemos una "naranja mecánica" en el paladar.
Sólo nos faltaría servirnos un cóctel Moloko y poner a todo volumen la 9ª Sinonía de Beethoven para formar parte de ese universo que sólo un genio como Kubrick pudo recrear. Que ustedes lo disfruten y lo "videen" bien...