
Un domingo de este suave invierno al que Valencia nos tiene acostumbrados, aprovechando que había amanecido azul y soleado, decidimos irnos a Chulilla: de Senderismo a los "Calderones" y a comer en el Restaurante El Pozo. El Restaurante El pozo ya lo conocíamos de cuando hace años estuvimos paseando por "El Charco Azul". Entonces lo regentaban los padres, ahora, después de que tomara las riendas la segunda generación, tenía pendiente una visita. Violeta, la jefa de cocina, y yo, estuvimos trabajando codo con codo hace unos años, nada que ver con la gastronomía y la hostelería, pero ya en aquella época nuestra común afición afloraba.
En cuanto a la ruta de "Los Calderones", fue habilitada recientemente con una serie de puentes colgantes y aquí si que no habíamos estado, era el momento de conocerla. Agua, verdes, paredes verticales y puentes colgantes, con estos parámetros estaba segura de que disfrutaríamos.
El recorrido circular que nosotros hicimos, entre 12-14 km., nos llevó unas cuatro horas. Andábamos a buen ritmo, pero también hacíamos paradas para disfrutar de las vistas o tomar alguna foto. Y es que esta ruta es una combinación de dos senderos, el de los Puentes Calderones, el mismo que usaban los obreros de la presa de Loriguilla y que recorre el cañón que forma el río Turia a su paso, y el sendero PR-CV 77 Pinturas Rupestres.

Tan sólo a pocos minutos de comenzar la ruta, iniciamos un corto y suave descenso que nos deja al borde del cañón del Turia, en un mirador desde donde se obtienen preciosas vistas del río y del Charco Azul. Continuamos y un poco más adelante nos encontramos con un segundo mirador también con impresionantes vistas.
Llegamos a Los Calderones, donde se une el Barranco de la Cava y el río Turia. Seguimos el sendero que nos llevará al primero de los puentes colgantes, de 25 m. de longitud, instalado justo en el mismo lugar que el antiguo puente. Lo cruzamos. Ahora ya seguimos por la margen derecha del río. Sin apenas darnos cuenta llegamos al segundo puento colgante, algo más pequeño. Desde los puentes, las vistas del cañon a uno y otro lado son magníficas.

Comenzamos a caminar por un sendero junto al río, entre cañas, hasta que encontramos una bifurcación. Todo recto si nos dirigimos a la presa y a la izquierda, si queremos llegar a las vías de escalada. Habéis acertado, seguimos todo recto, la escalada no es lo nuestro.

El paseo es fácil, sin dificultad. Mientras caminamos vemos a los escaladores suspendidos en las impresionantes paredes. Y casi sin darnos cuenta el cañón comienza a abrirse, el camino a ensancharse y llegamos a una carretera asfaltada de cuesta pronunciada que nos lleva a la presa.

Preciosas vistas en uno y otro sentido, tanto del embalse como hacia el Cañón.

Continuamos nuestro camino hacia las Pinturas Rupestres.

La dirección está bien indicada hasta cierto punto, ya que hay varias bifurcaciones que no requieren gran atención, simplemente seguir las señales amarillas y blancas del PR-CV 77 y fijarnos en una senda que se abre a la izquierda de nuestro camino y que nos lleva a la cabecera del Barranco de Vallfigueras.

Cambia el paisaje y comenzamos a caminar por el cauce del barranco, hasta que nos encontramos la señalización que indica que nos tenemos que desviar para llegar a las Pinturas Rupestres descubiertas en 1998.

A pesar de su situación, no es difícil acceder a ellas a través de unas escaleras de roca y de madera.

Después desandaremos nuestros pasos hasta volver al desvío dónde habíamos abandonado la ruta y retomarla en dirección a Chulilla.
Aproximadamente a dos kilómetros, comenzamos a ver el pueblo. Este último tramo lo recorremos entre pinos.

Una vez allí, en las puertas de Chulilla, comenzamos a subir una empinada cuesta a través de calles estrechas que nos llevan directamente al Restaurante El pozo ¡Estaba todo calculado!

Violeta y Carlos nos dan una calurosa bienvenida, no por que seamos amigos, lo hacen con todo los clientes. Basta con quedarse un rato observando para darse cuenta y confundir entre los amigos que son clientes y los clientes que se han convertido en amigos.
Mientras elegimos entre los platos de la carta, pedimos el aperitivo, un Ajo Arriero que está entre los mejores que he probado, un pajarillo me ha chivado que del Ajo Arriero es Carlos quien se encarga. Acompañaremos la comida con un Tinto Crianza de Dominio de la Vega.

Nos decidimos por un par de primeros platos para compartir: Pimientos del piquillo rellenos de mar y Crujientes de morcilla de arroz con cebolla caramelizada. Los pimientos deliciosos y suaves, los crujientes de morcilla muy ricos. Morcilla y cebolla juntos son casi casi un valor seguro, en este caso la combinación nos deja con ganas de más.
En cuanto a los platos principales, uno de ellos un clásico, Entrecot con patatas y pimientos, en su punto y con guarnición de productos frescos. Y es que no soporto esos sitios donde acompañan el Entrecot con patatas congeladas, bueno la verdad es que no soporto las patatas congeladas.
El otro plato principal, Milhojas de berenjena, muy rico y es que a mi me encantan las verduras cocinadas de esta forma.

No suelo pedir postre, pero esta vez y como ya tenía el gusto de conocer la Tarta de zanahoria y chocolate, Violeta en alguna ocasión la llevó al trabajo, la pedimos. También probamos el Tiramisú. Los postres muy recomendables y como nosotros habíamos hecho suficiente ejercicio aquel día, teníamos la excusa perfecta para tomarlos sin demasiados remordimientos de conciencia por aquello de las calorías.
Ya véis, un precioso domingo soleado, de largos paseos, de naturaleza, de ejercicio, de amigos y con final feliz para nuestros paladares. ¿Se puede pedir más?
Si estáis por la zona anotad esta ruta y esta parada para reponer fuerzas, os gustará.
¡Volveremos!