Akira Kurosawa es uno de los cineastas que más influyó en la generación de directores norteamericanos de los setenta, justo cuando en su propio país sufría una marginación como creador que le llevó a un doloroso intento de suicidio. Sin embargo, la fuerza de su legado era tal que, además de ganar el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1975 con la soviética Dersu Uzala (de esa época proviene la fotografía superior junto al cineasta ruso Andrei Tarkovsky), contó con la ayuda de directores norteamericanos como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, George Lucas o Steven Spielberg para, entre otras, poner en pie, ya muy anciano y casi ciego, una de sus más grandes obras maestras, Kagemusha (1980).
Por aparecer, y aunque el propio autor no termine de creérselo, Kurosawa aparece infiltrado hasta entre las páginas irlandesas de La mirada del bosque, de Chesús Yuste.