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Cine en serie – Dark city

Publicado el 05 abril 2010 por 39escalones

Cine en serie – Dark city

POKER DE FOTOGRAMAS (VII)

William Dieterle es otro de los emigrantes alemanes que Hollywood tuvo la suerte de recibir con la llegada del nazismo al poder en el país europeo. Aprovechando un contrato para filmar versiones en alemán de películas norteamericanas, Dieterle, tras una breve pero intensa carrera en el cine alemán (dirigiendo, por ejemplo, a una jovencísima Marlene Dietrich) en la que alternó una prometedora carrera como actor de carácter (por ejemplo, en Fausto, de Murnau) con la dirección, desarrolló una trayectoria irregular en Estados Unidos (cuya nacionalidad adquirió en 1937) que, como en tantos otros casos, vino a ser cortada con la llegada de la Caza de Brujas. Antes de su decadencia en los años cincuenta, Dieterle filmó sin embargo un buen puñado de cintas notables, entre ellas, sin duda, La vida de Émile Zola, Juarez, El hombre que vendió su alma o, sobre todo, Jennie, obra maestra absoluta. Su último film notable es Dark city (titulada en España Ciudad en sombras), debut de Charlton Heston como protagonista en una película de Hollywood.

Heston (Easton en Grecia, como siempre recordamos, debido al escatológico significado de su apellido artístico en la lengua helena) da vida a Danny Haley, un antihéroe, a un protagonista negativo que encuentra su redención en el amor. Como líder de un grupo de estafadores de poca monta, la noche que descubre a un ingenuo hombre de negocios recién llegado a la ciudad (Don Defore) con la cartera bien repleta de dólares, idea una forma rápida y segura de desplumarlo organizando una falsa partida de poker con sus tres compinches (Ed Begley, Jack Webb y Henry Morgan) en la que, manipulando las manos y con una estrategia común, le dejan ganar una abundante cantidad de dinero para así hacerle morder el cebo y que vuelva a acudir a jugar a las cartas a la noche siguiente ante la promesa de unas ganancias abundantes y casi seguras con las que multiplicar sus inversiones de esos días, cuando en realidad tienen preparada una trampa en la que le harán perder hasta la camisa, incluido el cheque de miles de dólares que su hermano le confió para un trato. La novia de Heston (Lizabeth Scott), una cantante de cabaret, no aprueba sus métodos ni sus actividades, ni tampoco la amistad que mantiene con sus socios, pero una y otra vez se estrella con su idea de acumular dinero con el que comprar un buen futuro para los dos alejado de los sórdidos ambientes de la noche. Sin embargo no cuenta con que el estafado, acosado por la culpa y angustiado ante el inevitable momento de confesar a su hermano que ha perdido todo su dinero al poker, se ahorca la vida en la habitación de su hotel. A partir de ese instante, sus vidas se verán doblemente amenazadas: por un lado, la policía, puesta al corriente de la existencia del cheque y de un grupo de timadores que se hizo con él, inicia una investigación que no tarda en llevarles hasta el local de los cuatro amigos; por otro, el hermano del fallecido (Mike Mazurki), se revela como una presencia extraña, un hombre desequilibrado y violento con tendencias psicópatas que comienza una penosa venganza en la que pretende localizar a los cuatro delincuentes y darles el mismo destino que tuvo su hermano: una muerte violenta con la soga al cuello. En su intención de encontrarle antes de que le ponga las manos encima, Danny conocerá a Victoria, la viuda (Viveca Lindfords), por la que se sentirá atraído y que cree que es la forma más rápida de encontrar al hombre que amenaza su vida.

Poseedora de todos los ingredientes del buen cine negro, la puesta en escena sirve a la perfección al tono oscuro de la historia y a lo intenso de la narración. Los personajes se mueven en la noche de locales turbios, casinos ilegales, partidas clandestinas e inquietantes compañías siempre con un arma como respuesta a las querellas resultantes del juego. Acostumbrados, sin embargo, a salirse con la suya, son a veces no obstante molestados por una policía a la que tienen que sobornar para que los cierres ocasionales de su local de apuestas y juego de cartas ilegales no se prolonguen ni sean demasiado frecuentes. El ambiente sórdido y ruin en el que transcurre la vida de Danny y sus secuaces, y en el que sólo su chica es un momentáneo pero, cree él, prescindible oasis de bondad y amor entre tanta inmundicia, contrasta con los espacios abiertos y la claridad del cielo de California y Nevada en el que transcurre la acción cuando Danny inicia el viaje de descubrimiento de la identidad del hombre que lo amenaza. Empleándose como croupier de un casino de Las Vegas para sobrevivir, al tiempo que se deja ver convenientemente para convertirse en cebo que atraiga a su agresor y así poder capturarlo o eliminarlo antes que lo haga con él. La llegada de su novia para trabajar allí como cantante, termina de establecer el doble puzzle de emociones sobre el que giran los resortes de la historia, por una parte el triángulo amoroso de Danny, su novia y Victoria, y por otra el otro que, como Victoria como centro, conecta a Danny con el hermano de su víctima.

Con una magnífica partitura compuesta por Franz Waxman y una estupenda fotografía, obra de Victor Milner, que sigue los cánones del mejor cine negro en las escenas situadas en Nueva York, algo más vacilante e imprecisa cuando retrata los soleados exteriores de California o Las Vegas, la película supone una inusual mezcla de géneros que combina los habituales conflictos del amor, el dinero y la venganza típicos del cine negro con la igualmente común investigación policial pero, y aquí radica la novedad, con la existencia de un personaje psicópata que comete varios asesinatos y de cuya identidad, fenomenal hallazgo narrativo de Dieterle, el espectador sólo conoce durante la hora y media larga de metraje el reconocible anillo de su dedo anular, fotograma que sirve de aviso previo al público cada vez que va a asistir a una muerte violenta. Sólo rota por los continuos números musicales que justifican la profesión de la chica, lo que provoca algunos saltos de ritmo y tensión en la cinta que juegan en su contra y que prolongan innecesariamente una narración quizá demasiado lineal, las interpretaciones resultan eficaces aunque no deslumbrantes y, en lo que se refiere al protagonista, avanza ya las grandes virtudes y las todavía más grandes limitaciones de Charlton Heston como intérprete, su gran presencia física combinada con sus torpes y toscas maneras y su limitada gestualidad. En cuanto a secuencias, dos llaman poderosamente la atención: la final, con la resolución del drama en una violenta pelea entre Danny y su pretendido asesino, y sobre todo la partida de cartas en el local, en la que con un acertado manejo de la elipsis y la combinación de múltiples planos de detalle que se centran en las manos, en el reverso de las cartas, en los dedos que extraen de la cartera cada vez más dólares y en el sudor de la frente de los contendientes, Dieterle consigue anticipar toda la tensión y la fuerza del drama que está a punto de desencadenarse.

Última gran película de William Dieterle, con la llegada del maccarthysmo, aunque no llegara a figurar en la lista negra, el contenido de algunos filmes y sus colaboraciones con algunos de los encausados más célebres, le obligaron a buscar empleo fuera de Estados Unidos, pero no llegó a filmar grandes trabajos, exceptuando quizá Vulcano, rodada en Italia. En su regreso a Hollywood, optó por las grandes superproducciones (Salomé, La senda de los elefantes), aunque la mediocridad de los resultados le forzaron poco después a abandonar la profesión.


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