A muchos nos gusta el cine. Ya sea en casa o en un centro comercial, casi todos disfrutamos con una buena película que nos divierta y nos entretenga. Además, contamos con la posibilidad de elegir entre temas muy variados, pudiendo decidirnos por la comedia, el suspense, el terror o la ciencia ficción, entre otros.
Lo que quizá no nos hayamos parado a pensar nunca es en el trasfondo psicológico que tiene el tipo de cine que elegimos. Muchas veces, las películas nos ofrecen historias y situaciones que son un fiel reflejo de la vida real. Sin embargo, en otras ocasiones nos muestran personajes, actitudes y valores que de ser llevados a la práctica serían fuertemente criticados y rechazados.
Infidelidades ocultas, cuerpos espectaculares, superhéroes indestructibles… todo vale en un mundo en el que el único objetivo es hacer una buena taquilla.
Y eso es lo que gusta, trasladarse mentalmente a esa isla paradisíaca que tan lejos queda de nuestra rutina diaria; olvidarse de los problemas durante un rato gracias a las desternillantes desgracias de ese personaje con el que tanto nos identificamos o fantasear con que lanzamos rayos mientras volamos.
Todo ello en el entorno seguro del salón de casa o la sala de cine, lugar en el que desconectamos en busca de una alternativa a nuestra a veces cruda realidad, la del trabajo en la oficina y el pago de hipotecas.
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