La primera adaptación cinematográfica de “Los 4 Fantásticos” permanece inédita desde 1994. Nunca la habrás visto en televisión, ni en un videoclub, ni mucho menos en una pantalla de cine, pero no se trata por ello de una película pirata ni inacabada, ni ningún problema legal impidió su estreno; sencillamente, ya completada, se decidió olvidarla en un cajón.
Pero no se puede enterrar un icono tan universalmente reconocible para varias generaciones. La película pasó de fan en fan aún sin ningún tipo de licencia, primero como un VHS pirata en convenciones de cómics y mercadillos, y actualmente en Internet, llegando a ser en parte nuestra, porque somos los lectores quienes la hemos mantenido viva. Y sólo por eso se merece este Cineclub.
Roger Corman
Aunque el sinsentido de esta no-película haya acabado asociado para siempre al que fuera su productor, el mítico Roger Corman, en realidad tanta o más culpa tuvo el propietario de sus derechos cinematográficos, el menos famoso pero mucho más respetado Bernd Eichinger. Las carreras de ambos cineastas no podrían ser más contrapuestas: a Corman se deben cincuenta películas como director y hasta trescientas como productor, rentabilísimas aunque de paupérrima factura (por ejemplo, rodó en 1960 “La tienda de los horrores” en tan sólo 2 noches y un día), que le valieron el título de “Rey de la serie-B” y un Óscar honorífico en 2009; en cambio, Eichinger es uno de los más reputados productores y guionistas europeos de las tres últimas décadas y el principal impulsor del actual auge de la cinematografía alemana, aunque en su filmografía también existan obras no tan estimables, como la saga de “Resident Evil”. Eichinger y Corman sólo comparten dos rasgos: haber impulsado las canteras cinematográficas europea y americana de las décadas de los 70 y los 80 a través de Constantin Films y New World Pictures respectivamente, y que ambos renieguen de su adaptación de Los 4 Fantásticos.
Bernd Eichinger
Constantin Films se hizo con los derechos cinematográficos de Los 4 Fantásticos a principios de los 90, en plena segunda ola del cine de superhéroes, a la sombra del “Batman” de Burton –la primera vino de la mano del “Superman” de Donner y actualmente disfrutamos de la tercera-. Más allá del murciélago, el género se venía alimentando bien de nuevas y modestas creaciones como el “Darkman” de Sam Raimi, bien de adaptaciones de comics relativamente desconocidos como “El Cuervo” o “La máscara”, lo que hacía más clamorosa la ausencia de Marvel. Eran constantes los rumores de supuestos grandes proyectos de personajes de la casa de las Ideas, como el “Spiderman” de James Cameron o el “Doctor Extraño” de Francis Ford Coppola, pero la realidad era que tras el descalabro de “Howard, un nuevo Héroe”, tan sólo “Capitán América” y “El Vengador” habían logrado alcanzar al menos las estanterías de los videoclubes, y su factura estaba más próxima a las antiguas series setenteras que a su verdadera fecha de producción. El problema de fondo era que mientras DC contaba con el respaldo de la Warner, Marvel aún carecía a principios de los 90 de la infraestructura necesaria para saltar a la competitiva arena audiovisual, pese al enorme potencial mercadotécnico de su catálogo de personajes.
El caso de Los 4 Fantásticos era especialmente hiriente, porque estaban aún en el escalón anterior de las adaptaciones animadas, pese a representar un hito fundamental del cómic de superhéroes, “la revista de cómics más grande del mundo”, la obra cumbre de Stan Lee y Jack Kirby, y el punto de arranque del Universo Marvel. El único intento previo en imagen real había sido de hecho cuanto menos rocambolesco: a finales de los 70, Universal Pictures pretendió realizar una serie sobre La Antorcha Humana, dentro del mismo acuerdo del que salieron los telefilmes del “Capitán América”, el piloto del “Doctor Extraño” y la serie de “El increible Hulk”. Sin embargo, ante la dificultad de plasmar adecuadamente los poderes flamígeros del personaje, se optó por redefinirlo totalmente hasta dejar de ser una adaptación, relatando en su lugar cómo un piloto acrobático adquiría la capacidad de generar electricidad a través de sus manos tras ser alcanzado por un rayo. Incluso el nuevo título, “Power man”, tuvo que cambiarse por “The Power Within” para distinguirlo del personaje homónimo de la misma Marvel. Y sin embargo, pese a no pasar del episodio piloto, este proyecto, sí llegó a influir de vuelta al propio cómic del que partía, aunque indirectamente: los derechos de la Universal impidieron en 1978 que la NBC contara con la Antorcha para su propia serie de dibujos animados de Los 4 Fantásticos, por lo que acabó siendo sustituida por el robot H.E.R.B.I.E. (creado para la ocasión nada menos que por los propios Lee y Kirby), que sería posteriormente integrado en la colección original por John Byrne. Tampoco Bernd Eichinger fue capaz de reunir la ingente inversión necesaria para adaptar adecuadamente la Primera Familia antes de que caducara su licencia en diciembre de 1993, y su margen se estrechaba aún más en la medida en que se rumoreaba que Chris Columbus se postulaba para dirigir un proyecto alternativo de gran presupuesto. Hasta aquí, la historia apuntaba hacia otro más de los culebrones de derechos que ya hemos comentado en anteriores sesiones del Cineclub, pero el agudo productor alemán demostró tener la suficiente cintura para convertir la necesidad en virtud: el contrato podía obligarle a realizar una película en 1993 para mantener la licencia, pero eso no implicaba que tuviera que estrenarla. En otras palabras, lo único que necesitaba era un rodaje barato y rápido, sin ninguna consideración sobre el resultado final, pues sólo se trataba de un medio para consolidar sus derechos. Y para eso, sólo había un nombre de referencia: Roger Corman.Eichinger le ofreció un presupuesto de 2 millones de dólares, algo irrisorio para una producción de este tipo, baste considerar que representa 50 veces menos de los que costó la versión de 2005. Y Corman, fiel a su leyenda, se las apañó para arañar aún 200.000 dólares para sí en concepto de plusvalía, consciente de la futura ausencia de ingresos. Lo malo es que, para abaratar los costes de producción, dejaron creer al resto del equipo que la intención era distribuir la película cinematográficamente, o en su defecto, que sirviera como episodio piloto para una futura serie de televisión, convenciéndoles así de rebajar sus salarios.
Susan Storm
El reparto principal era en su mayoría proveniente de la televisión o de la serie-B, si bien Alex Hyde-White (Reed Richards) ya había sido visto en “Pretty Woman” e “Ishtar”, mientras que Jay Underwood (Johnny Storm) apareció después en “Camino a la Perdición”. No obstante, la Antorcha de este último resulta quizá el papel menos acertado del cuarteto, pretendiendo ser tan impulsivo que cae en la sobreactuación, y carece por completo del carisma del original. Por el contrario, Reed y Sue (Rebecca Staab) se quedan cortos, muy lejos del frío y racional Mr. Fantástico y de la decidida Mujer Invisible, que había superado hace casi dos décadas su rol original de damisela en apuros. Su interpretación es plana, blanda y edulcorada, aunque hay que reconocer que tampoco les ayuda una caracterización ya entonces desfasada y decididamente casposa, destaquemos las obviamente teñidas sienes canosas de él, o la compostura de ama de casa de ella, que no duda en coserles espontáneamente los trajes a sus compañeros (que se acoplan convenientemente a sus poderes pese a no estar compuestos de moléculas inestables). Michael Bailey Smith y el especialista Carl Clarfalio sí consiguen en cambio que reconozcamos en su doble interpretación a Ben Grimm y La Cosa en sus formas humana y rocosa respectivamente, transmitiendo su nobleza y fidelidad, así como el trauma producido por su transformación. Como era predecible, el villano principal es el Doctor Muerte, encarnado por el también televisivo Joseph Culp (“Urgencias”, “Star Trek”), mientras que el resto del reparto era aficionado.
Traje de La Cosa
Oley Sassone
El gran olvidado es su director Oley Sassone, totalmente anulado bajo la sombra de Corman. Más que acostumbrado a las trincheras de las Serie B, su película más famosa es la adaptación de “Mortal Kombat”, aunque ha dirigido desde capítulos de “Xena, la princesa guerrera” a telefilmes del Canal Playboy, y firmado más de un centenar de videoclips, de modo que estaba más que acostumbrado a rodar con limitaciones presupuestarias. Porque hace falta mucho arrojo para enfrentarse en estas condiciones a una cinta superheroica, la primera además protagonizada por un supergrupo. Esto es la Serie-B de la Serie-B. El espectador debe concienciarse del tipo de película al que se enfrenta, pero si lo hace con la distancia y condescendencia adecuadas, disfrutará, en glorioso VHS, de un Mr. Fantástico que sólo estira sus extremidades y sólo en línea recta, sujetando obviamente un palo telescópico coronado por una mano de pega; de una Antorcha Humana que durante la mayor parte del metraje también se limita a encender tan sólo sus manos, y cuando exclama por fin “llamas a mí”, el plano cambia a una animación más cercana a “Tron” que a su contemporánea “Parque Jurásico”, y que es capaz de arder en el espacio sin necesidad de oxígeno; de una Chica Invisible que sólo usa un escudo de fuerza en toda la película, y que plasma su invisibilidad no apareciendo o recurriendo a un croma casero; y de un Doctor Muerte histriónicamente gesticulante hasta lo risible para intentar compensar la falta de expresividad de la armadura, ominoso a base de mantenerlo forzadamente en sombras, con la capa de un verde ridículo fuera de las viñetas y sus articulaciones de goma (fijaos en el cuello), dictador de una Latveria reducida a una decena de sicarios. Enamoramientos repentinos no aptos para diabéticos y absolutamente increíbles, práctica ausencia de exteriores, decorados de cartón piedra, un accidente espacial fuera de secuencia, y nuestros favoritos: un plano subjetivo de la invidente Alicia Masters, por no mencionar la mano de Reed saliendo del coche nupcial como cierre de la película, que haría palidecer al mismísimo Jim Henson. Puede hacerse peor (aunque parezca imposible), pero eso sí, la diversión está asegurada.
Pese a todo, el guión de Craig J. Nevius y Kevin Rock consigue ser sorprendentemente fiel al original, y no falta ninguno de los elementos fundamentales de la mitología fantástica, ni tampoco algunos planos literales de las viñetas. Se ciñe a la etapa clásica, obviando afortunadamente los uniformes de la época, y recurriendo también al por entonces destruido Edificio Baxter en vez de a la Torre de las Cuatro Libertades. Los únicos cambios destacables se adhieren a las convenciones del cine superheroico, vinculando aún más los orígenes de los héroes y los de su Némesis: implica a Reed en el accidente que transformó a Victor en Muerte y a éste el que otorgó sus poderes los 4 Fantásticos, y relaciona ambos experimentos con el paso del mismo astro, el Cometa Colossus en lugar de los Rayos Cósmicos. Posteriores relecturas han reincido en dicho vínculo, incluso fundiéndolo en un único experimento, como en el Universo Ultimate o las mismas nuevas adaptaciones cinematográficas, aunque con ello se pueda debilitar el sentimiento de culpabilidad de Reed respecto a la condición de Ben. Del guión merece también destacarse el efectivo gag del análisis médico a los protagonistas tras el accidente, recuperado después por Warren Ellis para la versión Ultimate. El cambio más llamativo es la aparición de un nuevo villano, el Joyero (Ian Trigger), inspirado claramente en el primer enemigo del cuarteto, El Hombre Topo, pero sustituyendo a los topoides por una versión infantiloide de los Morlocks, probablemente lo menos conseguido de toda la película, que no es poco decir. La comunidad subterránea casi distrae más que aporta, hasta que ofrecen asilo a la Cosa como a un igual, un gran acierto del guión que permite explorar su lucha por la auto aceptación. Este dilema se resuelve sin embargo facilonamente, apelando a su amor por Alicia, para quien se recupera el papel de involuntaria reina subterránea de la Vanessa Fisk del Daredevil milleriano. Ben y Alicia se enamoran ya antes de que se transforme en la Cosa, sacrificándose así el miedo de Ben a que Alicia sólo quiera a su alter ego, con lo que se echa a perder la carga dramática de sus repentinas (y no explicadas) reversiones a estado humano. Por último, la banda sonora de David y Eric Wurst es efectiva aunque carente de brillo. Concluido el rodaje, que duró tan sólo un mes, el equipo acudió a convenciones de cómics y concedió entrevistas promocionando de buena fe el supuesto estreno, que llegó a anunciarse para 1994 en el Mall of América de Minnesota, uno de los mayores complejos comerciales de Estados Unidos. Sin embargo, con la postproducción ya completa y los derechos de Constatin Films renovados, Eichinger asumió que el objetivo principal ya estaba cumplido y que distribuir la película sólo podría perjudicar a su futura superproducción, y canceló la premiere. Cuando posteriormente se filtró la película, Corman ha declarado ante las críticas a su labor, que desde el principio éste había sido el plan. Así, para ellos la película no representaba nada más que un lastre que Eichinger amortizaría sobradamente con la ulterior versión de 2005 , un modo para ganar el tiempo que necesitaba para financiar una superproducción, que acabaría por cierto coproduciendo junto al tercero en discordia, el propio Columbus. Tal vez fuera una jugada legal magistral, pero eso no justifica la falta de respeto a sus colaboradores y al público. Cuesta creer que tan sólo 4 años separen a estos “4 Fantásticos” del estreno de “Blade” en 1998, porque ambas películas pertenecen a épocas completamente distintas. Aunque la que nos ocupa fuera producida en 1993, el mismo año en que Roland Perelman creara Marvel Studios, éstos no llegaron a intervenir en su gestación, por lo que puede de hecho ser considerada como el final de la etapa anterior; ni la nostalgia puede salvarla, porque ya parecía vieja entonces. Todo lo que vino después, la bancarrota de Perelman, la resurrección cinematográfica de Marvel, la creación y autoproducción de su propio Universo fílmico compartido, la compra de Disney, no hace sino agigantar la figura empresarial de Avi Arad, quien liderara el cambio de modelo de negocio de la Casa de las Ideas. Aunque como lectores, echamos de menos los años en que la dimensión editorial no estaba completamente supeditada a la audiovisual.
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