* Reflexiones sobre el montaje cinematográfico, al hilo del visionado de 'Avaricia', de Erich von Stroheim.-
Alentado por referencias que la sitúan como una de esas obras de visionado imprescindible (etiqueta que, ya saben, no me parece de recibo: toda peli, incluso la más grande, es de visionado prescindible...), me enfrasqué hace unos días en el de 'Avaricia', de Erich von Stroheim. Me pertreché, para ello, de la única edición que de la misma pude localizar en DVD, quedando avisado, de inmediato, de que me podría encontrar con cualquier cosa (ya saben, ese típico aviso de 'esta copia ha sido elaborada con el mejor material disponible por la distribuidora'), si bien dicha cosa, finalmente, no llegó a materializarse en nada catastrófico (la peli se veía decentemente, en las casi dos horas que alcanzaba su metraje).
Mi sorpresa llegó a posteriori, cuando, contrastando datos con la IMDB, me encuentro con que el film tiene una duración de 239 minutos (o sea, que la copia que había visto me escamoteaba unas nada desdeñables dos horitas...), y alcanzó el pasmo absoluto cuando, a través de otras referencias, leo que la duración de la cinta, en la concepción originaria del autor, ascendía a casi... ¡¡¡nueve horas!!! Circunstancia ante la cual me surgía una pregunta, o más bien dos, de muy difícil respuesta: ¿yo había visto, de verdad 'Avaricia'...? ¿Qué leches había visto yo...?
A nadie se escapa que en cualquier rodaje cinematográfico se genera cierta cantidad de material filmado (a veces menor, a veces mayor, en función de muy diversas variables) que, posteriormente, y al igual que las cuartillas que arroja a la papelera el escritor, es descartado en la mesa de montaje y, por tanto, jamás llega a ser exhibido públicamente, cuando no directamente destruido. En cualquier caso, y en la medida en que dicho material no llega a incorporarse a la versión final de la obra, no puede o no debe,ser considerado como parte de la misma, y, por tanto, no cabe hablar de mutilación de una cinta por hecho de que no aparezca en la misma todo el celuloide a ella inicialmente destinado.
Pero esa última afirmación viene a toparse con una circunstancia determinante, y es la que atañe a la autoría colectiva de la obra fílmica, y al choque de voluntades que, en muchas ocasiones (la historia del cine está plagada de episodios en ese sentido, y el de 'Avaricia' no deja de ser uno más de ellos), se produce entre productores y directores a la hora de concretar ese metraje final que, en última instancia, termina constituyendo la 'obra cerrada', o versión definitiva de un film. De ahí la proliferación, en estos últimos años (posibilitada, obviamente, por los avances técnicos en materia de registro y reproducción de imagen; antaño, de tales episodios solo se llegaba a conocer por testimonios de los implicados...), de eso que se viene en llamar 'versiones del director', o similares, y que nos permite acceder a lo que, en suma, no vienen a ser sino auténticas revisiones de la cinta primigeniamente exhibida, a veces para mejorarla, a veces (vistos los resultados) para poco más que dar satisfacción a ese ego vanidosillo que todo creador suele llevar dentro.
Cuestión espinosa, sin duda alguna, generadora de polémicas, trifulcas e injusticias varias. Y, por supuesto, de una distorsión severa de la apreciación de la obra cinematográfica. Porque, en definitiva, ¿qué estamos viendo cuando estamos viendo una peli? ¿Un proyecto, una propuesta, un esbozo, una opción, una componenda? Pues eso...