Revista Cultura y Ocio

Cita con la muerte, de Manuel L. Alonso

Por Eltiramilla

Cita con la muerte, de Manuel L. Alonso

Tras un intento fallido de robo y un breve paso por la cárcel que le da la oportunidad de hacerse con un dinero al salir gracias a que se encarga de un trapicheo, Diego trata de dar cauce a su vida, pero no logra escapar de la desidia y la frustración. Hasta el día en el que un pintoresco mochilero y la primera de una serie de inquietantes amenazas de muerte se presentan en su casa y le empujan fuera de su inmovilismo hacia un viaje improvisado e incierto.

El relato de Diego arranca con un buen golpe de efecto y con una propuesta muy interesante, al exponer los conflictos íntimos que llevan a un chico de 19 años a arriesgarse a cometer un robo y contar sus impresiones al entrar en la cárcel. Además, la trama está aderezada con el planteamiento de la situación delicada del protagonista, más frecuente de lo esperable, por desgracia: la apatía, la sensación de naufragio, la dificultad para identificar el camino propio… Por eso, esta historia se acerca en cierta forma al esquema del cuento tradicional, al convertir la aventura de Diego en una especie de viaje iniciático en el que los detonantes de la acción dan paso a un plano más profundo que habla en realidad de los grandes temas que nos atañen a todos. Sin embargo, a medida que avanza la trama esa acción va tomando protagonismo en detrimento de ese otro plano de significación. El problema no es tanto ése como que los sucesos narrados no han conseguido mantener mi interés en los niveles del comienzo, a pesar de la introducción del romance y del recurso dramático. La historia pierde fuelle y el desenlace resulta decepcionante, con un clímax que reproduce los clichés más manidos del género: un encuentro con el malo-malísimo, una larga conversación que retrasa inverosímilmente el ataque mortal, una aparición sorpresa que debe explicarse después para que encaje en el argumento…

Así es que prefiero quedarme unos pasos atrás en el camino antes de concluir el viaje, en pleno proceso de descubrimiento, aún sumida en la confusión tan mundana de no saber hacia dónde ir. Y quedarme también con la gratitud por ser un libro de esos que te presentan otros libros (en este caso, El caminante, de Hermann Hesse). Y con las acertadas palabras del autor en los agradecimientos, que son un buen resumen de ese subtexto que recorre parte de la historia: “No hay nada como encontrar en el momento oportuno a la persona que se necesita. O tal vez sí: encontrar el libro adecuado.”


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