Hace ya años que circula por los foros de Internet la expresión Genealogy without sources is mithology y su éxito no es casual, no se trata de una simple frase ingeniosa sino de un concepto fundamental. O somos disciplinados y anotamos hasta la saciedad nuestras fuentes o corremos el riesgo de arruinar cualquier investigación que haya requerido años de esfuerzo.
Los primeros árboles genealógicos los realizamos a partir de algunas informaciones familiares y, si acaso, gracias a alguna mención que encontramos en documentos o libros. Al comenzar, nos basamos en pocas fuentes muy fáciles de recordar. Con el tiempo las ramas se van ampliando y tanto la cantidad como la calidad de la información aumentan considerablemente. Años después nuestra genealogía apenas se alimentará de testimonios orales pero sí de multitud de documentos originales, libros y trabajos de investigación, webs y correos electrónicos diversos, etc, una gran amalgama de fuentes que respaldan tanto las filiaciones como cualquier otro dato relativo a nuestros antepasados
Es inevitable, llegará un momento en que nos resultará imposible recordar todas estas fuentes. En algunos casos habremos obtenido decenas de informaciones de un mismo archivo o documento y sin la referencia exacta tendríamos que repasar todos los fondos. En otros, será sólo un dato que nos proporcionó una fuente tan puntual que la habremos borrado de la memoria en pocas semanas.
Pero, ¿tan importante es anotar todos los datos? Sí, porque la genealogía se basa en filiaciones continuadas y muchas veces la prueba de un enlace familiar sólo depende de una única fuente. Si no podemos probar cada eslabón de la cadena genealógica, ésta no será creíble. Los autores antiguos recurría al criterio de autoridad, es decir, lo digo yo y es suficiente, algo que ha dado lugar a muchísimos errores y también a que sean puestas en duda las informaciones de todos ellos, fueran o no veraces.
Por otra parte es inevitable que a lo largo de la investigación puedan surgir discrepancias entre los datos que conocemos y los que vayamos encontrando, desde diferencias en los nombres y apellidos de las familias a fechas que no concuerden o circunstancias en general que puedan ser incompatibles. En caso de conflicto deberemos recurrir a las fuentes para valorarlas, determinando si debemos descartar alguna o reconocer que existen discrepancias que no sabemos resolver.
Las expresiones “Genealogy without sources is Mithology” y su variante “Genealogy without proofs is Mithology” parecen haber circulado por Internet desde hace muchos años pero se desconoce su autor. Probablemente surgió de forma casual y, como concepto afortunado, alcanzó su actual categoría de aforismo genealógico.
Lo cierto es que muchos trabajos de investigación familiar comienzan como un mero pasatiempo, sin pretensiones científicas ni interés porque puedan ser publicados futuro. Y es probable que nunca vean la luz, pero quizás sin saberlo disponemos de una valiosa clave genealógica. Puede llegar un momento en que nosotros o cualquier otra persona pueda estar interesado en esa información, pero si desconocemos la fuente nuestro hallazgo no valdrá nada.
Aclaremos por último algo importante, que un trabajo genealógico cite exhaustivamente sus fuentes no significa que automáticamente debamos creerlo a pies juntillas, pero al menos seremos capaces de valorar si cuenta con un respaldo fiable. Son tantas las genealogías fantásticas que se han escrito y que circulan libremente en libros, artículos y sobre todo por Internet que es vital diferenciar entre Genealogía y Mitología. Muchas personas, incluidos nosotros mismos, agradeceremos en el futuro que nos impongamos el hábito de anotar convenientemente todas nuestras fuentes.
Antonio Alfaro de Prado