Revista Opinión

Ciudadanos o súbditos

Publicado el 01 diciembre 2014 por Jcromero

En estos tiempos no se precisa de inspiración para la sátira y el esperpento de Valle Inclán o para la picaresca de Quevedo. El latrocinio, la rufianería y lo grotesco son elementos comunes de la actualidad española. Leer periódicos, ver los telediarios, escuchar los noticieros radiofónicos, estar en la calle, es sorprenderse por cuanto sucede en este país; por la manera en que se ejerce el poder y por nuestra indolencia, capacidad de aguante o cobardía. 

Que, según indicios judiciales, la sede central del partido que gobierna fuera reformada con dinero negro, que de los cuatro tesoreros de este partido tres estén imputados y uno de ellos ya está en la cárcel o que en la cúpula de esta formación se repartiera sobres con dinero procedente de la caja B, son pruebas de la morralla que nos gobierna.

Los gobernantes no rectifican, son rectificados. El presidente siempre ha optado por mirarse en el espejo de compañeros de viaje tan ejemplares como Camps, Matas, Fabra, o Bárcenas. ¿Repasamos la hemeroteca? Mucha de la corrupción actual procede del cierre de filas, amparo y protección de un presidente que mientras lanzaba mensajes de ánimo a sospechosos y maleantes, recortaba derechos a los ciudadanos. Al reventarse las alcantarillas del partido tiene cierta lógica que, como afirma el diputado Errekondo, salgan elementos como Mato y Matas, Rato y ratas.

Con éste panorama, no deja de sorprender la insistencia en descalificar a Podemos, en exigirle un aval democrático que no se le pide a ninguna otra formación. Se le reclama concreción programática cuando aún no han sido convocadas las elecciones y cuando todos sabemos lo que hacen otros con sus programas. Un partido que aún no ha tenido que dar explicaciones sobre asuntos de cohecho, malversación o saqueo de las cuentas públicas, es tratado como sospechoso mientras que algún partido experto en fechorías es observado como serio y comprometido con la defensa del interés común. Nunca se entenderá, o sí, por qué quienes confían en Podemos son calificados de cándidos soñadores mientras que los seguidores de los expertos en el engaño son tratados como responsables y sensatos. Lo que pasa en este país resulta insoportable. Por ello, no sorprende la atención mediática a los delirios de grandeza del pequeño Nicolás, el espectáculo bochornoso en la muerte de la duquesa o los tocamientos y abusos orgiásticos en la archidiócesis de Granada. Tampoco dejará de sorprender el rostro marmóreo de un presidente que, acosado por casos de corrupción, tiene la desfachatez de afirmar que «hoy es ya más difícil corromperse en España que antes de que nos confiaran el Gobierno». Pero ¿dónde vive este individuo? Anda, levántate y enfréntate al espejo.

Es conocido que en la culpa de todos se camufla la responsabilidad de quienes saquean y extorsionan la voluntad popular y la decencia política, pero sin la acción decidida de la ciudadanía este país seguirá siendo un terreno abonado a saqueadores y mafiosos.

Los gobiernos no rectifican, son rectificados. O damos un paso adelante en busca de una democracia real o aceptamos que esto es lo que hay asumiendo nuestra condición de súbditos, no solo de la monarquía borbónica, sino de los intereses de los más poderosos y de esa asociación de malhechores que gobierna el país. Alguien afirmará que no nos lo merecemos; alguien pensará que tal vez sí. Conclusión: en democracia la fidelidad del voto resulta nociva, todo lo contrario que la promiscuidad electoral.

Es lunes, escucho a Ernst Glerum y Uri Caine:

 


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