Yo siempre digo que Clarice Lispector es la escritora más grande del siglo XX. Luego me digo, con un poco de remordimiento, que al decir eso es como si matara a muchos escritores grandísimos a los que amo. Así que, cuando digo siglo XX, en el fondo me doy cuenta de que quizá quiero decir siglo XXI. En realidad, es la escritora de hoy y de mañana.
No conocía a Clarice Lispector. Había oído su nombre, pero nunca había leído nada suyo. Una joven brasileña vino a verme para pedirme dirigir una tesis sobre ella. Era Regina Machado, que con el tiempo se convertiría en su traductora. Para orientarme, me trajo unos pequeños fragmentos de texto traducidos por ella misma, y me parecieron magníficos. Al mismo tiempo, eran tan breves que no me atreví a fiarme del todo de lo que leía. Me dije: si este pequeño fragmento de texto se parece a una obra entera, entonces es realmente el tesoro del mundo. No lo creí del todo.
Y justo entonces, las Éditions des Femmes, donde yo había empezado a publicar, me informaron de que iban a editar un libro de Clarice Lispector. Esperé ese libro con enorme curiosidad. Y resultó ser La pasión según G.H.
Y sí: la iluminación que había tenido al leer aquel primer fragmento no me engañó. Era realmente el tesoro del mundo. Sentí entonces una felicidad extraordinaria. Diría que, dentro de la categoría de la felicidad simbólica, fue sin duda la más grande de mi vida. Era el descubrimiento de una obra inmensa.
No tenía nada que decirle, salvo gracias. Es una mujer que encarna una promesa. Es decir, si existe Clarice Lispector, es como un descubrimiento científico: promete otra cosa. Uno se dice entonces que existen otros mundos, otras mujeres, y otras escrituras. Es, en el fondo, una mensajera de alegría.
De hecho, cuando la leí, ya era para mí una escritora de la eternidad. Ni siquiera pensé que fuera contemporánea. Creo que eso también fue lo que más me conmovió al leerla. Me dolió de verdad. Estaba loca de alegría, pero también loca de dolor».
Hélène Cixous
Variation III, 4 de julio de 1983
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Écoutez: Clarice Lispector. Clarice arrive premièrement comme ceci; en nous sautant dessus, au devant de nous, flèche, vit, vole, panthère et se pose. La couleur de son nom en mouvement est évidemment lispectorienne: une orange légèrement pourprée peau de clémentine. Mais si l’on prend son nom dans les mains délicates et si on le déplie et le dépluche en suivant attentivement les indications des gousses, selon sa nature intime, il y a là des dizaines de petits cristaux efflorescents, qui se réfléchissent ensemble dans toutes les langues où passent les femmes. Claricelispector. Clar. Ricelis. Celis. Lisp. Clasp. Clarlisp. Clarlisp. – Clar – Spec – Tor – Lis – les – lisp – Larice – Ricepector – clarinspector – claror – listor – rire – clarire – respect – rispect – clarispect – Ice – Clarici – O Clarice tu es toi même les voix de la lumière, l’iris, le regard, l’éclair, l’éclairis orange autour de notre fenêtre.
Hélène Cixous
L’heure de Clarice Lispector
Foto: Clarice Lispector
