Revista Cine

Club Sándwich

Publicado el 22 noviembre 2014 por Diezmartinez
Club SándwichVi Club Sándwich (México, 2013), tercer largometraje de Fernando Eimbcke (Temporada de Patos/2004, Lake Tahoe/2008), hace un año, en La Habana 2013. A pesar de que fue lo mejor de la competencia -por lo menos desde la perspectiva de quien esto escribe-, se fue con la manos vacías. Ni siquiera en el jurado del que formé parte, el FIPRESCI, fue posible premiarla. La comedia, qué remedio, suele ser ninguneada en los festivales de cine. Aunque, en descargo de la fauna festivalera, habría que señalar que en San Sebastián 2013 Eimbcke ganó con este filme el premio a Mejor Director. En fin.Una mamá aún guapa, Paloma (María Renée Prudencio, sensacional), y su hijo adolescente, Héctor (Lucio Giménez Cacho Goded), están pasando un fin de semana en algún hotelito semi-desértico de Oaxaca. La temporada es baja y no hay nadie alrededor. Aunque, la verdad sea dicha, madre e hijo no necesitan de alguien más: toman el Sol al lado de la alberca, se ponen bloqueador, se comen sendos club-sándwiches, platican tonterías (que si Prince es sexy o no) y, por supuesto, ven en la tele documentales de la naturaleza. Este idílico equilibrio madre-hijo se romperá cuando llegue al hotel Jazmín (Danae Reynaud Romero), una atractiva gordita de 16 años, que llamará la atención de Héctor. Las distintas reacciones de Paloma al ver cómo su único hijo se le va de las manos ante la influencia de esta sonsacadora muchachita son tan graciosas como patéticas.Prudencio se descubre ante nuestros ojos como una talentosa actriz cómica mientras que, como de costumbre, Eimbcke se muestra como un auténtico maestro tanto en el manejo del encuadre –esas tomas fijas de dos personajes que son invadidas por la tercera en discordia-, como en la creación de ciertas escenas inolvidable, como la del “Juego de los Castigos” del final. ¿Por qué una película como esta no gana en ningún festival -salvo San Sebastián-, ningún Ariel, ninguno de los nuevecitos Premios Fénix? Acaso porque no hay inmigrantes, acaso porque no hay violencia, acaso porque no hay sufrimiento ni drama. Aunque, pensándolo bien, Club Sándwich sí tiene algo de drama. Pero no es una tragedia. Ni tampoco es para llorar. Simplemente, Héctor está creciendo y Paloma lo sabe y, aunque no le guste, lo acepta. Así es la vida. ¿Para qué azotarse por ello? 

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