Hoy pinta terapia semántica.
Ahora que está tan de moda eso de trabajar en red (de boquilla, al menos), vivir en red, comunicarnos en red y, no tardando, defecar en red, rompo una malla a favor de la figura del colaborador. No es ésta entrada una reivindicación gremial, en el sentido de colaborador= «persona que escribe habitualmente en un periódico, sin pertenecer a la plantilla de redactores», tercera acepción de nuestro diccionario de la RAE sobre la que algún comentario caerá en esta terapia a modo de pulla hacia las empresas mediáticas. En este post pienso en nuestra red de colaboradores personales en el día a día.
Red de colaboradores.
En el colaborador como aquella persona «que colabora», es decir, que «trabaja con otra u otras personas en la realización de una obra»: primera acepción de Colaborador, ra de la RAE. La obra puede ser una venada repostera de tarde sosa de inverno, un desencuentro con los duendes de la informática, una chapuza a domicilio, una urgencia de difusión, organizar un eventazo personal… qué sé yo, cualquier gaita o caramelo del día a día.
Los colaboradores están ahí, sin necesidad de llegar a cómplices (no se precisa tanto). Te echan un cable, en unos casos remuneración justa mediante; en otros, por la vía del trueque o del principio universal del «hoy por ti, mañana por mí». Porque colaboraciones son trabajos, pero también favores; se piden y se ofrecen.
Fundamental para gestionar la vida rodearse de buenos colaboradores.
En el terreno laboral, hoy son más que nunca menester. Dense cuenta que las pequeñas y medianas empresas con trabajadores pasarán, si no lo han hecho ya, a formar parte del género de ficción. Un empresario es hoy el emprendedor y sus colaboradores. Una buena red de contactos, una buena red de colaboradores y Manolo sale pa-lante.
En el gremio periodístico (ya he llegado) las empresas mediáticas, sobremanera los periódicos, en las últimas décadas han prostituido esa tercera acepción lingüística del colaborador como quien «escribe habitualmente en un periódico, sin pertenecer a la plantilla de redactores» para inflar la precariedad laboral del sector y tener periodistas a precio de risa y sin contrato laborando desde casa, o incluso en la redacción, rindiendo como cualquier otro redactor de plantilla (normalmente más porque no está el colaborador como para sucumbir a la tentación de apoltronarse), pero sin estar en plantilla, vaya. Unos parias. Una jeta como La India la de esos medios de comunicación.
Quien tiene colaboradores, también ejerce de colaborador (el toma y daca). Y aquí cuidado, porque no conviene criar fama de «persona muy colaboradora», ya que, entonces… ¡date! … Date por liad@ en todos los xaraos.