Ir a La Manga del Mar y comer mal, es casi tan fácil como ir y comer bien. Hay que saber donde se puede meter uno y donde no. Lo que quizás sea más difícil sea comer bien y barato, sobre todo en los meses estivales. Pero esta es una zona turística y los hosteleros han de sacar, cual hormiguitas, beneficios para el crudo invierno. La historia de hoy es la de un restaurante, del que ya hablamos el año pasado, donde se come bien, pero no siempre se sale con buenas sensaciones. Este año hemos ido dos veces y las experiencias han sido muy distintas. La primera vez fuimos con alguien que conocía al dueño y como no, aquí nos dieron las palmaditas en la espalda que tanto nos gustan y que tan caras nos salen. La segunda con un cupón, esta vez de Oferplán, donde ni hubo palmaditas ni nada que se le pareciera.Sobre el restaurante en cuestión ya hable de él el año pasado. Situado al final de La Manga, Los Collados Beach, es un chalet futurista orientado al Mediterráneo y transformado en Restaurante Lounge Bar. Muy bonito y completamente diferente a los chiringuitos playeros que tanto abundan por la zona. Sobre la comida, hay poco que decir. Sería una ofensa imperdonable que la comida fuera mala en un sitio así. Pero a este tipo de locales les pedimos algo más, cosa que ellos también nos hacen a nosotros en un legítimo “Quid pro Quo”. El problema creo que viene cuando ese alto precio por el servicio prestado no cumple con nuestras expectativas ni de cerca.La entrada del año pasado fue una comparativa entre Los Collados Beach y El Rincón de Joaquín de San Cayetano. Esta va a ser un Collados versusCollados “Low Cost”, y es que fueron muchas y muy notables las diferencias ya desde el minuto cero del partido. La primera y lógica fue la situación de la mesa. Poderoso caballero es Don Dinero, y allí se llama terraza. Mientras que los económicos van al desangelado y no muy refrigerado salón frente a la cocina, los pudientes cenaban en una terraza, a la luz de las velas frente al Mediterráneo. Tras nosotros había, en el salón, una mesa tan numerosa como la nuestra que me imagino que irían con estos económicos bonos o algo malo hicieron en su última visita al restaurante. Pero no todo iba a ser distinto, el sistema era igual. El cupón era un menú degustación donde tras un ligero aperitivo, ellos eligen los cuatro entrantes cuyos nombres son más extensos que el propio plato. Después, nos dan a elegir entre una carne o un pescado. Por último pre-postre, postre y para finalizar café y copa quien quiera.En ninguno de los casos, el aperitivo de la casa no fue digno de recordar. Un Bloody Mary y una brocheta de queso con tomate. Aunque el segundo día no fue mejor, un ajo blanco y una aceituna gigante rellena de espuma de anchoa y coronada por un puré de oliva negra. ¡Pan con pan! Eso sí, servidas en raciones individuales, sobre una cucharita de loza muy a la moda. Tras el aperitivo venían los entrantes. La diferencia era notable aunque en ambos casos no esta muy ajustado el precio a la materia prima empleada. En el primero de los menús nos dieron un delicioso gazpacho de cerezas acompañado por unos mini taquitos de pimientos multicolores y un solitario langostino. A continuación unos nísperos, tres mitades, coronados por una espuma de foie y una gelatina de Amaretto, que lo mismo podía ser entrante que postre. No sabría decir si el tercero de los entrantes fue el que más me gustó, pero lo que si se es que estaba delicioso, y fue un huevo cocido a baja temperatura acompañado de setas y pasta Kataifi. Todos estos entrantes vinieron acompañados de un blanco Albariño, Valtea. Para finalizar una espuma de foie e higos. Como el menú era con maridaje, para este último entrante nos trajeron un vino espumoso dulce italiano, un Moscato llamado Toso. Esto del maridaje es una idea excepcional si se hace bien, pues te permite probar varios vinos y combinarlos con los distintos platos. Pero también requiere la atención continua del camarero para rellenar las copas vacías, cosa que no se hizo en ninguna de las cenas por lo que fue un quiero y no puedo muy beneficioso para la economía de la casa. En el menú low cost nos dieron otros entrantes. -¿Para que cocinar un huevo a baja temperatura si pueden hacerte un huevo revuelto? Cosa que me extrañó que en un local tan exclusivo como este hicieran tan castizo plato. Eso sí, venía con una rodaja de plátano macho frito. Y es que hay revueltos y revueltos. El primero de los entrantes fue tres rodajas de tomate Raff con ventresca y cebolla aliñado con un aceite de albahaca. -¡Decepción! En casa lo hago mejor.- Para el maridaje trajeron, al igual que la otra vez, un albariño. Pero aquí ni enseñaron la etiqueta ni dijeron de que vino se trataba. Lo que me hace sospechar que la calidad no sería la misma. El segundo fue un hojaldre de La Cocinera, o similar, sobre una compota de manzana, untado con una compota de tomate y coronado por una anchoa y dos boquerones en vinagre. El tercero de los entrantes fueron unas vieiras y el cuarto los desentonantes, que no malos huevos revueltos.En los principales también había las diferencias que marcaba el precio. Los ricos pedimos un principal entre cuatro, al menos que recuerde. Yo pedí un magnifico bacalao con pedigrí sobre una salsa de alcachofa que me pareció que encubría demasiado el sabor del bacalao. Otras opciones eran entrecot o solomillos Los pobres solamente pedíamos o bacalao, sin pedigrí alguno o al menos no nos informaron del noble linaje. La otra opción era un solomillo del que la, demasiado mandona, camarera que nos trataba de tú y de esta, solamente nos dejo pedirlo o al punto o pasado. No estaba por la labor de aceptar solicitudes de esnob. La carne era o al punto o muy hecha.- ¡Si no, me volvéis loco al cocinero! Lo que no me atreví a decir fue – ¡Eso no me lo dices en la terraza! Claro que en la terraza atiende el elegante maître mientras que en el salón nos atendía ella. ¡Ver para creer! Aquí pedí carne. Tierna, casi se podía partir con el tenedor. Venían dos pequeños medallones acompañados por un puré de patata especiado con unos ajos asados al romero, un puré de zanahoria y una mahonesa de mostaza. El maridaje fue un Ramón Bilbao Selección especial contra un Roa Crianza.Pero lo que realmente me desilusionó fueron los postres. Una de las cosas que los golosos más apreciamos de Los Collados, es su idea de pre-postre y postre. Pero este verano, a pesar de seguir con esa tradición y que el pre-postre, que fue el mismo en las dos cenas. Unas fresas estofadas en vainilla y bourbon que eran para repetir. Pero los postres no fueron lo mejor como antaño, es más, el primer día nos dieron un arroz con leche al azafrán con una confitura de naranja, que no había quien se lo comiera. Los cinco comensales coincidimos en su devolución. Cosa que envalentonó a los de la mesa de al lado, pues hicieron lo mismo. Esto fue subsanado muy dignamente por el maître quien no dudo en ofrecernos una alternativa. Un borracho de naranja acompañado de helado de chocolate negro, una espuma de chocolate blanco con no se cuantas miles de cosas que lo único que hicieron es que fuera un borracho sofisticado, pero borracho. Lo que si es cierto, es que este si lo pudimos comer.Los postres venían maridados con un dulzñon PX que a mí me supo a gloria.Ya solo quedaban los cafés que no cubría el cupón. Y a pesar de que la cafetera no hace distinciones, el servicio las seguía haciendo. En la primera visita tras los cafés, -¡Asiático, of course! -trajeron una tableta de chocolate con almendras que trocearon ceremoniosamente frente a nosotros y nos dieron la posibilidad de tomar una copa. Yo tome un #vodtonik. En menú low cost trajo la desaparición de los camareros del salón tras los postres, y nuestra desesperación. Un camarero muy jovial en nuestra primera visita, cuando le solicitamos cafés nos respondió que se lo dijéramos a su compañera y desapareció por la puerta de la cocina. Cuando por fin conseguimos nuestros café, esta vez si pudimos pedir lo que quisimos y tengo que reconocer que para esto de los cafés somos gente muy rara. Volvieron los camareros, pero no para servirnos, sino para dejar montadas las mesas de la comida del día siguiente. Una invitación en toda regla a que desalojáramos la sala y nos fuéramos por donde habíamos venido. O a su terraza donde allí no había cuponcito que valiera. Nada de tomar la copa en la mesa. Así que, la cuenta y a ver que hacemos. La conclusión a la que llego después de estas dos experiencias es clara. Nadie da duros a cuatro pesetas, pero aquí cobran hasta por ser educados. Quizás no fue buena idea ir antes pagando, o no lo fue ir con Oferplán, ya que nos hicieron sentir clientes de segunda a pesar de pagar por los cupones mucho más de lo que cuesta cualquier otro restaurante de la zona a la carta. Los cupones no nos los regaló nadie. En cualquier caso, valorando las dos experiencias y no habiendo comido mal en ninguna de las dos ocasiones. Considero un autentico disparate el precio de su menú y una falta de educación el trato recibido en nuestra segunda visita. Los clientes no tienen culpa alguna de que no les guste la idea de los cupones, solamente nos aprovechamos de una oferta que ellos lanzaron al mercado.Los Collados Beach siguen estando en el Polígono de la Veneciola B de la Manga del Mar Menor, en la zona norte. Y su teléfono de contacto es 968 14 73 50. Y a los que halláis llegado hasta aquí, al igual que hice el año pasado, os pido disculpas por tan extensa entrada. Intentaré que no se vuelva a repetir.