Siempre hemos sido defensores de la Guía Michelín. Es
la clasificación más conocida y más fiable pero, cada vez más, impone modas y
estilos, premia más a los restaurantes modernos que a los de cocina clásica o,
actualmente, se fija mucho en los restaurantes orientales o de fusión. Esto,
que no tendría porque ser malo en si, acaba siéndolo cuando mediocres
restaurantes se visten de modernidad, preparan un menú degustación de platillos
que por separado no sorprende ninguno y, juntos, son una decepción.
A pesar de estar regentado por
Carlos Abellán, otro discípulo de Adriá, esto es lo que ocurre con Comerç24; un
restaurante del Borne de Barcelona que visité con dos grandes compañeros de los
que saben disfrutar de la buena mesa (gracias Jose, gracias Álex). El Borne es
una zona que en los últimos años ha crecido en locales y calidad y que ahora,
con la finalización de las obras del Mercado del Borne, tiene más encanto aún por
lo que, antes de entrar y aprovechando que era la Feria de la Tapa, nos dimos
un paseo por la zona para tomar unas cervezas. Precios caros, eso si, 2,40€
cada caña con tapa.
Como buen restaurante de cocina moderna la decoración es
funcional, original y sin sobrecargas. Por descontado con poca luz, en este
caso poquísima, llegaba a ser molesto lo poco que se veía (lo notaréis en la calidad de las fotos). Y claro, como ya no
se lleva ser clásico sino ser fashion el servicio es joven, desenfadado y ...
malo. Pésimo, de lo más criticado de la noche. Para Álex el hecho de que la botella no esté en la mesa es una decisión del local y no del comensal por lo que, si es así, debe haber una especial atención en el vaciado de las copas que no se tuvo, es muy molesto tener que pedir el llenado (que no pasó) o esperar algo más de la cuenta a que lo hagan (que sí pasó). La opinión de José fue más dura, para él el personal “autorizado” a dirigirse a los comensales parecía que había sido rescatado del banquillo de reservas del peor equipo de la liga de actores, dedicándose a repetir, sin pasión y entre reverencias sobreactuadas, frases del pésimo guión de una mala secuela a la sombra de alguna película de éxito rodada en la costa del Cap de Creus. Estas dos críticas lo dicen todo. Para mi estaban descoordinados, nos
tuvieron 10 minutos sentados sin ofrecernos aperitivo, nos lo propusieron
después de pedir (cuando a esas alturas ya podían ofrecer carta de vinos), nos
sirvieron el pan cuando ya íbamos por el tercer platito y 4 de los 5 postres
los trajeron de golpe.
Pero lo que cuenta no es el
servicio o la decoración sino la comida y ésta, sin ser mala, no se merece una
estrella. Se podía cenar a la carta pero optamos por menú degustación. Había
dos, el Festival de 7 platos más postres o el Gran Festival que según la web
del local es de 12 platos pero a nosotros nos lo anunciaron como de 10. El
primero cuesta 92 euros y el segundo 118€.
Entrantes:
- Infusión de trompeta de la muerte (una seta) fumada.
Una bebida insustancial que no gustó a ninguno.
- Coliflor con vinagre de arroz y jengibre. Estaba buena
pero sabe a lo que se llama: a coliflor con vinagre.
- Rape con ajo negro y sésamo negro. Un rape semicrudo
cortado en finas lonchas y que se comía enrollándolo. Bastante bueno de sabor
- Filo, parma, limón y albahaca. Un rollito de estos
ingredientes del que no puedo opinar porque al tener queso no lo caté (en su lugar
yo tomé ceviche de gambitas de playa con melocotón de viña que estaba aceptable).
- Esponja Ceviche: tampoco llegó a decirnos nada
- Pizza 24, una mini pizza sobre base crujiente que provocó división de opiniones. A mi gusto no decia nada y sabía demasiado a la rúcula que la cubría.
Platillos:
- Sardina con naranja y wasabi fresco: este plato si nos
gustó, la sardina estaba muy bien preparada y con mucho sabor.
- Tartar de atún. Impresionante. Que bien sabe el atún cuando es bueno y está bien hecho, aunque sea crudo
- Huevo kinder, una buena representación de la tortilla
deconstruida a la que le han añadido trufa, dándole un toque distinto.
- Bacalao con acelgas, garbanzos y miso. Estaba bien
preparado y el sabor del bacalao era impecable pero el plato no era nada del
otro mundo
- Arroz y pato con foie. El platillo que más gustó, un
arroz con un quenelle de foei… se mezcla todo y se disfruta.
Aquí hubo una
parada para, antes de las carnes, oler… si, si… oler, un vaso de agua con romero ¿postureo?
- Rabo de toro con vinagreta mediterránea bastante rico
- Carrillera de ternera Pekín. Muy normalito
Tras esto te ofrecen completar la
cena con una degustación de quesos (22 euros) que rechazamos y empezaron a
servirnos los postres, quenelles y más quenelles. Empezaron con el primer
postre pero luego no se si debieron pensar que era muy tarde o lo hacen normalmente
así pero los 4 siguientes nos los sirvieron todos a la vez:
- Lemon Ice Tea
- Requesón Napolitano
- Turrón con Neula
- Chocolate con aceite
- Conguito24. Una delicia de chocolate frío que sabía
como un auténtico conguito
- Algo que según la carta se llamaba Manzana/azafrán pero
que creo que era otra cosa o no supimos degustar.
Terminamos con un carajillo y
unos petits fours centrados en el chocolate (lo que siempre se agradecie) de
tabletita de chocolate, piñones salvajes con chocolate, Lingote de oro y Oreo
con sésamo negro y vainilla, un homenaje a esta galleta muy logrado y
delicioso.
Para acompañar la comida tomamos
un aperitivo de Milesimé Juve Camps y comimos con un cava Torelló Gran Reserva
2.008 y un Torre Galimany.
Salimos de allí tres horas
después (un poco larga la cena), decepcionados, con 120 euros menos cada uno.
Quizá si el menú fuera más barato, unos 60-70 euros, no se nos hubiera quedado
ese regusto pero ni vale el precio que tiene ni el sitio se merece la estrella…