Revista Psicología

Cometer un error no es una tragedia, sí lo es culpar a otros del propio error

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

“Una persona puede equivocarse muchas veces, pero no se convierte en un fracaso hasta que empieza a culpar a otros de sus propios errores”

John Burroughs

Cometer un error no es una tragedia, sí culpar a otros del propio error

Cometer un error no es una tragedia, sí lo es culpar a otros del propio error

Las relaciones interpersonales lejos de ser fáciles o difíciles, no son más que relaciones entre humanos.

Los seres humanos, de cuando en cuando, cometemos errores, nos equivocamos, nos contradecimos, falseamos o deformamos la realidad y, en suma, metemos la pata como se suele expresar coloquialmente. Sin embargo, esto no llega, o no debería llegar a convertirse en una tragedia habida cuenta de que falibilidad es consustancial a nuestra forma de ser y, lo queramos o no, estamos expuestos a cometer errores.

Reparemos por un momento en las investigaciones científicas basadas en la metodología de la prueba/error. Tras realizar varios intentos en un ensayo y no obtener resultados satisfactorios, la consecución de un error tras otro seguramente nos estará indicando la necesidad de cambiar la orientación de nuestra investigación. Lejos de poseer connotaciones negativas, estos errores nos estarán aportando conocimiento siempre y cuando seamos conscientes de ello.

En una investigación científica, un error suele indicarnos la necesidad de retroceder al punto de partida y empezar de cero. ¿Significa  esto que hemos perdido un tiempo valioso en algo que no ha tenido los resultados deseados ni buscados? Nada de eso, más bien al contrario, el supuesto fracaso es el resultado de un ensayo fallido, todo queda en el laboratorio y se instaura como la enseñanza de una vía de actuación que no deberá retomarse en el curso de la investigación.

La conclusión inmediata podría ser el arte de aprender de los errores, muy a pesar de que a nadie le apetezca cometerlos. Aprender de los errores es darse cuenta de que estos forman parte de nuestro  continuo crecimiento en experiencia y conocimientos. Aprender de los errores es, en vez de sentirse abrumados o arrepentidos tras haberlos cometido, la habilidad de analizarlos y extraer de ellos un aprendizaje.

Errores y equivocaciones en las relaciones interpersonales

Evidentemente, las relaciones interpersonales surgen entre seres humanos y las personas no somos objetos  —a no ser que seamos investidos por el otro como un objeto, algo que entraría de pleno en el terreno de la psicopatología–. Nos caracterizamos por ser portadores de pensamientos, sentimientos, emociones, sensaciones y percepciones. Cuando nos relacionamos con otros seres humanos, con otras personas, no lo hacemos como amebas —como suelo decir a mis pacientes— esas entidades impasible e inmunes.

“Cuando estoy ante alguien, ese alguien me afecta. ‘Me afecta’ significa que las sensaciones, emociones, sentimientos, pensamientos, la neutralidad o indiferencia hablan de mí, hablan del otro, hablan del vínculo, de lo que está ocurriendo entre nosotros”

 J. M. Robine

¿Qué quiero decir con esto? Sencillamente que en cualquier tipo de relación que se establezca con otra persona, si me siento afectada de algún (dentro de la relación), es que algo está sucediendo entre nosotros dos, aunque de momento no pueda ni sea capaz de identificarlo. Los protagonistas de la relación son dos seres humanos llenos de imperfecciones, defectos, virtudes, cualidades y, por qué no, también de neurosis.

Es importante matizar que siendo Terapeuta Gestalt, la práctica y la experiencia me han enseñado que la mayoría de los problemas que causan un gran sufrimiento en ciertas personas que acuden a terapia (excepto patologías muy concretas que necesitan ser contempladas multidisciplinarmente con una evaluación médica), son problemas o conflictos relacionales. Problemas con la pareja, con los hijos, con los padres, con los amigos, con el profesorado, con los superiores en la relación jerárquica laboral,  e incluso problemas causados por una anterior relación terapéutica negligente. 

Cuando una persona acude a terapia, es frecuente que sienta un malestar no identificado. Sabe que no se encuentra bien, pero no se da cuenta de lo que ocurre en el encuentro con su entorno significativo (familia, amigos…), y por lo tanto no es consciente de lo que le sucede. 

El darse cuenta  es esa capacidad que nos permite a cada cual ser conscientes en todo momento de lo que está ocurriendo en nuestro encuentro o contacto con el otro.

Cuando un error se convierte en fracaso

Pues bien, tras este necesario preámbulo volvamos al tema del presente artículo y prestemos atención a esta frase del ensayista y naturalista norteamericano del siglo XIX, John Burroughs, cuyo contenido tiene un sentido muy especial para el desarrollo del tema en cuestión.

“Una persona puede equivocarse muchas veces, pero no se convierte en un fracaso hasta que empieza a culpar a otros de sus propios errores”

 John Burroughs

Cierto es que las personas somos proclives a cometer errores, a equivocarnos no una sino muchas veces a lo largo de nuestras vidas. Ser conscientes, darnos cuenta de haber cometido un error es reconocer la evidencia, reconocer lo que hemos hecho o dejado de hacer. Tanto lo que hacemos como lo que no hacemos en un momento determinado y frente a un conflicto interpersonal, inherentemente conlleva una responsabilidad y unas consecuencias implícitas.

Cierto es también que se convierte en un fracaso cuando la persona, explícitamente reconoce su error pero no hace nada —concediendo el beneficio de la duda­— , o no puede hacer nada (esto sería un ajuste conservador) para remediar o solucionar el conflicto.

Imagino que en estas situaciones, quien comete el error no es consciente de las consecuencias o repercusiones que pueden recaer en la otra persona y por tanto afectarla profundamente.

Analizando el contenido de la frase de John Burrough, el fracaso se convierte en un acto deleznable y ruin, cuando la persona, una vez es consciente de que ha cometido el error, hace uso y abuso de sus habilidades escapistas. Es decir: reconozco mi equivocación pero me silencio, no hago nada, me escondo, y espero a ver si pasa esto de largo. O sea, de momento que cargue el otro con el problema.

El mero reconocimiento de un error no implica responsabilizarse de las consecuencias producidas si no hay un intento de solucionar el conflicto y paliar en lo posible los daños ocasionados al otro. Y en el supuesto que el daño producido no fuera reparable, el acto humano más noble sería la valentía de hablar, dialogar y empatizar con la persona afectada y perjudicada.

Cuando la única respuesta es el silencio

El silencio como actitud escapista después de haber cometido un error, se convierte en una actitud pasivo-agresiva en la que el castigador sigue provocando aun más daño.

El silencio es una mortificación demoledora para el receptor, pues se convierte en una agresión, y además deja desvalida a la persona afectada ya que se verá expuesta a cualquier tipo de interpretación del lacerante silencio al que está sometida.

El silencio se convierte en un vacío insostenible, y no es muy difícil imaginar cómo pueda sentirse la persona afectada por el error del otro. La consecuencia de todo esto es la manifestación de una serie de emociones, pensamientos y sentimientos (ira, rabia, decepción…) que dan sentido al agravio recibido.

Aquí cobra sentido lo que J.M. Robine dice al respecto de “me afecta”. No puede haber una indiferencia frente a lo acontecido y esta afectación se encuentra en relación proporcional al silencio y  a la actitud pasivo-agresiva de quien recurre a él como estrategia.

Un error, un conflicto nunca hay que rechazarlo ni apartarlo. Mas bien, lo conveniente y saludable es identificarlo y saber dar la respuesta más adecuada para afrontarlo.


Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia

Licencia de Creative Commons Este artículo está escrito por Clotilde Sarrió Arnandis y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España

Imagen: Pixabay


Volver a la Portada de Logo Paperblog